Vuelve a los buques mercantes:
Poco tiempo después de haber concluido con el proceso judicial, Miguel Grau solicita licencia del servicio naval y se aleja por segunda vez de la Armada Peruana, para dedicarse a lo que había aprendido a hacer desde su niñez:
«Navegar en buques comerciales«.
En esta etapa de su vida también contrae matrimonio en Lima con Dolores Cabero Núñez, el 12 de abril de 1867.
Contralmirante John Randolph Tucker
Los historiadores coinciden en que «el guano» y «el salitre» habían convertido las costas peruanas del sur en un codiciado lugar, vasto, pleno y rico. Parecía avecinarse un futuro prometedor y de desarrollo para el país. En este contexto Miguel Grau asume, el 13 de mayo de 1867, el mando del vapor Callao, de propiedad de la empresa Pacific Steam Navigation Company, líder de los servicios comerciales de entonces en el litoral sudamericano.
La mayoría de los trabajadores de la empresa naviera eran británicos, especialmente los comandantes de buque; sin embargo, Grau gozaba ya de un indiscutible prestigio en la navegación, lo que le permitió obtener el mando del barco Callao.
Al poco tiempo, este barco sería reemplazado en ruta por el vapor Quito, del cual también sería capitán. A esta labor estuvo dedicado entre mayo de 1867 y febrero del año siguiente.
Era 1868, el general Pedro Diez Canseco asumió la Presidencia de la República por tercera vez y de manera interina.
Una de sus primeras acciones fue llamar al servicio a los oficiales que se habían retirado voluntariamente a raíz del problema suscitado por la designación del contralmirante John Randolph Tucker a la cabeza de la escuadra peruana.
Así, Grau se incorpora nuevamente a la Marina el 5 de febrero de 1868, y el 27 de febrero se le otorga el mando del monitor Huáscar.
El periodo del general Diez Canseco al frente del Ejecutivo duraría muy poco, pues le sucedió en el cargo el coronel José Balta Montero. Sin embargo, como uno de sus últimos actos de gobierno, Diez Canseco otorgó el ascenso a capitán de navío graduado a Grau, debido, por cierto, a sus invalorables méritos al servicio de la patria.
«Timón desde donde nuestro Gran Almirante brilló en la conducción de legendarias campañas navales».
El político comprometido:
La presidencia de José Balta trajo al país cierta calma social y fue época de grandes inversiones públicas, como puertos, caminos y sobre todo ferrocarriles, lo que endeudó el futuro del Perú con la garantía del guano, hecho que traería al país, posteriormente, serios problemas económicos.
En este contexto, Miguel Grau se mantuvo al mando del Huáscar durante los cuatro años de gobierno del presidente Balta. Fueron años de paz, en los que se creó una afinidad de espíritu de Grau con el Huáscar.
El binomio «hombre máquina» dedicaba todos sus esfuerzos a vigilar nuestras costas, levantar planos, reportar movimientos en el mar después de los sismos, capacitar y evaluar a los alumnos de la Escuela Naval y entrenar a sus hombres en la dura tarea del mar.
Grau gozaba de un bien ganado prestigio como experimentado marino y defensor de los intereses del país. Había establecido una estrecha amistad con un gran político, Manuel Pardo y Lavalle, fundador del Partido Civil, un lúcido personaje de la época. Pardo estaba convencido de la necesidad que personalidades civiles se hicieran cargo del Poder Ejecutivo, propuesta que respaldaron destacados intelectuales y militares de entonces.
Sobre este punto, José Agustín de la Puente Candamo sostiene:
«La amistad estrecha y constante entre Grau y Manuel Pardo no es un vínculo personal: hay una coincidencia intelectual y política, y se acrecienta en Grau la imagen del jefe del Partido Civil como la figura peruana más importante del momento y en la cual es posible depositar múltiples esperanzas«.
Esta estrecha relación de Grau con Pardo también es exaltada por Jorge Basadre. En un emotivo discurso con ocasión de cumplirse el primer centenario del día del nacimiento de Miguel Grau, en julio de 1934, Basadre destacó la larga militancia de nuestro gran personaje en el Partido Civil:
«Grau fue antiguo civilista, amigo íntimo y confidente de Manuel Pardo«.
En mayo de 1872, después de un largo proceso electoral, es elegido presidente Manuel Pardo y Lavalle, quien reemplazaría a José Balta. En las mismas elecciones, y también en representación del Partido Civil, es elegido senador por Piura Lizardo Montero, amigo íntimo de Miguel Grau.
El diputado Miguel Grau se involucra con rapidez en los debates de la Cámara Baja, mostrando siempre especial preocupación por los temas de la Marina.
Grau y la rebelión de los Gutiérrez:
Los resultados del proceso electoral no satisfacían a ciertos políticos militaristas, por lo que la casi finiquitada gestión gubernamental del aún presidente Balta encontró una cerrada oposición en su ministro de Guerra, coronel Tomás Gutiérrez, quien trataba de impedir que asumiera la Presidencia de la República el civilista electo, Manuel Pardo.
Tomás Gutiérrez minimizó la capacidad de los civilistas, pues estaba convencido que la presidencia del país en manos de un civil sería un total descalabro, por lo que con el apoyo de sus tres hermanos, también coroneles: Silvestre, Marcelino y Marceliano decide levantarse en armas el 21 de julio de 1872.
Silvestre toma Palacio de Gobierno, apresa al presidente Balta y lo encierra en el cuartel de San Francisco. Simultáneamente Marceliano encabeza un batallón y en la Plaza de Armas, frente a Palacio, proclama a su hermano Tomás como jefe supremo de la República.
En tanto, el Congreso hace un llamado a la defensa del orden constitucional y desautoriza la asonada de los Gutiérrez. Por su parte, la población deplora la actitud de los hermanos, que responden decretando la disolución del Congreso.
Tomás Gutiérrez exige el respaldo de las armas, por lo que dirige una comunicación al comandante general de la Marina, capitán de navío Diego de la Haza, ordenando el inmediato apoyo de todas las unidades navales. Aun conociendo de antemano la respuesta, que sería contundente, De la Haza cumple con su deber de consultar la opinión de los comandantes de todos los buques de la Armada, que no solo acuerdan negar cualquier respaldo a los rebeldes, sino que suscriben un comunicado público en el que rechazan el golpe de Estado.
Los marinos, reafirmando su vocación constitucionalista, manifiestan que lucharán con todos los medios a su alcance para restablecer en el país el orden constitucional.
El histórico documento fue suscrito por Miguel Grau y rubricado por cuarenta y cuatro oficiales más.
Es pertinente aquí relievar brevemente la actitud principista de la Marina en permanente defensa del orden jurídicamente constituido. Este accionar de la Armada Peruana ha sido siempre el norte institucional, tanto por respeto a la Constitución y las leyes como por convicción democrática y una coherente y caracterizada tradición, mediante la cual Miguel Grau se erige en paradigma, cuyo legado, esencial a la generación de marinos peruanos de ayer y de hoy se continúa escribiendo con sangre, pues ha sido forjado en el crisol del auténtico patriotismo.
La Marina y Grau supieron dar ejemplo de profundo respeto a las autoridades legalmente constituidas merced al mandato del pueblo, para conducir ordenadamente los destinos de la sociedad peruana. Y decir esto es, sencillamente, una ratificación de la digna actitud del célebre marino don Miguel Grau Seminario, quien supo compatibilizar magistralmente y de manera honrada, aún como era obvio, con múltiples sacrificios, sus dos grandes vocaciones al servicio de la patria: «la de marino y la de ciudadano».
Ahí están los testimonios, documentales que lo corroboran. Si, él protestó, se rebeló y hasta comprometió su propia condición de oficial subordinado, fue por un designio superior, el amor a la patria, con todo lo que ello conlleva.
Entonces era evidente que la revuelta de los hermanos Gutiérrez fuese rechazada de plano por la escuadra peruana.
Asesinato del presidente José Balta durante la Revolución de los hermanos Gutiérrez
Por otro lado, el presidente electo escapa y llega al Callao, donde se embarca en un pequeño bote, siendo acogido por Miguel Grau en el Huáscar, para, de inmediato, ser trasladado al Independencia. Sobre este tema en la Historia gráfica de Miguel Grau, del contralmirante Fernando Casaretto Alvarado, se detalla lo siguiente:
«Balta, que se hallaba prisionero desde el comienzo del golpe, es fusilado por orden de Tomás Gutiérrez en el cuartel de San Francisco. Al enterarse de esto, el pueblo limeño se alza en rebelión incontenible y, armado de palos, piedras y barretas de fierro, toma justicia por su propia mano. La muchedumbre lincha a Silvestre Gutiérrez en la estación de San Juan, cuando se disponía a tomar el tren al Callao. Tomás y Silvestre son muertos por las turbas y sus cadáveres son colgados en una torre de la Catedral de Lima. Marcelino escaparía de la masacre«.
Finalmente, Manuel Pardo y Lavalle asumió el poder, y se convirtió así en el primer civil de la historia del Perú que tuvo la responsabilidad de gobernarnos.
Don Manuel Pardo se propuso modernizar la educación y profesionalizar las Fuerzas Armadas. No obstante, muchos de sus proyectos no pudieron ser concretados debido a la crisis económica que se presentó por el agotamiento del guano de las islas.
Diputado por Paita:
Siendo aún presidente del Perú, Pardo se había planteado en 1876 la necesidad de renovar los poderes del Estado. Así, un grupo de ciudadanos lanza la candidatura presidencial del general Mariano Ignacio Prado, quien había sido ya presidente de 1865 a 1867. Igualmente se presenta la candidatura presidencial del contralmirante Lizardo Montero, por el Partido Civilista; sin embargo, su discurso extremista alarmó al presidente Pardo, quien no le dio su respaldo (en aquella ocasión, Montero postuló tanto a la presidencia como a una senaduría por Piura).
Grau se integró a la Cámara de Diputados el 28 de julio de 1876 representando, la provincia de Paita.
Aunque Prado no estuvo en el país durante las votaciones definitivas, pues había viajado a Europa, obtuvo la Presidencia de la República por amplia votación. Como la Constitución de 1860, que regía entonces, permitía que los candidatos pudieran postular simultáneamente a la presidencia y a una senaduría, el contraalmirante Lizardo Montero se acogió a este derecho constitucional, y, aun perdiendo la elección para presidente, fue investido como senador por Piura.
En este mismo proceso electoral, ilustres representantes del puerto de Paita solicitaron a Miguel Grau que aceptara representar en el Congreso a la provincia que lo vio crecer, donde pasó los primeros años de su vida y en la que creó desde su infancia un inmenso vínculo con el mar, participando en las elecciones por una curul en la Cámara de Diputados.
Para ello, indudablemente, contaría con el apoyo del Partido Civil y el respaldo del presidente Pardo. Miguel Grau Seminario, dando muestras, una vez más, de su acendrada vocación democrática, aceptó la candidatura propuesta.
Nuestro ilustre personaje, con 42 años y la serenidad que da la experiencia vivida, se había forjado el respeto y la admiración de destacados políticos e intelectuales de la época, en medio del calor del pueblo paiteño, por lo que fue elegido diputado suplente. Pero a los pocos días de instalado el nuevo gobierno, Grau es convocado, en agosto de 1876, para ocupar en propiedad su curul, por lo que deja temporalmente la Comandancia General de la Marina.
Diputado por Paita – Don Miguel Grau Seminario 1983
Resolución Legislativa No. 23680
Al respecto, es sumamente ilustrativa la ponencia de Teodoro Hampe:
«Reorganización de la Marina de Guerra del Perú (1876-1879) en torno a las propuestas del diputado Miguel Grau«.
El historiador dice lo siguiente:
Enrolado como miembro en el Partido Civil, y haciendo uso de las atribuciones que concedía a los oficiales en servicio la Constitución Política en 1860, don Miguel Grau fue propuesto para integrar la Cámara de Diputados en representación de la provincia de Paita, a la cual se hallaba sentimentalmente ligado desde su niñez. En aquel entonces, la provincia paiteña era una de las cinco que pertenecían al departamento de Piura y tenía una población distribuida en siete parroquias o distritos:
- Amotape.
- El Arenal.
- Colán.
- La Huaca.
- Querecotillo.
- Sullana.
- Paita.
En la documentación guardada en el Archivo del Congreso de la República constan las circunstancias de la elección parlamentaria de Grau.
Reunidos en colegio electoral, un grupo de 38 votantes:
los ciudadanos ‘notables’ de las siete parroquias referidas, convocado por Baltazar Pallete, firmó dando su respaldo al candidato civilista en noviembre de 1875. Así, a los 42 años se alejaba don Miguel del comando del Huáscar y se integraba a las labores de la Cámara de Diputados para un periodo de seis años, a partir del 28 de julio de 1876.
El inicio de su labor como diputado debió de ser difícil para Miguel Grau, ya que era una actividad distinta a la que había realizado hasta ese momento, y de la cual no tenía experiencia. Sin embargo, gracias a su disciplina y perspicacia, el futuro héroe se involucra con rapidez en los debates, expresando siempre su preocupación por el bien del país.
Muestra una preferente atención por los temas vinculados a la Marina, la cual es posible apreciar en los libros de debates de aquella época. Por ejemplo, Grau afirma:
«Se debe conservar a los empleados que están en presupuesto; que no se debe reducir el personal en la capitanía del lago Titicaca; y que es necesario formular cuanto antes una ley sobre maquinistas de la escuadra, estudia los derechos de estos maquinistas. Sostiene que es un error suprimir la partida relativa a ayudantes de la capitanía del puerto Iquique«.
En relación con este tema, Raúl Porras Barrenechea afirma en su «Elogio a Grau«:
«En el desempeño de su función legislativa exhibirá la misma sobriedad del gesto y del alma que en la milicia. Habla pocas veces diciendo que no conoce los usos parlamentarios y apoya gastos de magnanimidad y filantropía«.
Progresivamente Grau se fue involucrando más con el trabajo parlamentario, luego se le verá relacionado a temas de la realidad nacional y no solo los referidos a la Marina. Así, participa en debates y votaciones sobre situaciones de interés nacional.
Se evidencia entonces una voluntad de servicio al país. Al respecto, José Agustín de la Puente dice:
«En esta tarea aflora una vez más la voluntad de servicio que está en la entraña vital del comandante del Huáscar. Servir al Perú usando muchos caminos; servirlo en el esfuerzo diario del oficial de la Marina, servirlo en las tareas de conductor de su arma cuando es comandante de ella, servirlo como diputado en el análisis y la decisión de las cuestiones que llegan a conocimiento del Congreso y, sobre todo, servirlo con el ejemplo de una vida fiel a su vocación profesional, a su país y a su propia conciencia. Este es un mensaje que Grau ofrece al Perú cuando no ha cumplido aún 45 años«.
Posteriormente, el 16 de noviembre de 1878, el país quedó conmocionado con la alevosa muerte del expresidente Manuel Pardo y Lavalle, fundador del Partido Civil y en ese momento presidente del Senado. Pardo fue asesinado a los 44 años, en la puerta principal del Congreso de la República, por el sargento Melchor Montoya, integrante de la guardia del batallón Pichincha, encargada de rendir honores y presentar armas ante la autoridad.
Investigaciones posteriores señalaron que ni el gobierno de entonces ni Piérola y sus seguidores (enemigos políticos de Pardo) tuvieron algo que ver con el asesinato. Como es fácil inferir, Miguel Grau sintió mucho este infausto acontecimiento, pues su adhesión a las ideas de Manuel Pardo no solo correspondía a una afinidad de pensamiento, sino también a una entrañable amistad. Mas este hecho reafirmó en él sus ideales democráticos y patrióticos que supo vivirlos a plenitud.
Sin duda, fue una época de anarquía y violencia. Tuvo que ser difícil para Grau comprobar cómo el país se alejaba de la paz, la razón, la concordia y la tolerancia, ideales que él ciertamente supo vivir y se esforzó por inculcar.
Fuente:
página 26