Conviene que Chile se quede con los territorios ocupados

El siguiente es un editorial del semanario dominical «The Observer» fundado en 1791. Es una muestra más de cómo la prensa inglesa apoyó a Chile en procura de que este reivindicara a los tenedores de bonos ingleses que el Perú había desatendido. Es una prueba adicional al respaldo político y militar que Inglaterra brindó al raigal enemigo del Perú.

Días de la ocupación de Antofagasta e inicios de la Guerra del Pacífico

Londres, diciembre 13.

Habiendo Chile, por los acontecimientos de la guerra, llegado a posesionarse de la costa del Pacífico, de Bo­livia y de la provincia entera de Tarapacá del Perú, es indudable que, tanto en el interés de sus habitantes como de toda nación civilizada y progresista, conviene que Chile quede como dueño permanente de estos territorios.

El territorio boliviano que deslinda con Chile no forma parte en la práctica de Bolivia; sus habitantes son casi exclusivamente chile­nos, y está cortado de Bolivia por un cordón de montañas inaccesibles. Su puerto de An­tofagasta no es útil ni para las importaciones ni exportaciones del interior de Bolivia, pues su entrada y salida al Pacífico se hace por una garganta de montañas que dan al puerto de Arica, en el Perú. Que Bolivia es acreedora a un puerto de la costa del Pacífico, nadie pue­de negarlo; y lo propio es que lo tenga donde la naturaleza tan sabiamente lo ha colocado. Dando a Bolivia una buena faja en el Pacífico, incluyendo el puerto de Arica, serviría de exce­lente promedio entre las dos repúblicas limí­trofes, y se la colocaría en situación de desa­rrollar sus recursos naturales por medio de un puerto seguro e independiente en el Pacífico.

Por un tratado celebrado entre Bolivia y el Perú, este último ha cobrado los impuestos de importación y exportación del primero por derecho del tránsito de las mercaderías, y por lo cual el Perú ha pagado $ 60,000 (?) al año. Pero se dice que la tesorería boliviana no ha recibido sino una pequeña parte de esa canti­dad.

Asumiendo tal rectificación de fronteras como uno de los resultados probables de la guerra, la provincia de Tarapacá llegará a ser desmembrada de la república peruana. En la costa e isla adyacentes de esta provincia están los grandes depósitos de guano, especialmen­te hipotecados a los tenedores de bonos eu­ropeos por un empréstito que alcanza ahora en principal y atraso de intereses la suma de 4o’ooo,ooo de libras esterlinas. En el interior de esta provincia están los grandes depósitos de nitratos en los cuales los ingleses, principal­mente, tienen invertidos unos 4’ooo,ooo de libras esterlinas.

Hasta el presente, por la ma­lísima administración del gobierno peruano, estas grandes riquezas naturales han sido más bien una maldición que una bendición para el país. Si en el tratado de paz, que debe ser fir­mado en poco tiempo más entre Chile, Bolivia y Perú, este último, de una manera irrevoca­ble, entrega a los tenedores de bonos todos los depósitos de guano y salitre que existen en la provincia de Tarapacá, recibiendo en cambio un descargo completo de toda su deuda exte­rior y de los certificados de salitre, de mane­ra que el Perú pueda empezar nuevamente a vivir libre de todo embarazo financiero, hay buenas esperanzas para la regeneración del país, porque el gobierno y el pueblo aprende­rían la saludable lección de que las entradas cifradas en una honorable industria tienden más al bienestar permanente de un nación de lo que no han podido realizar nunca las minas de oro y riquezas excepcionales.

La república vecina de Chile es un brillante ejemplo entre los Estados sudamericanos de los benéficos efectos que resultan de la honra­dez, de la industria y de la probidad.

Bajo tal gobierno, los tenedores de bonos peruanos tienen la mejor garantía de que sus derechos serán respetados, y que los depósi­tos de guano y salitre serán administrados de manera que los verdaderos dueños reciban un retomo sustancial. En la creencia de que este deseado fin será un hecho y que una paz per­manente sea establecida entre Chile, Perú y Bolivia, proponemos, como un arreglo final de esta cuestión, la anexión a Chile del presente litoral de Bolivia y de la provincia de Tarapacá, dando a Bolivia en cambio el puerto de Arica, y al Perú una cancelación de su deuda exterior.

Después de la manera vergonzosa como el Perú ha pagado con sus acreedores, no puede esperar que se le trate como si durante todo el tiempo hubiera sido un Estado honrado. Este no se atraería las simpatías del mundo civiliza­do aunque haga enérgicas protestas; y Chile, el Estado victorioso, tiene ciertamente derecho para exigir compensaciones por sus gastos y sus pérdidas.

El consejo que dimos en favor de una unión entre las varias secciones de los tenedores de bonos peruanos ha tenido buen éxito. En una reunión del comité internacional que tuvo lugar últimamente para discutir la situación comprometida por la ocupación de los depó­sitos del guano peruano por las fuerzas chile­nas, hubo comunicaciones del comité Russell, manifestando deseos de cooperar con el comi­té Croyle: de modo que podemos esperar una acción combinada en el camino que hemos in­dicado repetidas veces. En este caso, tenemos confianza en que los avances de los tenedores de bonos serán recibidos favorablemente por el gobierno chileno.