Infamia a la inglesa

El editorial que publicó el diario británico «The Bullonist», a mediados de 1880, comprime en pocas palabras el pensamiento del decadente imperialismo inglés en relación a la guerra del guano y el salitre.

El texto a continuación… Está transcrito del diario The Bullonist:

Habiendo Chile, por el éxito de la guerra, tomado posesión de la costa de Bolivia y de la provincia toda de Tarapacá en el Perú, interesa evidentemente a sus habitantes y a todas las naciones civilizadas y progresistas que lo posea permanentemente y que su Gobierno administre aquellos territorios.

James Blaine, secretario de Estado de los Estados Unidos:
«Esta es una guerra de Inglaterra contra el Perú».

 

El territorio boliviano contiguo a Chile prácticamente no forma parte de Bolivia; está habitado únicamente por súbditos chilenos y separado del Estado a que pertenece por una inaccesible cordillera de montañas.

Su puerto de Antofagasta no sirve para la importación ni para la exportación del extenso interior de Bolivia, siendo el puerto de Arica, en el Perú, por donde Bolivia tiene su entrada y salida al Pacífico.

No se disputará que Bolivia tiene derecho a un puerto en la costa del Pacífico y la conveniencia de las cosas demuestra que debería tenerlo donde la naturaleza se lo ha dado con tanta justicia.

Dando a Bolivia una pequeña faja de territorio en el Océano Pacífico, incluyendo el puerto de Arica, será un excelente medio entre las dos repúblicas hermanas y la colocarán en estado de aumentar sus grandes recursos interiores por un puerto pequeño, seguro o independiente en la costa del Pacífico.

Suponiendo tal modificación de frontera como uno de los resultados probables de la guerra, la provincia de Tarapacá será separada de la República peruana.

En la costa y en las islas adyacentes se encuentran los grandes depósitos de guano, hipotecados especialmente a los tenedores europeos de bonos por un empréstito que asciende ahora en capital e intereses atrasados a más de 40’000.000 libras.

En el interior de esta provincia están los grandes depósitos de nitrato, en los cuales principalmente los ingleses han invertido 4’000,000 de libras.

Hasta el presente, como decíamos la semana pasada, estas grandes riquezas naturales, a causa de la mala administración del Gobierno peruano, han sido para el país una maldición en vez de una bendición.

Si en el tratado de paz que debe hacerse luego entre Chile, Bolivia y Perú, el último cede irrevocablemente a los tenedores de bonos todos los depósitos de guano y nitrato existentes en la provincia de Tarapacá, recibiendo en cambio un finiquito de toda la deuda externa y certificados de nitrato, de manera que el Perú pueda comenzar una vida nueva, libre de toda dificultad financiera, habrían buenas esperanzas de la regeneración del país, porque el Gobierno y el pueblo aprenderían esta saludable lección:
«Que una renta procedente de la industria honrada tiende más a la prosperidad permanente de una nación que todas las minas de oro y riquezas excepcionales».

La vecina república de Chile es un brillante ejemplo entre los estados sudamericanos de los benéficos efectos que provienen de la honradez, industria y probidad(honestidad).

Bajo un Gobierno semejante, los tenedores de bonos peruanos tienen la mejor garantía de que sus derechos serán respetados y los depósitos de guano y de nitrato administrados de manera que den a sus propietarios reales un pago sustancial.

Creyendo en este fin, que deseamos se llevará a cabo y que establecerá una paz permanente entre Chile, Perú y Bolivia, pedimos la anexión de Tarapacá a Chile, dando en cambio a Bolivia el puerto de Arica y al Perú el finiquito de su deuda externa.

Después del vergonzoso camino que el Perú ha seguido con sus acreedores, no puede esperar que se le trate como si hubiera sido siempre un Estado honrado.

No atraerá las simpatías del mundo civilizado por más que proteste; y Chile, el Estado vencedor, tiene ciertamente títulos para exigir las compensaciones de sus gastos y pérdidas.

Fuente:

  • Editorial del diario «The Bullonist» sobre la guerra del Pacífico – páginas 61 al 63(1880).