Biografía parte I

Dicen que los seres humanos que han dejado huella, buena huella, a su paso por la vida, generalmente han sido personas que, por diversos motivos, fueron marcadas por hechos y circunstancias no siempre felices, lo que las ha enfrentado a situaciones difíciles desde sus primeros años. Y a pesar de ello, han sabido salir adelante y se convirtieron en verdaderos personajes.
Este es el caso de nuestro héroe más importante de la historia republicana: Don Miguel María Grau Seminario.

 


Retrato de Miguel Grau.

 

Nacimiento:

Miguel Grau nació en el puerto de Paita el 27 de julio de 1834.
Sin embargo, una versión tradicional muy difundida ha situado su nacimiento en la ciudad de Piura.
Su casa estaba ubicada en la parte baja de la ciudad que en ese entonces contaba con poco más de 5000 habitantes, pero ya había visto nacer a grandes héroes peruanos como los Hermanos Cárcamo que pelearon junto a Gálvez en el Combate del 2 de Mayo.

 

El padre de Miguel Grau.

Fue el teniente coronel colombiano Juan Manuel Grau y Berrío, natural de Cartagena de Indias.
Llegó al Perú en 1822 como integrante del ejército libertador de Simón Bolívar; participó en las batallas de «Guayaquil» (Ecuador), «Junín» y «Ayacucho», siempre al mando del mariscal Sucre. Luego se instala definitivamente en el Perú.

 

La madre de Miguel Grau.

Fue la dama piurana Luisa Seminario del Castillo, proveniente de una familia que ostentaba el más alto nivel social de entonces. Era hija de Fernando Torcuato Seminario, alcalde provincial ordinario y regidor perpetuo del Ayuntamiento de Piura, quien, junto a María Joaquina del Castillo y Talledo, había logrado constituir un hogar prominente.

Hermanos y hermanas de Miguel Grau

  • Enrique Federico Grau Seminario, Marino 1831-1857.
  • María Dolores Ruperta Grau Seminario 1833-1906.
  • Ana Joaquina Jerónima del Rosario Grau Seminario 1835-1880.
  • Albino Grau Seminario 1845-1918.

 

 Los primeros años:

Fue su padrino el administrador de la Aduana de Paita, Manuel Anzoátegui y La madrina fue Rafaela Angeldonis, presumiblemente vecina de Juan Manuel Grau y amiga de toda su confianza, a quien dejaba a su cuidado al pequeño Miguel y sus tres hermanos, cuando aquel tenía que salir de viaje.

Más adelante, en 1840, se realiza el censo en toda la provincia de Piura. Ahí, desde la ficha 224 hasta la 228, aparecen Juan Manuel Grau, de 50 años, natural de Cartagena, y sus hijos:

  • Enrique de nueve años
  • Miguel de ocho
  • María Dolores de siete
  • Ana de cinco

 

Aunque las fichas censales no indican los domicilios, ha quedado establecido que por la cercanía en la numeración de las fichas, los vecinos de los Grau eran los Angeldonis, los Carrasco, los León, los Guerra y los Farfán.

A partir de octubre de 1842, Juan Manuel Grau fue nombrado vista de aduana en Paita y se traslada al bullicioso puerto cuando su pequeño hijo Miguel bordeaba los ocho años.

Sin duda, la actividad marítima era el eje económico de la ciudad; había gran tráfico de entrada y salida de barcos de vela, naves de pesca y guaneras.

Según relata el historiador José Agustín de la Puente y Candamo en su detallada biografía sobre Miguel Grau, la actividad ballenera que se realizaba frente a las costas del puerto era significativa en aquella época, por lo que usualmente se veían en el puerto embarcaciones balleneras provenientes de Estados Unidos y Gran Bretaña, que lo convertían en punto de recojo de agua y provisiones. Además, barcos de todas las naciones hacían escala en el puerto de Paita, de donde recogían, principalmente, materias primas, como pieles, granos,  corteza y algodón, y dejaban, a cambio, productos manufacturados que llegaban desde distintos rincones del mundo, lo que convertía a la zona en un punto importante de comercio y transporte.

Es indudable que vivir cerca del mar tuvo que tocar la fibra más íntima del pequeño Miguel, a pesar de su corta edad. Y es necesario reconocer que es aquí donde él empieza a manifestar una personalidad interesante: aunque callado y melancólico, la chispa de su enorme entusiasmo, propio de sus ocho años, se ponía de manifiesto sólo cuando escuchaba las historias de los viejos hombres de mar que, con toda paz, recalaban en el muelle después de sus labores diarias.

 

Piura y Paita son los escenarios de los primeros años de vida del héroe de Angamos. El mar del puerto paiteño es la imagen que quedará grabada en la retina del pequeño Miguel para siempre.

 

De grumete a marinero:

Aunque no hay registro de sus estudios, se presume que cursó los primeros años de la educación primaria entre Piura y Paita, porque en marzo de 1843, a la temprana edad de 9 años, seguramente debido a los apremios económicos del padre, el niño Miguel Grau y su hermano Enrique, son puestos al cuidado de Manuel Francisco Herrera Castellanos, capitán del bergantín velero Tescua.

Sostiene Eugenio Ibáñez Incháustegui, en el libro: El maestro naval del Almirante Grau, era el capitán Herrera, quien era gran amigo de Juan Manuel Grau y que ambos habían sido compañeros de armas en el ejército libertador y procedían de Nueva Granada. Juntos también habían servido en el ejército de la Gran Colombia, que, al mando de Simón Bolívar, atravesó los Andes para sellar nuestra independencia.

Los viejos amigos se habían retirado con el grado de teniente coronel. Mientras Juan Manuel Grau se quedó en el Perú terminada su misión libertadora, su compatriota, Francisco Herrera, regresó a Cartagena de Indias, donde compró el velero Tescua, y se convirtió en marino mercante.

Esta versión sobre quién fue Herrera ha sido divulgada por muchos otros historiadores en diversas biografías del héroe; sin embargo, esta afirmación ha sido puesta en duda, debido a que en los registros de la Armada Peruana de 1838 aparece un Manuel Francisco Herrera Castellanos recibiendo el grado de guardiamarina, declarando ser natural de Paita. Se sabe también que este mismo personaje al retirarse del servicio al poco tiempo se dedicó a la marina mercante, porque tendría un parentesco cercano con el rico armador paiteño Ramón Herrera.

Este es un dato que debería ser dilucidado en algún momento por los historiadores.

¿Se trataría de dos varones con apellidos y nombres iguales?

Es decir, un caso de homonimia «integral», pues hasta en su principal ocupación coinciden

¿O es que se trata de dos perfiles de un mismo personaje?

Algo sucede con este dato, que no pareciera encajar dentro de la trama. No obstante, esta es una versión muy interesante:
¿tal vez se haya omitido posteriormente este hecho debido a la carencia de fuentes de información; o fue soslayado por inconsistente?

Consideramos que la presencia del Herrera colombiano en el Perú, y en el entorno de los Grau, es un hecho Incontrovertible, porque tiene asidero en muchas fuentes históricas.

Pero vale la pena haber señalado ese dilema por la aparición del otro Herrera, para evidenciar que una biografía completa de nuestro gran héroe tropieza con escollos.

De lo que se tiene total certeza es que a partir de la compra de Tescua adquirido por Manuel Herrera, la pequeña nave (no llevaba más de 8 tripulantes a bordo) se dedica a labores de cabotaje, y Herrera se convierte en su capitán.

Tampoco está en duda la entrañable amistad que había construido con Juan Manuel Grau: Por lo que los 2 amigos, uno navegante; y el otro, vista de aduana, hacían del  puerto de Paita su lugar de encuentro y eran casi familia.

José Agustín de la Puente y Candamo destaca respecto a esta etapa:

«No es sencilla la vida de Juan Manuel Grau con sus hijos en el puerto de Paita, sobre todo por la ausencia de la madre y la falta de un hogar con un ambiente propicio para la formación de los niños«.

Mantiene el hogar con su sueldo de vista de aduana y aunque cuenta con el apoyo de gente cercana y amigos, no es fácil para él educar a los hijos y cumplir con las múltiples tareas del trabajo y el hogar. Tal vez esta sea la razón por la que decide el embarque de Miguel y Enrique.

Esto explicaría el motivo por el cual los hermanos Enrique y Miguel Grau, a una edad en la que cualquier niño dedica tiempo y fuerzas a jugar y a soñar, fueron embarcados en el Tescua. Allí tuvieron que aprender el oficio de la mar, y debieron enfrentarse cara a cara con una vida dura…

¿Qué habrían sentido los pequeñuelos en su primera noche en altamar?

¿Tal vez fueron despertados a menudo por el furioso tronar de las olas en tempestad, o durmieron sobresaltados por feroces pesadillas?

Todos sus anhelos infantiles han debido reducirse a un estremecimiento único: «la vida en el mar».

En su primer viaje, que fue al puerto de Buenaventura, en Colombia, los hermanos Grau se vieron precisados a enfrentarse traumáticamente a los rigores de la naturaleza. Para empezar a formar su espíritu marinero, el mar los bautizó de una manera desproporcionada para su edad: la embarcación naufragó muy cerca de la isla Gorgona y sus tripulantes fueron salvados, entre ellos Enrique y Miguel Grau.

¿Cuáles fueron las causas del naufragio y cómo se salvaron?

No se sabe, pero lo real es que en tan poco tiempo de vida ya les había tocado mirar de cerca a la muerte. Esta impactante experiencia tuvo que haber dejado una marca indeleble en nuestro personaje.

Más tarde la historia nos lo mostrará durante el combate de Iquique, en la madurez de sus años, cuando aparece el instinto del náufrago y decide salvar y acoger a los sobrevivientes chilenos de la corbeta Esmeralda, acto de generosidad alabado por los propios chilenos y uno de los motivos por lo que se ha reconocido a Miguel Grau como «El Caballero de los Mares».

Aunque los historiadores no lo mencionan, cabe manifestar que la unión de los hermanos en la época del Tescua tenía que haberse fortalecido.

Cada uno trazó su camino en torno al mar, embarcandose en diversos buques mercantes. Tampoco se menciona si siguieron viajando juntos o si cada uno tomó rumbo distinto. De lo que sí hay certeza es que, ya jóvenes, pidieron el respaldo del padre para solicitar su ingreso en el servicio naval y ser admitidos como guardiamarinas.

 

En un velero como el de la imagen, de nombre Tescua, fue embarcado el pequeño