Conferencia de Arica: 22 y el 27 de octubre de 1880

La Conferencia de Arica, a veces llamada Conferencia del USS Lackawanna, fue una serie de negociaciones entablada en la ciudad de Arica entre el 22 y el 27 de octubre de 1880 por representantes de los países beligerantes en la Guerra del Pacífico, Chile y los aliados Bolivia y Perú, con el fin de finalizar la guerra. La conferencia de tres sesiones a bordo del buque de guerra estadounidense USS Lackawanna fue impulsada por la gestión de los representantes de los Estados Unidos en la región, quienes, además de terminar con el derramamiento de sangre, temían que las pérdidas ocasionadas por las acciones bélicas al comercio y a las propiedades de ciudadanos de países neutrales podrían inducir una intervención europea en el hemisferio, contraria a su doctrina Monroe.

La corbeta USS Lackawanna, el barco de guerra estadounidense a bordo del cual se realizó la conferencia.

 

La conferencia tuvo lugar durante la presidencia de Aníbal Pinto en Chile. Tras sendos golpes de estado, en Bolivia y Perú habían asumido durante la guerra Narciso Campero y Nicolás de Piérola, respectivamente.

Bolivia y Perú, militarmente indefensos tras las continuas derrotas, buscaban evitar la cesión de territorios y preferían un arbitraje de los Estados Unidos. Chile buscaba obtener una paz duradera que consolidara sus triunfos militares y exigió la cesión de Antofagasta y Tarapacá, compensaciones en dinero y la desmilitarización de Arica. Los aliados Bolivia y Perú se negaron a aceptar las condiciones de paz chilenas y las negociaciones fracasaron. Los historiadores culpan del fracaso a la ineptitud y la inconsistencia de la diplomacia estadounidense, entre otros, por haber inducido a los aliados a creer que los Estados Unidos impedirían una cesión territorial como Chile exigía.1​:60-61

Tras las fallidas negociaciones, la guerra continuó hasta 1883, cuando finalmente, tras enormes pérdidas humanas y materiales, con el tratado de Ancón (1883) y posteriormente con el tratado de Lima (1929), Perú debió ceder más territorios que los que negó en la conferencia. Bolivia, tras la firma del pacto de Tregua (1884) y del tratado de 1904, perdió Antofagasta y su salida al mar. En 1910 Bolivia sugirió a Perú entregarle Tacna y Arica para obtener una salida al mar; Perú rechazó la sugerencia.

 

Sesiones de la conferencia:

La conferencia se realizó en tres sesiones presididas por Thomas Osborn a bordo del buque de guerra estadounidense anclado frente a Arica.

22 de octubre

Thomas Osborn abrió la conferencia y reafirmó el deseo estadounidense de obtener una paz honorable y duradera para todos. A continuación presentó las reales condiciones bajo las cuales los Estados Unidos gestionaban la reunión: :«las bases bajo las cuales pueda celebrarse la paz son materia de la competencia esclusiva de los plenipotenciarios». Con ello, Osborn descartaba cualquier arbitraje estadounidense en el asunto. Luego se presentaron e intercambiaron las credenciales, tras lo cual cada delegación brevemente confirmó su esperanza de un término exitoso de las negociaciones.

En la primera sesión, el representante chileno Altamirano presentó las condiciones que exigía Chile para la firma de la paz.

25 de octubre

El representante peruano Arenas argumentó con razones de derecho, justicia y hermandad americana que si Chile exigía indemnizaciones, las negociaciones podían considerarse fracasadas. El enviado chileno Altamirano las exiguió como garantías de paz y compensación por los costos de la guerra.

Baptista reconoció que Chile tenía el derecho a indemnización pero solo monetaria. Llegado el momento, los enviados peruanos propusieron el arbitraje estadounidense, como se les había instruido en Lima. Los negociadores chilenos rechazaron inmediatamente tal propuesta. El enviado boliviano Carrillo recordó a los mediadores estadounidenses que la presencia boliviana en la conferencia era por la promesa estadounidense de arbitrar en el asunto. Osborn repitió que Estados Unidos no deseaba arbitrar en el conflicto.

27 de octubre

Tras la evidente incompatibilidad de las condiciones de paz, no hubo negociaciones y fue solo de despedida.

Consecuencias:

Tras el fracaso de las negociaciones, los beligerantes culparon a la parte contraria y los aliados solicitaron una intervención argentina para tutelar sus derechos. Argentina solicitó entonces el apoyo brasileño para buscar la paz a razón de que: «La prosecusión de la guerra […] puede llegar a comprometer principios que deben resguardarse como bases de la buena intelijencia y del reposo continental». Sin embargo, Brasil no mostró interés en inmiscuirse.

Entre los representantes estadounidenses se suscitó una disputa sobre las causas del fracaso. Adams y Christiancy culparon, además de una presunta interferencia británica, francesa e italiana a su colega Osborn por haber negado un arbitraje estadounidense. Osborn respondió que todos los presentes en la conferencia sabían que Chile consideraba Tarapacá y Antofagasta intransables y que no estaba dispuesto a someterlas a arbitraje por lo que la petición no tenía sentido y Evarts lo respaldó comunicándoles que los Estados Unidos no deseaban imponer un arbitraje.

Los historiadores han dado una sentencia unánime y lapidaria sobre la diplomacia estadounidense durante la guerra. Sus diplomáticos eran mal pagados, inexpertos, mal instruidos y, tras un tiempo en sus funciones, asumían los intereses de los gobiernos anfitriones. Mellington finaliza su estudio sobre la diplomacia estadounidense durante la guerra de la siguiente forma:

If the American State Department had laid down a more realistic policy at the outset, if it had pursued this program with firmness and tact, and if it had possessed in its diplomatic officers in Western South America men of ability, energy, and skill, it may have done much to shorten the war, and to arrange an equitable peace. Si el Departamento de Estado estadounidense hubiese proyectado al comienzo una política realista, si la hubiese seguido firmemente y con tacto, y si hubiese tenido en su servicio diplomáticos capaces, enérgicos y hábiles podría haber hecho mucho para acortar la guerra y conseguir una paz justa.
Mellington, American Diplomacy during the War of the Pacific.

Campero y Piérola no asumieron sus derrotas militares y, quizás deslumbrados por las infaustas sugerencias de pequeños funcionarios estadounidenses, eligieron continuar la guerra que llevó a Perú no solo a la pérdida de más territorio, sino a la guerra civil peruana de 1884-1885. El historiador boliviano Querejazu, llama a la persistencia boliviana de permanecer con Perú incluso en la derrota y a costa de despreciar una salida al mar propia y directa, además de heroica y generosa, «una aberración boliviana [que] parecía obedecer a un complejo atávico de fusión, madurado a través de siglos […] combinado con un complejo de gratitud provocado por la cándida aceptación del infundio de que el Perú ingresó a la guerra nada más que por ayudar a Bolivia».

El 17 de enero de 1881, las tropas chilenas ocuparon Lima, pero la guerra continuó hasta la firma del tratado de Ancón (1883).