DEFECCIÓN DEL PRESIDENTE PRADO Y DERROCAMIENTO DEL PRESIDENTE DAZA

La pérdida del departamento peruano de Tarapacá, atribuido al desastre de San Francisco y a la contramarcha de Camarones, tuvo consecuencias trascendentales.
La tensión política que provocó en Lima y otras ciudades del Perú y el temor de una insurrección popular contra su gobierno indujeron al Presidente Mariano Ignacio Prado a dejar Arica y volver a la capital, a fin de controlar la situación. La decisión que tomó dejó muy sorprendidos a todos. Decidió abandonar el Perú con el pretexto de ir a Europa a obtener créditos y hacer importantes adquisiciones de pertrechos bélicos. ¿Era una huida?… ¿Por qué no delegaba plenos poderes a uno de sus colaboradores (entre los cuales los había muy capaces) y él permanecía en el puesto del deber?

Escribió al General Hilarión Daza:

«Querido compañero y amigo:

Hay absoluta necesidad de procurarnos a todo trance elementos de mar, por lo menos un poderoso buque que sea capaz de hacer frente a la escuadra enemiga… Después de pensar con madurez y obedeciendo a un sentimiento altamente  patriótico, he tomado la resolución de marchar hoy a Europa en demanda de los mencionados elementos… Mi presencia aquí no es indispensable, al paso que mi viaje a Europa será, tengo fe, de provechosos resultados… Las fuerzas del ejército aliado del sur están encomendadas a usted y a nuestros distinguidos jefes, quienes sabrán responder a su honra… Sólo pido que se tenga fe en mi patriotismo y contestaré con hechos. Calculo que el viaje demorará cuatro meses a lo sumo. Con el tiempo muy estrecho, sólo me resta saludarle y despedirme«.

El gobierno quedó en manos del vicepresidente, el octogenario General Luis de la Puerta.
Según informó el ministro boliviano en Lima, señor Zoilo Flores, la opinión pública calificó el viaje del General Prado «como una fuga o deserción» que provocaba «profundo despecho y cólera hasta en sus más íntimos amigos personales y políticos».
El señor Nicolás de Piérola, que incansablemente venía buscando el mando supremo de la república de tiempo atrás, aprovechó de las circunstancias. El 23 de diciembre (1879), sacó a las calles de Lima la «Guardia Peruana» que él tenía organizada como su contribución al esfuerzo bélico. En combinación con el batallón «Ica» en la misma capital y el batallón «Catamarca» en el Callao, se hizo dueño de la situación y se declaró dictador.

El cambio político en el Perú puso en inminente peligro la estabilidad del General Hilarión Daza en su puesto de Presidente de Bolivia. Desde luego, su popularidad había venido disminuyendo por la clase de vida que llevaba en Tacna, las arbitrariedades que cometía en el ejército, favoreciendo a los batallones de línea, particularmente al «Colorados«, su desprecio por los «jóvenes decentes» de la «Legión Boliviana» y el despotismo con el que trataba a muchos jefes y oficiales.

La contramarcha de Camarones, de la que fue señalado como el único culpable, acabó con el poco prestigio que aún le quedaba tanto en Tacna como en el interior de Bolivia y el resto del Perú. El señor Zoilo Flores le escribió desde Lima:

«La contramarcha de Camarones ha ocasionado una transformación completa en el concepto que se tenía de usted en este país. Esa contramarcha ha convertido a usted de una esperanza en una decepción, de una entidad colosal en un ser vulgar, de un valiente en un cobarde, de un objeto de envidia en un objeto de desprecio, de una garantía en la victoria en causa del desastre, y lo que es más, de un leal en un traidor, de un elemento de gloria nacional en un instrumento de vilipendio, de humillación, de vergüenza para la patria«.

Daza comprendió que si permanecía en Tacna su caída era indefectible.

El golpe de Estado de Nicolás de Piérola en el Perú era un antecedente funesto. Comenzó a adoptar medidas urgentes y secretas para retornar a La Paz con los batallones de línea, abandonando el resto del disminuido ejército. Disminuido por la defección de todas las unidades que estuvieron en el departamento de Tarapacá, después del combate de San Francisco y por las constantes deserciones en Tacna que él nunca trató de evitar.

Una vez listo su regreso y aprovechando de su condición de Supremo Director de la Guerra (que asumió en ausencia del Presidente Prado y sin que mediara la previa e indispensable anuencia del nuevo gobierno peruano) trató de hacer creer al Contralmirante Lizardo Montero, jefe de las fuerzas del Perú en el sur, que volvía a Bolivia para imponer una nueva estrategia aliada: los bolivianos atacarían a los
chilenos bajando desde el departamento de Potosí, mientras los peruanos avanzaban desde Arica hacia Tarapacá.

El Coronel Eliodoro Camacho enterado de los preparativos de Daza declaró más tarde:

«Vi un lúgubre cuadro de catástrofes en el porvenir. El ejército boliviano desertando del teatro de la guerra sin haber enfrentado al enemigo. Bolivia engañando a su hermana y aliada la república peruana, después de haberla comprometido en la guerra y después de haberla visto perder en poder del enemigo su más valioso departamento«.

Luego de consultar con otros jefes y algunos civiles, como Belisario Salinas, Abdón Senén Ondarza y José Rosendo Gutiérrez, Camacho decidió derrocar al Presidente Daza. Se aprovechó de que el 27 de diciembre (1879) viajó a Arica para una de sus
últimas entrevistas con el Contralmirante Montero. Se dio orden a los batallones que fuesen a lavar su ropa en el río Chaplina, distante unos pocos kilómetros de Tacna.

Mientras la ausencia de esas tropas y con el soporte de los integrantes de la «Legión Boliviana«, el batallón «Loa» y el regimiento de artillería, se tomaron presos al presidente Daza, a  los generales Arguedas y Alcoreza, se ocupó el local del Estado Mayor,
se retiraron las armas y la munición del cuartel del batallón «Colorados» y de las demás unidades no comprometidas en el golpe.
A su retorno del Chaplina, a las dos de la tarde, los batallones «Colorados«, «Sucre«, «Aroma«, «Viedma» y «Padilla» fueron recibidos en la Alameda por el Coronel Camacho y los demás jefes complotados y fueron informados de que el General Daza no era más General en Jefe del ejército ni Presidente de la República por su despotismo, su cobardía al ordenar la contramarcha de Camarones y sus
intenciones de volver a la patria a enfrentar bolivianos contra bolivianos.

Los batallones reingresaron a sus cuarteles en silencio, sin hacer demostración alguna a favor o en contra del movimiento operado, con excepción del «Colorados» cuyos integrantes no disimularon su despecho y cólera por el derrocamiento de su ídolo.
El General Daza se encontraba ya en su asiento del tren en el que iba a volver a Tacna, cuando se le aproximó el coronel peruano Maclean con un mensaje del Contralmirante Montero que le daba cuenta de lo sucedido en esa ciudad.

Daza buscó asilo en la residencia del Cónsul de los Estados Unidos por temor a que los revolucionarios quisiesen atentar contra su vida, a fin de consolidar su acción revolucionaria. Por medio del contralmirante pidió que el gobierno del Perú lo ayudase a recuperar su mandato constitucional. No lo consiguió. Esperó que los «Colorados» se levantaran a su favor arrastrando a las otras unidades de línea, pero
luego comprendió que les era imposible por estar desarmados y con sus líderes dados de baja. Acabó resignándose a su derrota. Llamó a su esposa e hija de La Paz y con ellas tomó un barco con destino a Francia.

Al comunicar oficialmente al Contralmirante Lizardo Montero el cambio político encabezado por él, el Coronel Eliodoro Camacho le expresó lo siguiente:

«El ejército boliviano ha desconocido la autoridad del General Daza y se pone a mis órdenes y yo a las de Vuestra Señoría, para cumplir nuestro deber en defensa de la alianza. El ejército boliviano saluda a Vuestra Señoría y en su persona al heroico y valeroso ejército de su hermana aliada. Sírvase Vuestra Señoría transmitir este suceso a su Excelencia el doctor Piérola, ofreciéndole el homenaje de nuestro respeto».

Fuente:

Aclaraciones historicas sobre la Guerra del Pacifico,Roberto Querejazu Calvo, pag. 132 – 135.