Cuando en Bolivia los alemanes festejaron la caída de Grau

Estos dos documentos confidenciales, obtenidos por Chile en el saqueo de la cancillería peruana en Lima, aparecen en el segundo tomo de la obra documental de Pascual Ahumada Moreno, editado en Valparaíso en 1885. Su autenticidad está comprobada. El primero es la carta que José Luis Quiñones, embajador peruano en Bolivia, le envía al canciller Manuel Yrigoyen. El segundo es el informe que el secretario de Quiñones, Agustín Blanco, le pasa al gobierno de Mariano Ignacio Prado.

Coronel Ezequiel de la Peña, ministro de economía Eulogio Doria Medina y portada del tomo II de la colección de Ahumada.

La Paz, octubre 26 de 1879

Muy apreciado amigo:

Con la pérdida del “Huáscar”, que jamás sabremos deplorar lo bastante, la situación política de este país se ha­llaba al borde de un abismo; y lo más sensible, que nos habría arrastrado sin remedio. Circulaban rumores de graves desórdenes y cambios en esa capital y en el cuartel general, y no se aguardaba más que la confirmación para secundar. Felizmente, el correo de antier nos trajo comunicaciones de esa capital hasta el 11 y de Tacna hasta el 18, que han tranquilizado los espíritus y aplazado la general excitación. Aprovecho de estos mo­mentos y mando a mi secretario, don Agustín Blanco, para que informe a Ud. el verdadero estado de la polí­tica interior de este país, porque no puedo aventurar en comunicaciones hechos y nombres, y aun cuando lo hiciera, no podría ser con ciertos de­talles que constituyen la gravedad de la situación.
El joven Blanco, por su circuns­pección, merece mi absoluta con­fianza; y espero que Ud. se dignará prestarle su atención a cuanto le diga a mi nombre. Suplico a Ud. se sirva despachármelo en el menor tiempo que le permitan sus graves tareas.

Deseando su buena conservación, me repito su atento amigo y servidor.

J.L. QUIÑONES

Al señor Ministro doctor don Manuel Irigoyen, Lima.


(Muy reservado.)

Memorándum que el secretario de la Legación del Perú en Bolivia presenta al Supremo Gobierno de la exposición verbal que le ha encar­gado presentarle el señor Enviado Extraordinario y Ministro Plenipo­tenciario de la República en Bolivia sobre el estado político de aquella nación.

El principal objeto de la misión que se ha encomendado al secreta­rio referido es hacer conocer del Su­premo Gobierno el siguiente hecho gravísimo:

Antes de la guerra con Chile se había concertado en La Paz entre muchos jóvenes distinguidos una conspiración contra el Gobierno del general Daza, siendo el alma de aquel proyecto el coronel Ezequiel de la Peña, en actual servicio del ejército boliviano y favorito del ge­neral Daza. Hoy dicho jefe ha escrito a La Paz a don Federico Granier, a don Luis Ballivian y a otros jóvenes notables, recordándoles sus anti­guos compromisos de revolución; instándoles a ella, asegurándoles la cooperación del ejército boliviano y declarándoles que si en La Paz no tomaban la iniciativa, ellos la toma­rían en Tacna. La verdad de este hecho no puede ponerse en duda, porque nuestro cónsul en La Paz, don Juan S. Lizárraga, que había tomado compromiso para dicha revolución en la época en que no tenía carácter oficial y antes de la guerra con Chile, ha sido invitado nuevamente a cumplir el mencio­nado compromiso, que rechazó con dignidad, y lo ha comunicado reser­vadamente a la Legación.

Otro de los objetos de dicha co­misión extraordinaria es presentar en referencias verbales el verdadero estado político de Bolivia.

El Consejo de Ministros encar­gado del Poder Ejecutivo no goza de prestigio, y antes bien encuen­tra resistencias en la opinión; sus miembros son cuatro y sus acuerdos no pueden formar decisión si de la votación resulta empate.

El Presidente del Consejo y Mi­nistro de Relaciones Exteriores, doctor don Serapio Reyes Ortiz, es generalmente mal querido; se asegura que está dando comienzo a los trabajos que deben preparar su candidatura para la Presidencia de la República.

El señor doctor don Eulogio Do­ria Medina, ministro de Hacienda e Industrias, es el que más goza de la confianza del general Daza, sin que esto obste para que haya adoptado como política de conservación propia halagar a todos los partidos.

El señor doctor don Julio Mén­dez, ministro de Justicia, Culto e Ins­trucción, está siempre en desacuerdo con sus colegas; protesta ser amigo sincero del Perú, y efectivamente ha escrito en otras ocasiones en nuestro favor, pero su conducta se está ha­ciendo sospechosa, porque habiendo dado su voto en contra de la aproba­ción del protocolo sobre subsidios de guerra, se niega a prestar su firma al acta que debe perfeccionar el referido protocolo.

El señor general Jofré es univer­salmente odiado y parece ser enemi­go del Perú. La Legación ha recibido una confidencia en este sentido del doctor Núñez del Prado,
presiden­te de la Municipalidad de La Paz. Además, estando el 23 del pasado el señor ministro Quiñones en el Mi­nisterio de Relaciones Exteriores, en cuyo salón se hallaban todos los señores ministros, les preguntó del orden interno en Bolivia. El general Jofré tomó a su cargo la respuesta y dijo:

“Es cierto que hay personas que trabajan contra la alianza, pero no son sino unos cuantos rotosos”.

Agregó que uno de los espías había dado parte de haber encontrado en el prado a varios jóvenes que habla­ban contra el Perú y el general Daza; que otro espía le había dicho que en el atrio de San Agustín encontró un grupo que hacía idénticas mani­festaciones; “pero yo respondo del orden”, terminó diciendo el general; “aunque los peruanos se maten y boten al general Prado, siempre que nuestro ejército no sufra un con­traste, porque en este último caso la cuestión sería distinta”.

Todos los referidos señores mi­nistros carecen de valor personal.

El comandante general, coronel Iriondo, es un anciano de 80 años, sin fuerzas física y moralmente.

El intendente de policía, que es el favorito a quien distingue más el general Daza, es tan odiado como el general Jofré, que es el encareci­miento más extremado que puede hacerse. A su casa le ha abierto una comunicación reservada con la Le­gación del Brasil para encontrar asilo en caso de revolución.

En el poder hay síntomas de anarquía.

El secretario general del capitán general ha pasado al Gobierno una nota imperativa, suscribiéndose secretario general de estado, cali­ficando de altamente imprudente algunas medidas tomadas por aquel Gobierno, y señalándole el camino que en orden interno debía seguir. Dicha nota se pensaba devolverla.

El señor Flores renunció la ple­nipotencia en esta República, y el general Daza se ha mostrado desa­gradado porque no se la aceptaron.

Conocidos los hombres del poder, se examinará la verdadera situación de aquella República.

Siempre se ha notado en Bolivia un espíritu muy marcado de ani­madversión (Sentimiento de oposición, enemistad) hacia el Perú, que ni la alianza ha podido borrar; pero especialmente desde la pérdida del “Huáscar” es más acentuado el desafecto.

Desde este desgraciado aconte­cimiento los enemigos más pronun­ciados del Perú han retemplado sus trabajos para inculcar en las masas la conveniencia de romper la alianza y apoderarse de Tacna y Arica.

La colonia alemana que es nu­merosísima en La Paz, en donde casi no hay otros extranjeros, agota su actividad en hacer propaganda de tan infame proyecto, y sus tra­bajos están tan organizados que hacen creer que obedecen a un plan político bien sistematizado. El día que en La Paz se recibió la noticia de la dolorosa pérdida del “Huáscar” los alemanes tuvieron una espléndida comida.

El señor Ministro, como es na­tural, ha desplegado la sagacidad más insinuante pero, convencido de que en Bolivia son impotentes los recursos de la cortesía y penetrado de la necesidad que hay de avivar las simpatías de que gozamos en algunos círculos y sobreponemos a los trabajos que nuestros enemigos avanzan en nuestra contra, manifies­ta al Supremo Gobierno la urgencia imperiosa de que se autorice amplia­mente a la Legación para hacer los gastos que la situación exija, según las circunstancias.

El ministro, viendo que el Gobier­no de Bolivia no daba muestras de honrar la memoria de los ilustres ma­rinos que perecieron en el “Huáscar”, autorizó al cónsul Lizárraga, amigo íntimo del doctor Núñez del Prado, presidente de la municipalidad, para que de un modo privado y sin que apareciera la Legación, proporciona­se los gastos que importasen dichos funerales. La cuenta aun no ha sido presentada y en su oportunidad será remitida al Supremo Gobierno para su cancelación.

Tales son los hechos y razones principales que han motivado la co­misión del referido secretario.

lima, noviembre 10 de 1879.

Lima, fecha ut supra.- El pre­cedente memorándum, sin firma, ha sido presentado por el mismo secretario don A Blanco en este Ministerio, y es de su puño y letra.