Una falla mecánica decidió la suerte del «Huáscar»

En el compendio documental de Pascual Ahumada Moreno (tomo I) figura este despacho del corresponsal de «El Mercurio». Se trata de una entrevista con Samuel Mac Mahon, jefe de máquinas del monitor, pocos días después del combate de Angamos. En esta ocasión Mac Mahon ratifica su versión de que la velocidad del blindado»Cochrane» fue subestimada desde la nave peruana y añade una información clave: hubo una avería en la transmisión del buque que imposibilitó todo escape tras descubrirse la emboscada de la que había sido objeto. El periodista chileno llama inglés a Mac Mahon. Lo cierto es que había nacido en New Jersey, Estados Unidos, en 1845, y había llegado al Perú en 1869.

 

Samuel Mac Mahon y familia en foto tomada en New Jersey, antes de venir al Perú.

 

Octubre 17 de 1879

Hemos continuado nuestras visitas a los prisioneros del “Huás­car” y en la de hoy viernes hemos conversado con el ingeniero pri­mero señor Samuel Mac Mahon, robusto y membranudo inglés que sirvió en el “Huáscar” los cinco últimos años. Se expresa com­prensiblemente en nuestro idio­ma y demuestra gran cariño por el Perú, donde ha servido doce años en los diversos buques de la escuadra.

Hicimos rodar nuestra conver­sación sobre el departamento de las máquinas del monitor, que es­taba a su cargo, con especialidad en los momentos del combate. Preguntárnosle qué clase de com­bustible era el que usaban, y nos dijo que consumían el mejor car­bón inglés conocido y de las dos clases siguientes:

1.-El primero denominado de patente, formado en planchas o pasteles de treinta pulgadas en cuadro, usándose este combusti­ble solo en la noche o en cualquier momento en que era requerido por las circunstancias, teniendo la especialidad ese combustible de no arrojar sino una impercep­tible cantidad de humo, invisible a la menor distancia;

2.- El segundo, el carbón de Swansea, de primera calidad, solo para las marchas a la larga y en alta mar.

Merced a estas precauciones, el monitor podía acercarse a nues­tros puertos a hacer reconoci­mientos, sucediendo que cuando el blindado “Cochrane” se dirigió a Caldera en busca del “Huáscar”, este pasó muy cerca sin ser visto por aquel. La chimenea de este no arrojaba sino una ligera humare­da, no obstante que sus hornillas llevaban los fuegos tan encendi­dos que hacían correr al buque once y media millas.

 

Monitor Huáscar. Mac Mahon dijo que en el momento más dramático previo al combate «se quebraron algunas piezas importantes de los aparatos de transmisión».

Antes de que el “Huáscar” saliera de Arica a la última expe­dición opinaron varios jefes del buque y entre ellos insistió con más exigencia el jefe de la sección de las máquinas, de que el “Huás­car” fuera al Callao a limpiar sus fondos y recorrerla, pues había disminuido su andar en dos mi­llas. El contralmirante Grau, sea por la orden recibida de partir inmediatamente o por no ser de la opinión de los demás, no hizo caso de las observaciones y puso proa a la mar.

 

El primer volumen de los ocho que componen la colección.

Analizando este punto impor­tante, que fue tan fatal en sus re­sultados, nos inclinamos a creer que hubo urgencia en el mandato recibido por el contralmirante de partir, por cuanto nos refirieron algunos oficiales que los corres­ponsales de los diarios de Lima, señores Neto y Reyes, habían bajado a tierra a dar un pa­seo en las calles de Arica y no hubo tiempo de avisarles de que el bu­que se hacía a la mar, razón por la cual no hemos te­nido, go­zando de nuestra tempe­ratura, a esos insul­tadores de Chile. Concre­tada nuestra conversación al momento del combate, nos decía el primer in­geniero que perfecta­mente habrían podido escapar a los esfuerzos que hacía el “Blanco” para echarlos sobre la costa a fin de que el “Co­chrane” les cortara el camino por el sur, escapada que con toda se­guridad habría también hecho del último blindado, pero la confian­za íntima del contralmirante de que el “Cochrane” era incapaz de andar más de ocho millas por las veces que este mismo había de­mostrado no poder más, hizo no prepararse para el combate ni aun alarmarse por un encuentro. Grau fue sorprendido cuando notó que el “Cochrane” avanzaba extraordi­nariamente, calculando su andar el ingeniero primero del “Huás­car” en once y media millas. Sólo entonces diose la orden de prepa­rarse para el combate, ordenando el toque de zafarrancho.

Pero un importantísimo inci­dente vino a acontecer a bordo del monitor en tan supremos mo­mentos, incidente tan fatal que fue el que perdió al buque.

Sabido es que el “Huáscar” tie­ne dos timones, uno para su mar­cha ordinaria y otro denominado timón de combate y destinado a este solo objeto. La operación que se practica para trasmitir el po­der del movimiento del primero al segundo demora diez o quince minutos a lo más. Pero desgra­ciadamente se quebraron algunas piezas importantes de los apara­tos de trasmisión y hubo, por no haber tiempo para repararlas a firme, que servirse de aparejos y cabos que retardaron tan esencial como indispensable maniobra.

Fue en esta interrupción de la marcha que el “Huáscar” casi se va a tierra y lo que faltó de gobier­no hizo que nuestro blindado ga­nara distancia.

En ese solo momento fue cuan­do el contralmirante Grau dio la orden de dar su mayor andar al buque, pero ya no era tiempo.

Este incidente es el que, según mi relator, fue el origen de tamaña desgracia. Sin esto el “Huáscar” vuela y nuestros blindados se ha­brían quedado atrás.

El ingeniero dice que al mo­mento de embestir la proa el “Huáscar” al “Blanco”, llevaba una fuerza de trece millas y que era fuera de duda que ambos se habrían ido a pique. Dice que cuando se le ordenó abrir las vál­vulas lo hizo con dos que tienen cinco pulgadas de alto por cua­tro de ancho y que se preparaba para destapar la mayor que tiene 33 pulgadas, abierta la cual el bu­que se habría sumergido en dos minutos, pero no hubo tiempo: esa operación habría demorado siete minutos por cuanto habría tenido que sacar unos veinte per­nos que la cierran, a cuyo objeto tenía listos tenazas, llaves y mar­tillos y para mayor imposibilidad llegó una bomba y barrió con esas herramientas, hiriéndole a él y a otros ingenieros.

La salvación completa del “Huáscar”, en opinión de todos los oficiales y maquinistas, es de­bida a la prontitud y ligereza con que llegaron bordo y a la actividad con que se precipitaron para obrar sobre el departamento de las má­quinas.

Nos refería el señor Mac Ma­hon que cuando él se disfrazó de marinero para que no lo recono­cieran, se olvidó de quitarse la gorra; por esta lo reconoció el te­niente Simpson y, tomándolo con fuerza del cuello, le dijo:

-Mira, gringo: vas a cerrar las válvulas sobre la marcha; si no, te disparo los seis tiros.

En el acto corrió a esa opera­ción y con ella cesó todo peligro.

Nos refiere también que las máquinas están en perfecto esta­do y son muy superiores a las de nuestros blindados.

Juzga que deben estar a bor­do y en su camarote los planos de nuestros blindados y que son copias de los hechos por el arqui­tecto naval de nuestros buques se­ñor Reed, y agrega que el contral­mirante Grau tenía en su cámara tanto los planos de nuestros bu­ques como los de las fortificacio­nes de toda la costa de Chile.

Le preguntamos si admitiría a bordo del “Huáscar” el mismo puesto que ocupaba, y nos dijo que tenía un gran cariño por el buque, pero que también lo tenía por el Perú y esto no le haría ad­mitir jamás.

Tiene gran conocimiento de lo que podremos decir maquinaria marítima, como también de nues­tros buques en esa parte y aun en el poder de su artillería y blindaje.

Por cierta creencia que tene­mos de que pueda servir para más tarde el detalle importantísimo en que nos hemos detenido, juz­gamos que valía una correspon­dencia y como tal la enviamos, respondiendo de la exactitud de la relación.

Cuenta uno de los ingleses que uno de los náufragos de la “Es­meralda” estaba ahogándose y lo sacaron tomándole por los cabe­llos. Apenas tuvo la cabeza fue­ra del agua, dio un grito de ¡viva Chile!, razón por la cual un oficial peruano quiso matarlo, y lo habría hecho así a no haberse opuesto a ello, revólver en mano, otro de la misma graduación.

EL CORRESPONSAL.