El 10 de octubre de 1879 el diario «El correo español» de Buenos Aires, publicó este editorial que trasunta evidente simpatía por la causa chilena. Aparece en la colección documental de Pascual Ahumada Moreno.
El Cochrane disparando al Huáscar». Hubo diarios argentinos que no pudieron ocultar su satisfacción por el éxito de la flota chilena.
“No bien tuvimos el primer aviso del combate de Mejillones (norte de Chile), en que la bandera peruana ha sido arriada por segunda vez ante el enemigo, desde que se inició la campaña naval del Pacífico, nuestro espíritu se prepara para oír a algunos colegas a quienes no podía hacerles gracia el triunfo que en aquellas aguas lograban las armas de nuestros vecinos ultramontanos.
La rendición del “Huáscar” tenía que ser apreciada a su antojo por aquellos a los que mataba la esperanza de ver a Chile vencido, tributario y empobrecido, destruido su poder marítimo y sin miras de levantarse, sino tras largo tiempo, de una postración a que con placer lo hubieran visto condenado.
“La Prensa”, por una parte, sin acordarse de cuán malo es hacer suposiciones, hace algunas de ese combate que a fe son perdonables en el colega, dado ese lujo de novedad y redundancias con que reviste toda noticia grave que aparece en sus columnas.
El colega presenta al “Huáscar” cual un débil niño rodeado por una escuadra de atletas, convertido en “una fiera que, ensangrentada y en agonía, yace en tierra”.
No dudamos que el contralmirante Grau se haya batido como un león al verse acosado por los buques enemigos, que haya muerto como un valiente sobre el puente de su nave, y que sus subalternos sucediéronle con iguales disposiciones para morir con gloria.
Lo esperábamos y lo aplaudimos.
Pero aun así, ¿por qué se pretende desvirtuar el efecto moral de esa acción? ¿A qué conduce eso de empequeñecer la estrategia de los marinos chilenos por haber logrado encerrar al marino que jamás presentó combate sino en condiciones de una superioridad extraordinaria?
De otro modo era imposible coger o hundir al “Huáscar”; con su andar habría burlado siempre a sus enemigos cuando se presentaran en condiciones iguales o superiores.
El “Huáscar”, pues, se ha visto obligado a rendirse ante un enemigo que lo atacó en buena lid y del cual huyó sin conseguir escapar, teniendo como último recurso que resistir hasta que le fuera posible, y salvar por lo menos a la corbeta “Unión” que, dado su andar, pudo por lo visto tomar rumbo a Arica, despreciando el comandante García y García la ocasión de imitar a su noble y heroico compañero de armas.
Pero no se reduce a ese solo punto la nobleza de ciertos periódicos: va aún más allá de tales límites.
“La República”, no menos que el órgano oficial del Gabinete nacional, aprecia ese hecho en los términos siguientes:
“Las noticias de más sensación ayer han sido las referentes a la rendición del Huáscar. Han conmovido la opinión, al ver que la escuadra del Perú queda destruida, y aumentada la de Chile con un buque más, y poderoso, como es el Huáscar. Nuestros políticos de aquí comenzarán a arrepentirse y a divisar peligros ciertos, porque la intolerancia y la petulancia de Chile no tendrá límites.
¿Tenía o no razón La República cuando en una serie de editoriales decía que había llegado la oportunidad de arreglar nuestra cuestión con Chile definitivamente, y que si nos declarábamos neutrales debía ser a condición de un arreglo definitivo?”
Y esto lo dice el diario de que es propietario el señor presidente Avellaneda, no mucho tiempo después de que su ministro de Relaciones Exteriores se dirigía al Congreso en estos términos, a propósito de la cuestión con Chile:
“Mientras esas naciones se desgarran en lucha fratricida y prefieren dirimir sus cuestiones en medio del humo y de la sangre de las batallas, en vez de buscarles solución, en paz y amistad, confiándolas al fallo desapasionado de un árbitro, la República Argentina ha sabido evitar con honor las calamidades de la guerra, y espera de la justicia el triunfo de su derecho.
Esta actitud moderada y digna le facilita los medios de ensanchar sus horizontes comerciales, exportando en grande escala, y bajo diversas formas, los ganados de sus verdes
planicies, y abriéndose con sus mieses nuevos mercados en el mundo.
Haciendo votos fervientes por la paz entre las tres repúblicas del Pacífico, hijas de una madre común, a las que nuestra patria señaló un día el camino de la victoria, luchando con ellas y por ellas en nombre de la independencia y de la libertad de América, el Gobierno cree que no debe intervenir en sus actuales contiendas, y mantendrá sin debilidad ni provocaciones la política exterior dentro del límite estricto de nuestros derechos”.
El doctor Avellaneda, como gobernante, se presenta ha un mes ante el Congreso con la palma de la paz en alto, pidiendo y prometiendo, por su parte, neutralidad absoluta en la contienda del Pacífico; y como periodista pide hoy el arrepentimiento de haber obrado bien, para contener la insolencia y petulancia de Chile.
¿Qué pretende con esos cambios de frente el doctor Avellaneda? ¿Cree que tal proceder ha de serle aplaudido por los hombres de conciencia honrada?
Se equivoca redondamente. Tal paso no es el que corresponde a un hombre de Estado, y mucho menos al jefe de una nación amigay que en documentos públicos ha estampado palabras que son una garantía de neutralidad absoluta.
Pero ¿a qué proponernos a enderezar entuertos posibles?
¿Novemos diariamente ejemplos semejantes en ciertos periódicos y con hombres que son tenidos ante el público como sensatos y prudentes?
Felizmente el doctor Montes de Oca, después de proceder con todo patriotismo y lealtad en las conferencias con el señor Balmaceda, se ve libre de la responsabilidad que pudiera caberle por las imprudencias y falta de tacto político del doctor Avellaneda».