Biografía: Miguel Grau II

Lecciones que nunca olvidó:

Después del naufragio del Tescua, Miguel Grau regresa a Paita y quiere volver al mar, pero su padre, conmovido por la dramática experiencia vivida por el niño, lo matricula en el Colegio José Nieto. Esto fue solo por unos meses, entre su retorno del primer y accidentado viaje y el comienzo del segundo, ya que su tutor, el inquieto capitán Manuel Herrera, se dedicó a buscar otro buque que pudiera comandar.

A pesar del naufragio en su primer viaje, Miguel ansiaba volver nuevamente a su destino: el mar. Es aquí donde encontramos a un ser hecho para el mar y dueño de una especial perspicacia.

Aunque no completó sus estudios de primaria como ya se ha dicho  su autoformación fue integral, incluso dominó el idioma inglés de manera hablada y escrita.

Los interiores de la casa guardan aún los muebles y efectos personales que usó la familia Grau.

Eugenio Ibáñez detalla con minuciosidad la influencia gravitante que tuvo el capitán Herrera, quien fue en realidad el adulto que llevó de la mano al joven marinero hasta convertirlo en experimentado hombre de mar.

Como marinero, y pese a su corta edad, el niño debía cumplir disciplinadamente, y al igual que todos, las faenas de a bordo «esta vez en otra nave, a las órdenes del propio capitán Herrera«, pero debía darse tiempo, además, para estudiar los cursos de su educación primaria y secundaria.

El bisoño marinero estudiante rendía sus exámenes con valor oficial, ante la autoridad educativa del lugar cuando el buque estaba fondeado en algún puerto del litoral. Sin duda, esta etapa forjó el temple del futuro héroe.

En marzo de 1844 Herrera ya había conseguido que se le confiara la goleta nacional Florita, en ella se embarcaron rumbo al Callao y Panamá, llevando consigo al decidido marinerito, tal como dará testimonio el mismo Grau, diez años después.

Posteriormente se embarcó en el bergantín nacional Josefina, de propiedad de Juan Ugarte, quien entrega el barco al capitán Manuel Herrera para prestar servicio de correo entre Panamá y el Callao, desde noviembre de 1844 hasta agosto de 1846. Es decir, durante casi tres años Miguel Grau había navegado al lado del capitán Herrera, recibiendo de él no solo enseñanzas educativas, sino también sobre la difícil labor marina y de cómo vencer el peligro de los mares; asimismo, cómo templar el carácter, y sobre la importancia de mantener la serenidad para tomar decisiones y del valor necesario para llevarlas a cabo.

Diez años pasaron desde que el pequeño marinero Miguel Grau se hiciera a la mar por primera vez.

Este proceso de formación y de gran valor para su vida posterior se da entre 1843 y 1853.

A los 19 años decide dejar la Marina Mercante y junto a su hermano Enrique Grau piden el respaldo del padre, eran menores de edad para solicitar su incorporación a la Marina.

 

Vista del interior de una típica casita paiteña, en los años de la niñez de nuestro héroe.

 

Así, el 18 de agosto de 1853 el padre firma la solicitud a la Armada Peruana, la cual es rubricada por cada uno de los hijos en señal de conformidad. Miguel y Enrique son aceptados como guardiamarinas en 1854.

Miguel no había cumplido aún los 20 años. Algún tiempo después, en 1857, Enrique Grau murió trágicamente en una misión de servicio en la selva de Chanchamayo, a los 26 años y sin dejar descendientes.

Resulta interesante la revisión de los argumentos que don juán Manuel Grau exhibe en la solicitud de admisión para sus hijos, en la que considera que es muy útil el tiempo que han estado embarcados:

«Se han hecho dos buenos marineros, sin haber conseguido ser pilotos. Después de prestar tantos servicios en buques extranjeros, se acogen al pabellón de su país para prestarlo a su patria. Fáltales solo un protector que los ayude a llevar a cabo sus deseos y yo con su aquiescencia los pongo bajo el amparo de su gobierno y los ofrezco a su patria . Para que tan espontáneo ofrecimiento tuviere todas las garantías que exige la ley a los jóvenes que no han cumplido la edad de su emancipación los acompaño en su petición».

Un documento de especial interés es el listado de viajes que hizo el propio Grau de puño y letra, con la intención de testificar su amplio conocimiento marítimo y ser acogido por la Marina (incluso algunos historiadores mencionan que Grau llevaba un cuaderno de bitácora en el que registraba meticulosamente todas las ocurrencias de sus viajes durante los diez primeros años).

Enrique Grau