Las caricaturas chilenas de la guerra del Pacífico.

Vistas y revisadas las características generales de los periódicos de dibujos satíricos publicados en Chile durante los años del conflicto del salitre, conocidos a grandes rasgos los fundamentos de su línea editorial, su orientación política y los tópicos más destacados tratados en sus páginas, corresponde ahora exponer una selección de las caricaturas chilenas creadas a propósito de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia.

La muestra de los grabados elegidos para ser presentados en las páginas siguientes, se ha hecho siguiendo la división propuesta en el capítulo anterior, referida a la existencia de seis temas generales tratados por los artistas en sus trabajos, vale decir, las dedicadas a las acciones militares de la guerra, las referidas a la política exterior chilena y la liquidación del conflicto, la visión de los caricaturistas respecto de los enemigos de la causa chilena, la elección presidencial de 1881, la ocupación de Lima y las dedicadas a las consecuencias de la guerra para los soldados que combatieron en ella. Previo a la presentación de las caricaturas, se incluirá una sucinta introducción donde se comentarán parte de las circunstancias y coyuntura que sirvió de base para la motivación e inspiración de sus creadores, para luego ser dadas a la luz en los distintos periódicos de sátira política de Santiago y Valparaíso. De ese modo, se intentará mostrar parte de la sucesión de acontecimientos los cuales dieron pie para plantear las diversas posiciones al respecto, las cuales quedaron plasmadas en cada uno de los grabados relativos a la guerra.

La política exterior chilena y la liquidación de la guerra

“No nos hagamos ilusiones. Los yankees quieren a toda costa meter su
cuchara en nuestros asuntos con el Perú y Bolivia.”

El Padre Cobos. Enero 7 de 1882.

La ocupación de Antofagasta por las tropas chilenas en el día de San Valentín del año 1879, producida debido al inminente remate de las oficinas salitreras establecidas en su mayoría con capitales y trabajadores chilenos, decretada por el gobierno de Bolivia ante la negativa de pagar un impuesto de 10 centavos por cada quintal de nitrato, no fue otra cosa que la materialización de los inevitables roces producidos por la expansión económica de Chile hacia el desierto de Atacama. Esta fue, a grandes rasgos, la causa verdadera de la guerra más allá de la violación flagrante del acuerdo limítrofe de 1874 entre Chile y Bolivia.

Sin embargo, para las autoridades de La Moneda, los militares y la opinión pública, no dejó de resultar sorpresivo que los vientos de guerra llegaran desde el norte, cuando todos los esperaban desde allende los Andes.La Patagonia fue objeto de una disputa que estuvo a punto de hacer estallar un conflicto armado entre Chile y Argentina, convirtiéndose en la mayor preocupación de la diplomacia chilena durante gran parte de la década de 1870 hasta fines del siglo XIX. La firma del tratado Fierro – Sarratea, en diciembre de 1878, abrió un paréntesis en los problemas fronterizos en el sur.

Iniciada la Guerra del Pacífico el gobierno chileno, ya con la certeza de verse enfrentado simultáneamente a Perú y Bolivia unidos desde 1873 por un tratado secreto, junto con la preparación e implementación de la campaña militar se embarcó en la denominada “Política Boliviana” la cual consistió en intentar sacar de la alianza a la nación altiplánica, a cambio de intentar por algún medio el traspaso y cesión de Tacna y Arica. Así, a esta última se le ubicaría entre Chile y Perú, con el objeto de obligar a este último a aceptar las condiciones de paz impuestas por Chile, y así renunciar definitivamente a reivindicar el departamento de Tarapacá. Tal idea tuvo bastantes adeptos en el gabinete del presidente Pinto, no obstante luego de varios intentos y desencantos fracasó definitivamente.

Luego de las victorias chilenas en las aguas del Océano Pacífico, en Tarapacá y en Tacna y Arica, la diplomacia de los Estados Unidos intentó propiciar un avenimiento entre los beligerantes. El 22 de octubre de 1880, en la rada de Arica a bordo del buque de guerra estadounidense Lackawanna y con la presencia de los ministros Osborn, Christiancy y Adams, se llevaron adelante las primeras conversaciones de paz que no llegaron a buen puerto, debido a la negativa del Perú a ceder los territorios de Tarapacá y Moquegua en ese momento ya conquistados por Chile. Las tratativas para terminar con el derramamiento de sangre, no se reiniciarían sino hasta después de la entrada de las tropas chilenas a Lima en enero de 1881.

Si los Estados Unidos intervinieron en la Guerra del Pacífico durante el año 1880, también lo hicieron en los subsiguientes 1881 y 1882. Con el ejército chileno de ocupación establecido de manera indefinida en la Ciudad Virreinal y elegido bajo su alero un gobierno provisional del Perú, encabezado por Francisco García Calderón en la ciudad de La Magdalena pese a encontrarse amagado por otros caudillos que decían ser los legítimos gobernantes del país, el representante estadounidense en Lima propuso una fórmula de paz basada en el pago de Perú a Chile de una indemnización de guerra, a cambio de la devolución de los territorios ocupados. Subrepticiamente, con un acuerdo como este se vería beneficiada la Sociedad de Crédito Industrial y Comercial de París, en la cual existían algunos intereses estadounidenses, compañía que decía ser acreedora del Perú por una gran suma de dinero. Tal idea nunca prosperó. Otras propuestas fracasaron también debido a la intromisión dirigida desde Washington por el secretario de estado James G. Blaine, motivado por intereses económicos personales en el Perú, y ejecutada por su ministro en Lima Stephen Augustus Hurlbut. En cuanto Blaine fue reemplazado en la conducción del Departamento de Estado, las conversaciones de paz se reencauzaron centrándose exclusivamente en las conversaciones entre los países beligerantes, aunque con la activa participación de los representantes norteamericanos, pero desde una posición basada en una política y voluntad real de neutralidad.

Finalmente, tras cuatro años de guerra y de múltiples negociaciones infructuosas, el 20 de octubre de 1883 se firmó el Tratado de Ancón que puso fin al estado de beligerancia entre Chile y Perú. Meses después, el 4 de abril de 1884, se firmó el Pacto de Tregua indefinida entre Chile y Bolivia. Con estos dos actos, culminó de manera oficial la Guerra del Pacífico.

Caricatura 1

A días de la firma del Tratado Fierro-Sarratea (6/XII/1878) entre Chile y Argentina, uno de los tantos hechos significativos en la disputa por la posesión de la Patagonia, cuestión resuelta años más tarde en plena Guerra del Pacifico, El Combo del día 14 de diciembre de 1878 publicó esta sátira donde muestra el descontento de la prensa ante la firma del convenio. En el dibujo aparece el presidente chileno Aníbal Pinto caracterizado como un artista circense, aprontándose a realizar una pirueta desde la cuerda floja hacia un aro donde se lee el nombre de “Patagonia”, el cual es sostenido por el entonces diputado José Manuel Balmaceda. Al mandatario se le acusa de ser capaz de realizar cualquier maniobra con objeto de mantener su tranquilidad aun mancillando el honor del país. Nótese como “El Combo”, personaje homónimo al periódico y suerte de “roto”, sostiene con una vara a Pinto mientras le advierte sobre los peligros de una caída. Al parecer, el diputado Balmaceda es incluido en esta caricatura pues acogió los planteamientos pacifistas de Manuel Bilbao, un cronista chileno cuyas ideas vieron la luz en Buenos Aires, llegando a proponerlo a él como la persona indicada para mediar en el conflicto.

Caricatura 2

 

El Fígaro publicó esta caricatura el sábado 18 de enero de 1879, denunciando la disparidad de la política exterior aplicada por el presidente Aníbal Pinto con los vecinos de Chile. Para aplacar las pretensiones de la Argentina, representada por un león robusto, es decir, un rival poderoso, Pinto le ofrece algunos trozos de carne con los nombres de los territorios de la Patagonia, Santa Cruz y Magallanes, como compensación para asegurar la paz en vista de los problemas limítrofes. Por el contrario, a Bolivia, país débil caracterizado como un rechoncho y alicaído cervatillo, es tratado con rigor para solucionar los conflictos derivados de la explotación salitrera en Antofagasta.

Caricatura 3

Durante 1879 el gobierno chileno, debido a la iniciativa del ministro de relaciones exteriores y luego del interior, Domingo Santa María, propuso a Bolivia le entregara Antofagasta a cambio de la sesión de Tacna y Arica. Estas y otras tratativas han sido denominadas por la historiografía chilena como la “Política Boliviana”. El presidente boliviano Hilarión Daza, luego de estudiar la documentación correspondiente, puso en conocimiento de la oferta chilena tanto al Perú como a la Argentina. La caricatura, publicada por El Barbero el 18 de octubre de 1879, muestra a Daza caracterizado como una mujer, siendo cortejada por el jefe de gabinete chileno con un ramo de flores donde se leen los nombres de Tacna y Arica. Por otra parte, el presidente del Perú Ignacio Prado recibe un sobre de manos de Daza, por el cual se impone de las intenciones chilenas, a la par que interpela a Santa María por incitar a la infidelidad de la nación del altiplano.

Caricatura 4

A través de esta caricatura dada a la luz el 22 de noviembre de 1879, El Barbero denuncia la intervención a favor de Perú y Bolivia por parte de la república Argentina. El presidente Nicolás Avellaneda sujetándose en el lado de la balanza donde se encuentran los aliados (Hilarión Daza y Mariano Ignacio Prado), lamenta que pese a sus intentos por favorecerles, no es suficiente para revertir la situación a su favor debido al peso impuesto por las balas del ministro Domingo Santa María. La figura del jefe de gabinete es colocada por sobre la de otros personajes chilenos civiles importantes de la Guerra del Pacífico, tales como el propio presidente Aníbal Pinto o el ministro Rafael Sotomayor.

Caricatura 5

El 20 de diciembre de 1879, El Barbero publicó esta caricatura que muestra la decisión y voluntad del gobierno chileno por mantener bajo su control la rica provincia de Tarapacá. El presidente chileno, Aníbal Pinto se aferra con firmeza a una columna donde se lee el nombre de la región recién conquistada por Chile, mientras un vetusto locomóvil conducido por el nuevo presidente del Perú Nicolás de Piérola, quien asumió el poder luego de la fuga de Mariano Ignacio Prado y una revolución, trata de sacarlo de allí.

Caricatura 6

Caricatura de la portada de El Ferrocarrilito en su edición del miércoles 20 de octubre de 1880. Dos diplomáticos vestidos con sus respectivos atuendos, discuten los términos de un posible arreglo entre Chile y la alianza Perú-boliviana con sus lenguas transformadas en filosas espadas. Según un verso que acompaña a este grabado las conferencias de paz de Arica, llevadas adelante gracias al ofrecimiento de mediación por parte de los Estados Unidos y realizadas entre el 22 y 27 de octubre de 1880, no son otra cosa que una muestra de la forma en que el Perú, derrotado en los campos de batalla intenta revertir su suerte en el conflicto. Por su parte, los chilenos según lo expresó el rotativo, no deseaban otra cosa que continuar con la lucha armada.

Caricatura 7

Con ánimo belicista y festivo “El Ferrocarrilito”, personaje homónimo del periódico, coloca en un saco a los diplomáticos que participaron en las conferencias de paz de Arica, probablemente con la intención de enviarlos lejos. De este modo, el diario El Ferrocarrilito celebró el fracaso de las negociaciones auspiciadas por el gobierno de los Estados Unidos, con el objeto de llegar a algún acuerdo para terminar con la guerra. Este grabado vio la luz el 30 de octubre de 1880, tres días después de finalizadas las conversaciones entre chilenos, peruanos, bolivianos y los mediadores estadounidenses.

Caricatura 8

Este grabado, intitulado “Un consejo de gobierno viendo la cuestión argentina” vio la luz el 4 de julio de 1881. Aquí El Padre Cobos acusa de negligencia a los gobernantes chilenos en el tratamiento de los problemas limítrofes con los vecinos orientales. La imagen muestra al presidente Aníbal Pinto y a su consejo de ministros durmiendo profundamente, mientras el mandatario argentino, general Julio Roca, le roba del bolsillo de su chaqueta un pañuelo donde se lee “Patagonia”. Por otra parte, el Padre Cobos a la derecha y un militar apoyado en su sable, a la izquierda, observan impávidos la escena. Días más tarde de la publicación de este grabado, el 23 del mismo mes de julio de 1881, y luego de años de controversia se firmó en Buenos Aires el tratado por el cual se fijó como límite entre Chile y Argentina la cordillera de los Andes siguiendo el principio de divortium aquarium en las más altas cumbre. De ese modo, presionado por la posibilidad de la entrada a la guerra de Argentina, la administración Pinto cedió de manera definitiva la Patagonia y parte de la Tierra del Fuego a la Argentina, quedando en posesión definitiva del Estrecho de Magallanes.

Caricatura 9

Civiles y militares vitorean el proyecto de El Padre Cobos como arreglo para los problemas limítrofes de Chile con todos sus vecinos. En esta caricatura, intitulada “Arreglo de la cuestión del norte. (Proyecto del Padre Cobos)” publicada el 27 de agosto de 1881, el personaje homónimo del periódico muestra con felicidad un mapa donde Chile se anexiona toda la costa del Perú, llegando a limitar al norte con Ecuador y dejando a la nación incásica reducida a un mínimo espacio. Irónicamente, Bolivia queda en una situación muy similar a la resultante tras la firma del Tratado de Paz, Amistad y Comercio suscrito con Chile en 1904. Sin embargo pese a la expansión de Chile hacia el norte, desde el golfo de Ancud hacia el sur y hasta el océano Atlántico por el este, contempla la existencia de un territorio denominado como “Patagonia”, la cual incluye las tierras australes chilenas y toda la zona en disputa con Argentina. Nótese que esta última república no aparece nombrada como tal, sino como “El Plata”. Asimismo, el “proyecto” desconoce la existencia de otros países sudamericanos salvo Brasil y Ecuador.

Caricatura 10

“El Maestro ciruela dando una clase de derecho internacional” se intitula esta caricatura publicada por El Padre Cobos el 13 de octubre de 1881. A propósito de la abierta intervención de los Estados Unidos a favor del Perú en las negociaciones para terminar con la Guerra del Pacífico, personificada en su representante en el Perú Stephen Augustus Hurlbut, el Padre Cobos y el Negro castigan al Tío Sam quien impartía una clase de derecho internacional, el primero le tira de una oreja y su compañero le coloca un cucurucho donde se lee “Por intruso”. El Tío Sam, denominado como Mc Hurlbat le espeta al Padre Cobos, que el Perú ya ha perdido su honor así que nada más le queda por perder, a lo que el aludido contesta que aun le queda desaparecer por completo. Entre los alumnos se cuenta, entre otros, a Diego Barros Arana, Miguel Luis Amunátegui, José Manuel Balmaceda, José Victorino Lastarria y Máximo R. Lira quienes realizan ademanes de sorpresa. El dibujo es una crítica abierta a la participación de la nación del norte en la liquidación de la guerra y a la lenidad de los políticos chilenos para defender sus intereses, según el punto de vista del periódico. Aquí es la opinión pública, encarnada por el Padre Cobos y el Negro, quienes hacen frente a los adversarios de la Patria.

Caricatura 11

Grabado del ministro de los Estados Unidos en el Perú, Stephen Augustus Hurlbut, publicado en El Curioso Ilustrado el 7 de noviembre de 1882. Militar, político y diplomático que representó los intereses del secretario de estado James G. Blaine en las negociaciones de paz entre Chile y Perú. No pudo impedir la disolución del gobierno peruano de La Magdalena y la captura y reclusión del presidente García Calderón. Intentó, según las órdenes de Blaine, evitar que el Perú entregara a Chile la provincia de Tarapacá, proponiendo que Lima compensara a La Moneda a través de una indemnización pecuniaria. Fracasó en su cometido y fue reemplazado por William H. Trescott, quien en viaje hacia Sudamérica para ocupar su cargo, debió cambiar el propósito de su misión, pues recibió nuevas instrucciones por parte de las recién asumidas autoridades de los Estados Unidos en el gobierno de Chester A. Arthur.

Caricatura 12

El Padre Cobos y su inseparable camarada “El negro” ríen a carcajadas al observar como los caudillos peruanos Andrés Avelino Cáceres, Lizardo Montero, Nicolás de Piérola y Mariano Ignacio Prado, esperan con ansias la llegada de tropas y buques de los Estados Unidos para liberarles del yugo chileno, en actitud semejante a la de judíos que desean la pronta aparición de su Mesías. Esta caricatura, crítica mordaz acerca de la intervención a favor del Perú del secretario de estado estadounidense James G. Blaine y del diplomático Stephen Augustus Hurlbut, vio la luz en El Padre Cobos el 13 de diciembre de 1881.

Caricatura 13

Caricatura de El Padre Cobos dada a luz el 17 de enero de 1882 al día siguiente de iniciadas en Viña del Mar las conversaciones entre el gobierno chileno y la misión Trescott, enviada a por el gobierno de los Estados Unidos para recomponer el desaguisado provocado por las actuaciones de sus diplomáticos Christiancy y Hurlbut en la búsqueda de una solución al problema de la liquidación de la guerra y las compensaciones que los derrotados deberían dar a Chile. Con la leyenda “Magdalena arrepentida” se muestra al jefe de la ocupación en almirante Lima Patricio Lynch, en bizarra actitud, portando una bandera chilena y acompañado por el padre Cobos, recibiendo los ruegos de perdón por parte de una mujer (representando al gobierno peruano provisional asentado en la localidad de La Magdalena, en ese momento disuelto) pese a ser tironeada por un mulato y un mestizo.

Caricatura 14

Con esta caricatura, publicada el 14 de diciembre de 1882, El Padre Cobos especuló con la posibilidad de un cercano cese de hostilidades entre Chile y Bolivia. En la escena, las repúblicas de Bolivia, empujada entre otros por el general Narciso Campero, y Chile estrechan sus manos en señal de buena voluntad y paz mientras el Padre Cobos y el Negro hacen una ronda al vislumbrar el término de la guerra. Por otra parte, la república del Perú, representada por una tercera mujer, también desea incorporarse, pero no le es posible pues es tironeada hacia atrás por Nicolás de Piérola y otros políticos de la nación del Rímac. Según el verso que acompaña el boceto, la dirigencia peruana no desea el fin del conflicto, pues este les permite mantener vivas sus intrigas. Pese a la insinuación de un arreglo, la tregua con Bolivia no se materializó sino hasta inicios de 1884.

Caricatura 15

En un campamento militar la república de Chile, acompañada del padre Cobos y El Negro, enseña al contraalmirante peruano Lizardo Montero un pliego con la leyenda “Cesión de Arica i Tacna”. Mientras el militar mira con atención el documento, a su lado le acompaña el diplomático estadounidense Logan, caracterizado por el Tío Sam (símbolo masculino de los Estados Unidos) quien con ceño adusto extiende su mano en ademán de presión para aceptar la propuesta de paz, pues si no entrega ambos territorios sólo le resta la muerte al Perú. Esta caricatura intitulada “¡La vida o la muerte!” fue publicada por El Padre Cobos el 11 de enero de 1883, en medio de las tratativas de paz con Perú y desarrolladas ante la atenta mirada de Bolivia. Mientras el Perú intentaba recuperar de algún modo la zona de Arica y Tacna, conquistada por Chile en 1880, Bolivia mantenía la esperanza de hacerse de esos territorios ya fuera como consecuencia de la “Política Boliviana”, en esa época ya desahuciada, o bien producto de otra negociación diplomática.

Caricatura 16

“Una tierna despedida” se titula esta caricatura publicada en El Padre Cobos el día 5 de abril de 1884, cuando ya se perfilaba una pronta solución a la Guerra del Pacífico. El dibujo muestra como cinco años después de iniciado oficialmente el conflicto, el general peruano Miguel Iglesias y Jovino Novoa, ministro de Chile en Lima y negociador de los acuerdos de paz, se abrazan mientras las tropas de chilenas, incluyendo al padre Cobos y al Negro se retiran de Lima. Iglesias porta un sable, símbolo de poder militar, y Novoa tiene en su bolsillo tan sólo un rollo de papeles, probablemente el Tratado de Ancón. La escena es observada por la República del Perú, representada por una mujer desconsolada sobre la cual pende la espada de Damocles, pues a la salida de los chilenos el país queda abandonado a su suerte dominado por los chinos, negros y mestizos atentos al acontecimiento. Muchos de ellos portan algunos cuchillos, a la espera de la venganza que desean realizar contra los políticos peruanos, tras años de vejámenes y postergaciones.

Las victorias militares chilenas

“Nada resiste, todo abre las puertas a nuestros soldados apenas se presentan.

No hay enemigo bastante poderoso para contrarrestarnos.”

El Barbero. Noviembre 29 de 1879.

El derrotero de las campañas militares de la Guerra del Pacífico es ampliamente conocido. Tras la ocupación de Antofagasta en febrero de 1879 y días antes de la declaración formal guerra el 5 de abril de 1879, los combates entre las tropas de las naciones beligerantes se inauguraron el 23 de marzo de 1879 con el combate de Topater y la toma de la localidad de Calama por parte de las fuerzas chilenas. De allí en adelante se sucedieron distintas batallas tanto en el mar como en tierra, las cuales han sido divididas por los historiadores en distintas fases, bautizadas cada una tras asociarlas a los lugares físicos donde estas ocurrieron.

El primer período de las hostilidades se disputó en el mar, con el objeto de obtener su control para acometer luego con la invasión del territorio adversario. Es conocida como la Campaña Marítima. Las acciones de esta se iniciaron con una escaramuza frente a las costas de Chipana, el 12 de abril de 1879, cuando la cañonera chilena Magallanes se encontró e intercambió disparos con las peruanas Unión Pilcomayo. Semanas después, el 21 de mayo, en la rada de Iquique tuvo lugar el combate que significó para Arturo Prat y sus camaradas de la corbeta Esmeralda,su entrada al panteón de los grandes personajes de la historia de Chile. En la misma jornada un poco más al sur, en Punta Gruesa, la marina de guerra del Perú sufrió la pérdida de la fragata blindada Independencia, la más poderosa de sus unidades navales, a manos de la Covadonga comandada por Carlos Condell. Las aguas del litoral en disputa vieron más acción pues el monitor peruano Huáscar, merced a la audacia y pericia de su comandante el almirante Miguel Grau, se dedicó a hostigar a naves y puertos chilenos: en Antofagasta se enfrentó a una batería de tierra, en Iquique a la Magallanes en un fugaz pero encarnizado encuentro nocturno, huyó del Blanco Encalada en varias oportunidades y capturó el Rímac repleto de tropas y valiosos pertrechos. Sin embargo, la hora final para el monitor llegó el 8 de octubre, cuando en una acción coordinada de la escuadra chilena fue capturado a la cuadra de Angamos, oportunidad en que el Cochrane y su comandante Juan José Latorre cumplieron un papel destacado. Este hecho, en la práctica, puso fin a la campaña naval. Tiempo más tarde, el 18 de noviembre, el Blanco Encalada atrapó a la Pilcomayo lo cual redujo más aún el ya esmirriado poder marítimo del Perú.

El 2 de noviembre de 1879, el Cochrane, la Magallanes, la Covadonga y la O´Higgins abrieron sus fuegos sobre los fuertes y las tropas aliadas acantonadas en Pisagua. Momentos más tarde, decenas de botes cargados con soldados chilenos se desprendieron de los transportes dirigiéndose a la playa iniciando la invasión al territorio peruano e inaugurando las operaciones posteriormente conocidas como la Campaña de Tarapacá. Consolidada la posición chilena tras los desembarcos de Pisagua y Junín, el ejército chileno se adentró en las áridas arenas de Atacama en busca de sus enemigos, encontrándolos primero en Pampa Germania, donde uno de sus destacamentos de caballería destrozó a un símil Perú-boliviano el 6 de noviembre, y luego en San Francisco o Dolores el 18 del mismo mes, donde el grueso del ejército chileno logró imponerse ante sus enemigos aliados, mas no les derrotó por completo. Muy alto fue el precio pagado por los batallones chilenos que atacaron las huestes peruanas que se retiraron de San Francisco y se refugiaron en la quebrada de Tarapacá. Sin una estrategia adecuada y sin la cantidad de hombres y pertrechos suficientes, les embistieron sufriendo un duro revés. Ese 23 de noviembre, el ejército chileno aprendió, merced a la muerte de muchos de sus jefes, oficiales, clases y soldados que no se podía adentrarse en el desierto, ni menos acometer contra el enemigo sin mandos apropiados ni alimentos. Eleuterio Ramírez y muchos de sus camaradas pagaron el precio de la improvisación, atolondramiento y la búsqueda de la gloria fácil. Pese a su victoria, pírrica al fin y al cabo, los restos de los defensores peruanos se retiraron en un estado deplorable a Arica dejando en manos de los chilenos, desde ese momento y para siempre, el departamento de Tarapacá.

Asegurada la posesión de las riquezas del salitre en Tarapacá, el ejército chileno se puso nuevamente en movimiento hacia el norte para invadir el departamento de Moquegua. Su objetivo era neutralizar las fuerzas peruanas y bolivianas allí reunidas. Antes de enviar el grueso de las fuerzas a tierras hostiles, se mandaron varias incursiones sorpresivas a Ilo y luego a Mollendo, recorriendo la zona sin mayor oposición ni sobresaltos, demostrando la posibilidad de amagar cualquier punto del Perú con relativa facilidad. A mediados de febrero de 1880, cerca de 10 mil hombres desembarcaron otra vez en Ilo, esta vez con la misión de conquistar aquellos territorios. Las tropas chilenas iniciaron su avance encontrándose con sus adversarios en Punta Los Ángeles (23/III/1880), Locumba (1/IV/1880) y Sama (7/IV/1880) todos ellos combates o escaramuzas, de diversa importancia y valor estratégico. Algo similar ocurrió en el mar, pues tanto en Arica como en el Callao, se registraron tiroteos entre los fuertes de los puertos y los buques de la escuadra chilena, además de ser hundidos el Loa y la Covadonga mientras bloqueaban fondeaderos menores. Tras marchar por el desierto de Tacna, el ejército se encontró a las puertas de esa ciudad a comienzos de mayo, logrando hacerse de ella luego de batirse el 26 de mayo en el “Campo de la Alianza”. La última acción de importancia ocurrió el 7 de junio. Con las primeras luces de esa jornada, se inició el ataque que culminó con la toma de las fortalezas de Arica, con lo cual quedó sellada la suerte de la campaña. En septiembre, el en ese entonces comandante Patricio Lynch incursionó al mando de varios batallones contra las localidades costeras de Paita, Chimbote, Supe, Etén, Salaberry entre otras, imponiendo cupos de guerra y destruyendo las propiedades de los particulares que se negaron a pagar.

Luego del fracaso de las conversaciones de paz en Arica, el ejército chileno recibió órdenes de prepararse para acometer con el asedio de la capital del Perú. Las operaciones de transporte y el desembarco de los más de 20.000 chilenos que intentarían conquistar la Ciudad Virreinal, se iniciaron en los primeros días de noviembre para terminar más de un mes después el 18 de diciembre, cuando arribaron a Pisco las últimas huestes expedicionarias. Tras superar marchas, contratiempos y escaramuzas menores contra sus enemigos, se encontraron en frente de las líneas fortificadas de San Juan y Miraflores. La primera fue superada el 13 de enero de 1881 y sus combates se extendieron hasta el interior del balneario de Chorrillos, que a consecuencia de ello fue destruido. Después de un breve armisticio, el 15 de enero las posiciones peruanas en Miraflores fueron tomadas por asalto y las tropas chilenas quedaron a las puertas de Lima, ocupándola entre el 17 y 18 del primer mes de 1881.

La última campaña fue ciertamente la más penosa. Establecidas las fuerzas de ocupación chilenas en Lima, se inició en la Sierra una enconada resistencia por parte de numerosas montoneras formadas por los restos del ejército peruano y una gran cantidad de indígenas, conducidos muchos de ellos a la muerte por caudillos y sacerdotes quienes seguían el liderazgo del general Andrés Avelino Cáceres, apodado “El brujo de los Andes”. La empresa fue cruel. Chilenos y peruanos se vieron envueltos en una guerra sin cuartel ni piedad. Parajes agrestes, caminos desolados, las enfermedades, el frío cordillerano y el hambre menguaron a ambos bandos. Múltiples fueron los combates registrados entre las majestuosas pero yermas alturas de los Andes peruanos. Sangra, Oroya, Concepción, Tarma Tambo, Luanhuaná, Mirabe, Huamachuco y muchas otras localidades, fueron mudos testigos de furiosos combates que terminaron con la vida de miles de hombres y que, finalmente, lograron apagar las pretensiones de quienes se negaban a terminar con una guerra ya perdida. Tres largos años, desde 1881 hasta 1883, costó convencer a lo políticos y militares peruanos rebeldes que lo mejor para ambas naciones era acordar la paz.

Caricatura 17

Caricatura publicada en El Barbero el 18 de octubre de 1879. Presenta al en ese momento ministro del interior Domingo Santa María, como el gran gestor de la captura del monitor peruano Huáscar, al dibujarlo manejando el artilugio con el cual este buque fue atraído hacia las manos chilenas. Sin embargo, el verdadero mentor de la operación fue el ministro Rafael Sotomayor.

Caricatura 18

El combate naval de Angamos (8/X/1879) significó, junto con la captura del monitor Huáscar y la desaparición del almirante Miguel Grau, que Chile estableciera el dominio marítimo necesario para acometer la invasión al territorio del Perú con mayor facilidad. El Barbero publicó esta caricatura en su edición del 18 de octubre de 1879, diez días después de la citada batalla. La ilustración muestra al presidente Aníbal Pinto saludando alegremente la llegada del jefe de la escuadra almirante Galvarino Riveros, quien arrastra al Huáscar cual barco de juguete, dejando atrás su pasado como la pesadilla de las autoridades de La Moneda, debido a sus múltiples apremios a las naves y costas chilenas. Nótese que es Riveros quien conduce al monitor cautivo y no el comandante Juan José Latorre, que con el blindado Cochrane participó directamente en la captura del buque.

Caricatura 19

Esta sátira de El Barbero del 1º de noviembre de 1879, muestra al jefe de la escuadra comandante Galvarino Riveros como un profesor que reprende al almirante Juan Williams Rebolledo y al capitán Juan Esteban López por su mal desempeño cuando ellos estuvieron a cargo de la flota chilena. Por su parte, Juan José Latorre comandante del blindado Cochrane en el rol de ayudante de Riveros, lleva en sus hombros al presidente del Perú Mariano Ignacio Prado y pregunta si es menester castigarlo también.

Caricatura 20

Crítica de El Barbero a la intervención de los cucalones en la conducción de la guerra. Esta caricatura dada a la luz el día 1º de noviembre de 1879, muestra a Rafael Sotomayor, ministro de Guerra en Campaña (portando en su cinto una espada delgada), consultándole a Eusebio Lillo, a la sazón secretario de la Escuadra (quien tiene en su mano izquierda una lira, símbolo de los poetas), si la popa de un buque es aquello que esta a barlovento. Su interlocutor declara no saberlo pese a que en ese momento el viento sopla claramente en dirección contraria, sotavento, como se observa en el humo y las banderas de las naves vecinas. Sin embargo, asegura que pese a su ignorancia en temas marineros, los cucalones siempre obtienen triunfos.

Caricatura 21

Coronado por los laureles de las victorias navales, el presidente de Chile Aníbal Pinto, premunido de una gran tijera y sobre un piso, precisa hasta donde estima se anexará durante la campaña terrestre próxima a comenzar. Le observan los mandatarios Mariano Ignacio Prado del Perú, Hilarión Daza de Bolivia y Nicolás Avellaneda de Argentina. Ante los planes del chileno el primero le dice que no le quedará territorio alguno, pues Pinto comienza a cortar desde Lima hacia el sur. Por su parte el jefe boliviano reclama ante la intención de apropiarse también de Tacna y el argentino le advierte no hacer lo propio con su Patagonia, cuyo territorio aun mantenía en disputa con Chile.

Caricatura 22

El dictador boliviano Hilarión Daza desafía al general Erasmo Escala a un duelo a puñetazos, el cual es rechazado por el militar chileno debido a su condición de manco, pues perdió su brazo derecho tras la batalla de Loncomilla durante la revolución de 1851. A la propuesta, Escala responde que cada uno combate con cuanto puede mientras expulsa a patadas de su casa (el territorio de su país) al presidente del Perú Mariano Ignacio Prado. Esta caricatura fue publicada por El Barbero el 22 de noviembre de 1879, a esa fecha la Campaña de Tarapacá prácticamente había concluido, dejando bajo el control de Chile todas las riquezas, en especial el salitre, de aquella región.

Caricatura 23

Caricatura de humor negro sobre lo sucedido en las arenas de Agua Santa o Germania, donde el 6 de noviembre de 1879 un escuadrón de caballería chilena comandada por José Francisco Vergara literalmente destrozó a uno Perú – boliviano. Según los partes oficiales se contaron cerca de 60 muertos y tan sólo 8 prisioneros. La gran cantidad de bajas aliadas provocó que El Barbero publicara este dibujo el día 22 del mismo mes de noviembre, a semanas de ocurrido el hecho, donde se insinúa que los caídos no eran tales sino soldados haciéndose pasar por muertos para no enfrentar a los chilenos.

Caricatura 24

El Barbero celebró la victoria de las armas chilenas en la Campaña de Tarapacá con esta caricatura, donde muestra al general en jefe del ejército Erasmo Escala en actitud muy altiva, viajando por mar hacia Chile cargado con un variopinto botín de guerra desde el Perú. Pese a ser manco, dice la leyenda del dibujo, Escala lleva todo lo que puede cargar. En su hombro parte del territorio peruano y en su única mano porta un maletín donde se aprecia a los presidentes del Bolivia, Hilarión Daza, y al del Perú, Mariano Ignacio Prado. Además, en cajones ubicados en la parte posterior de su bote se leen sus otras conquistas: las salitreras, guaneras, chirimoyas y “botes averiados”, seguramente aludiendo al Huáscar y la Pilcomayo capturados por la Armada chilena. Este grabado fue visto en las calles el 29 de noviembre de 1879.

Caricatura 25

Los sucesivos éxitos conseguidos por el comandante Galvarino Riveros al mando de la Escuadra, motivaron la publicación de esta caricatura en El Barbero el 29 de noviembre de 1879 donde se lo muestra capturando con facilidad las naves de la marina de guerra del Perú. Con la Pilcomayo y el Huáscar en sus brazos, se apresta a tomar sin mayor inconveniente al Chalaco. Muy cerca, y también al alcance del marino chileno, se encuentra la Unión, el otro buque restante de la ya disminuida flota naval peruana.

Caricatura 26

Terminada la Campaña de Tarapacá, El Barbero en su edición del 6 de diciembre de 1879 publicó esta caricatura en la cual dos soldados regresan a Chile con algunas de sus conquistas. Uno porta en sus brazos dos edificios con los nombres de Iquique y Tarapacá. El otro, transporta en sus espaldas un canasto repleto donde se leen otras localidades tales como Pisagua, Dolores, Pozo Almonte, Agua Santa, Noria, Cobija y Tocopilla.

Caricatura 27

El Barbero celebra las victorias militares chilenas de las campañas marítima y de Tarapacá, con esta caricatura donde muestra al general en jefe del ejército Erasmo Escala y al comandante en jefe de la Armada Galvarino Riveros lanzando al aire al presidente de Bolivia Hilarión Daza y al de Perú Mariano Ignacio Prado, tan sólo premunidos de palas y escobas sugiriendo lo fácil que fue derrotar a sus enemigos. El grabado vio la luz el 6 de diciembre de 1879.

Caricatura 28

Esta caricatura muestra al comandante Galvarino Riveros que observa atento a las naves de escuadra peruana a la cuadra de El Callao, muy debilitadas luego de las sucesivas pérdidas de los acorazados Independencia y Huáscar y de la corbeta Pilcomayo. Restan los monitores Manco Capac Atahualpa, la corbeta Unión, el vapor artillado Limeña y el transporte Chalaco.El artista se burló de ellos, representando a estos buques como simples barquichuelos de papel, restándoles credibilidad respecto de su poder y considerándolos presa fácil para los cañones de la Armada chilena y del liderazgo de Riveros. Este grabado fue publicado por El Barbero el 6 de diciembre de 1879.

Caricatura 29

Para El Barbero, el general Erasmo Escala fue el gran gestor de las victorias de las armas chilenas en la Campaña de Tarapacá. En esta caricatura se le muestra aprestándose a afeitar al general peruano Juan Buendía, como representación de victoria sobre él, con una navaja prestada justamente por El Barbero, mientras comenta que él mandó a Arica ya sin cabello a todos los peruanos. En la parte posterior del dibujo se observa a dos desvencijados militares peruanos, ya rapados por Escala, cada uno de ellos porta un cartel con los nombres de Pisagua y Dolores en alusión a los combates librados en esas localidades donde se impuso el Ejército de Chile. Nótese que en el centro del dibujo, junto a Buendía, aparece un letrero con el nombre de Tarapacá, batalla que el caricaturista coloca junto a las victorias pese a la clara derrota y a las graves bajas sufridas por las fuerzas chilenas. Este grabado fue publicado el 13 de diciembre de 1879.

Caricatura 30

Sátira de El Barbero publicada el 13 de diciembre de 1879, que muestra al general boliviano Narciso Campero, quien saluda al coronel Orozimbo Barboza, jefe de plaza de Calama y comandante del batallón Cazadores del Desierto allí acantonado, consultando si puede pasar por allí hacia Tarapacá. Esta caricatura hace mención a la situación vivida por el general Campero, quien junto a sus tropas no pudo avanzar desde el altiplano hacia Tarapacá, para unirse a sus compatriotas comandados por el presidente Hilarión Daza y los peruanos a las órdenes del general Juan Buendía. La mala preparación de sus hombres y la pobreza de sus pertrechos, le impidieron realizar un intento serio por reunirse con sus camaradas.

Caricatura 31

En las postrimerías del año 1879, El Barbero se queja de la inactividad de las operaciones militares de la guerra. El presidente boliviano Hilarión Daza y general chileno Erasmo Escala, en posiciones fortificadas en Arica y Pisagua respectivamente, se lamentan que debido a la inacción y la humedad costera se han llenado de hongos. La caricatura fue publicada el 27 de diciembre de 1879.

Caricatura 32

Después de casi dos meses sin acciones militares, (el último combate de importancia se había realizado en la cuesta de Los Ángeles en marzo de 1880) El Ferrocarrilito celebró la victoria obtenida por el Ejército de Chile en el Campo de Alianza (26/V/1880). Caracterizando al presidente Aníbal Pinto como un hombre obeso disponiéndose a devorar un pavo, el periódico le otorgó el derecho de atacar su suculento plato en su propia guerra activa. La caricatura fue publicada cuatro días después de la batalla de Tacna, el 30 de mayo de 1880.

Caricatura 33

Grabado publicado en El Ferrocarrilito el 30 de abril de 1880, que recrea el ataque del buque chileno Angamos a las instalaciones del puerto principal del Perú: el Callao. Esta nave, comprada en Inglaterra a mediados del mes de octubre de 1879, estaba armado con una pieza de 8 pulgadas de retrocarga que, más tarde, producto de un accidente, voló matando a uno de sus tripulantes, fue habilitado como crucero auxiliar e hizo toda la campaña de la Guerra del Pacífico y participó activamente en los bombardeos a Arica y al mencionado fondeadero del Callao. El verso que acompaña a la ilustración, sostiene que la artillería de este buque no hace otra cosa que diezmar a los “gallinazos” cobardes del Perú.

Caricatura 34

Idealización de El Ferrocarrilito donde se muestra a un soldado bisoño del regimiento chileno Atacama, atacando y derrotando con mucha facilidad a un veterano del batallón Zepita, una de las unidades más renombradas del Ejército del Perú. Las sucesivas victorias en el Campo de Alianza y luego la toma del morro de Arica, exacerbaron el sentimiento de superioridad de los chilenos y sus Fuerzas Armadas por sobre sus enemigos. Este grabado vio la luz el 13 de junio de 1880.

Caricatura 35

Burla de El Ferrocarrilito a las informaciones enviadas desde el norte por el ministro de guerra José Francisco Vergara. Vistiendo uniforme militar, portando un gran bicornio y en su mano izquierda un largo sable cual Napoleón, el secretario de estado cabalga y avanza raudamente sobre un burro en cuyas patas se leen los nombres de las ciudades de Ica y Lima. La primera de ellas, Ica, un poblado cercano y unido por el ferrocarril a Pisco, lugar de desembarco de las tropas expedicionarias en la tercera campaña sobre territorio peruano. La segunda, Lima, la capital del Perú, era obviamente el objetivo final a conquistar para terminar con la guerra. El grabado se publicó el 30 de noviembre de 1880, a pocos días de materializada la ocupación de Ica por una parte del Ejército chileno.

Caricatura 36

Sátira de ElPadre Cobos a lo sucedido en Huanuco, en un encuentro entre las tropas chilenas e indígenas durante la tristemente célebre expedición a la Sierra peruana encabezada por el comandante de artillería Ambrosio Letelier en abril de 1881. Meses después, el 6 de octubre, fue publicada esta caricatura que muestra una escena donde gran cantidad de indígenas pobremente armados son muertos con facilidad e inmisericordia. Según el parte oficial, en Huanuco unos pocos chilenos derrotaron a un enemigo infinitamente superior en número. Letelier y algunos de sus subordinados, fueron declarados culpables por un Consejo de Guerra de cometer variadas tropelías contra la población civil y de apropiarse indebidamente de dinero y especies. Sin embargo, este dibujo vio la luz con el objeto de aplaudir la victoria chilena en el combate.

Una escaramuza entre un piquete del batallón chileno Maule y fuerzas peruanas en las cercanías de la localidad de Ate, motivó la publicación de este grabado en El Padre Cobos el 29 de octubre de 1881. En la escena el caricaturista se mofa de “Los inmortales de Grau”, los cuales son eliminados cuales pájaros en una sesión de caza. En una facilísima expedición, los soldados chilenos no deben esforzarse demasiado para derrotar a sus enemigos.

Caricatura 38

Con esta caricatura El Padre Cobos celebra la muerte del guerrillero peruano Gregorio Albarracín, a manos de un piquete de caballería chilena comandada por el capitán Matta, en Torata, a comienzos del mes de octubre de 1882. Según reza el verso que acompaña el grabado, con la desaparición del montonero peruano queda vengada la celada de Locumba, organizada por el propio Albarracín y el sacerdote del poblado, que en marzo de 1880 sorprendió a una columna comandada por Diego Dublé Almeyda capturando, hiriendo y matando a algunos de sus hombres. El Padre Cobos y su compañero el Negro observan la decapitación de Albarracín y el primero porta una corona de laureles para, con toda seguridad, premiar a los vencedores. El dibujo fue publicado el 21 de octubre de 1882.

Caricatura 39

“Salve, Caesar imperator! Morituri te salutant” (¡Salve, César emperador! Los que van a morir te saludan) dicen las tropas chilenas mientras desfilan ante la presencia del presidente de la república Domingo Santa María y José Francisco Vergara, ante la atenta mirada de un grupo de civiles, del padre Cobos y de su sacristán. Nótese como Santa María está caracterizado como emperador romano, probablemente aludiendo también a su sobrenombre de “Su Majestad Domingo VII”. Los soldados avanzan hacia donde se encuentran tres cadavéricos espectros, en cuyas gorras se lee: tercianas, dinamita y fiebre amarilla, tres de sus más fieros enemigos durante las penurias de la campaña. La caricatura fue publicada en El Padre Cobos el 12 de mayo de 1883, en las postrimerías de la Campaña de la Sierra, con toda seguridad la más penosa de las que enfrentó por el Ejército chileno durante el conflicto.

Caricatura 40

Con objeto de neutralizar las tropas y montoneras peruanas que operaban al interior del Perú, poniendo en riesgo el establecimiento del gobierno del general peruano Miguel Iglesias, las autoridades chilenas determinaron la necesidad de realizar una expedición militar sobre Arequipa y sus alrededores, sede del autoproclamado gobierno del almirante Lizardo Montero. En octubre de 1883, la expedición al mando del coronel José Velásquez acometió con la empresa y logró ocupar Arequipa hacia fines de mes. El Padre Cobos publicó esta caricatura el día 6 de octubre de 1883, en la cual se muestra a las fuerzas peruanas arequipeñas huyendo ante la sola presencia del “General Pililo”, personaje idealizado representante del soldado chileno y símil del “roto” vencedor de la batalla de Yungay en 1839, en esa oportunidad durante las campañas contra la Confederación Perú – boliviana.

Caricatura 41

El Diógenes del 23 de junio de 1884, propone este monumento múltiple para honrar a la gran cantidad de militares chilenos destacados durante los años de guerra. Montados a caballo, símbolo de los grandes jefes del Ejército, aparecen de izquierda a derecha Ignacio Carrera Pinto, Estanislao del Canto, un soldado con su rostro tapado, Eleuterio Ramírez, Pedro Lagos y Erasmo Escala. Mientras con su mano derecha un jefe, quien según la comparación con fotografías de la época parece ser el almirante Patricio Lynch, quien lleva las riendas del corcel, en la izquierda empuña el asta de una bandera chilena.

La visión de los caricaturistas sobre los enemigos de Chile

“Taitita es que yo no quiero
Meterme en los alborotos
Que levantan esos rotos;
Irme a mi casa prefiero
Porque en verda’ considero
Que yo, en viendo a mi contrario,
Volaré como un canario
O como una tortolita.
Desáteme taitita…
¡No quiero ser voluntario!”

El Ferrocarrilito. Abril 27 de 1880.

Durante la Guerra del Pacífico los caricaturistas chilenos crearon estereotipos xenófobos y despectivos de peruanos y bolivianos, en sus obras publicadas a través de los años que duró el conflicto. A partir de sus grabados, la imagen que se proyectó de ellos fue muy negativa, se les mostró como temerosos, groseros, abyectos, afeminados, corruptos, entre otras representaciones deshonrosas que no necesariamente correspondían a la realidad de los hechos. Su intención era vituperar a los gobernantes, a la población y, en definitiva, a ambas naciones en su conjunto.

Según Peter Burke, la creación de estereotipos y su proliferación masiva obedecen no sólo a la voluntad de los creadores de las imágenes, sino también a los deseos voyeuristas de quienes las observan. Note123. Así entonces, como se mencionó en el primer capítulo de este estudio, los ilustradores y editores de los periódicos no sólo produjeron nuevas formas pictóricas a partir de sus propias impresiones, sino también recogieron muchas de las ideas que estaban en boga en su entorno durante el proceso de creación artística, combinado con cuanto él es, como individuo social y político. Así, se generó la retroalimentación entre el sujeto y lo que le rodea, que dio paso a la elaboración de nuevas ideas plasmadas en el papel a través de sus tintas y carboncillos. Más aun, las nuevas concepciones siempre se refuerzan con nociones y prejuicios preexistentes.

En el caso particular de quienes participaron a través de sus grabados en la opinión respecto de la guerra, vieron fortalecidas sus concepciones por el nacionalismo y belicismo desatado, propio de la dinámica interna de una sociedad envuelta en un conflicto armado durante el siglo XIX.

Las imágenes elegidas por los caricaturistas para representar al Perú y Bolivia fueron variadas. Cervatillos, conejos, cabras, auquénidos, gallinazos, ñandúes, burros, serpientes, reptiles, indígenas o personas menesterosas, fueron las formas favoritas dependiendo del mensaje específico que los creadores deseaban trasmitir en un momento determinado: señalar la perenne inferioridad, peligrosidad, cobardía, vileza o simplemente el menosprecio para con los enemigos de Chile. También se presentó a los principales dirigentes de ambos países ataviados de ropas de mujer, con seguridad para mostrarlos como débiles, irresolutos y sin carácter, aspecto de la personalidad humana en esa época considerados como propios del género femenino. Los generales Daza y La Puerta, boliviano y peruano respectivamente, fueron expuestos cuales damas ante los ojos de los lectores de la prensa satírica chilena.

En la medida que el conflicto se desarrolló, aumentando en intensidad y malquerencia entre los beligerantes, la animadversión fue progresivamente concentrándose en el Perú, tanto en sus gobernantes como en las personas comunes y corrientes, soldados y civiles, hombres y mujeres. Cuanto proviniera desde las tierras del Rímac, era considerado feo y despreciable. Ejemplos hay muchos. Uno de tantos se encuentra en un grabado donde el dibujante caracterizó a los habitantes de Lima como seres deformes o de rasgos simiescos, tiempo antes del inicio de la campaña militar que culminaría con la entrada de las tropas chilenas a la Ciudad Virreinal.

No resulta extraño que la antipatía se volcara principalmente contra el Perú. Años de dependencia de Chile de aquel virreinato colonial, los problemas derivados de las campañas de la Independencia y de la guerra en común contra España en 1865, sumado a una rivalidad comercial permanente y al ocultamiento hasta último momento del Tratado Secreto de 1873 que le unía a Bolivia, dio a los chilenos más de una razón para señalar a los peruanos como su principal objeto de inquina. Sin lugar a dudas, Perú era un país más poderoso que Bolivia, tenía una escuadra y un ejército superior al de su aliado, convirtiéndose a poco andar en el verdadero antagonista a vencer. La consigna guerrera que trastornó a los chilenos de todas las extracciones fue “¡A Lima!”, nunca “¡A La Paz!”. El enemigo a derrotar era el cholo y no el cuico.

No hay duda que la intención de los creadores fue diferenciar a los chilenos de sus enemigos. En todo cuanto sus compatriotas eran presentados como ejemplo de los valores permanentes de la humanidad, a sus enemigos se les mostraba cual modelo de decadencia. Las dicotomías valiente – temeroso, caballeresco – ruin, generoso – mezquino y todas las que el lenguaje permita presentar. Todo aquello, fue representado a través del lenguaje burlón y satírico de las caricaturas.

Caricatura 42

Caricatura publicada en El Barbero el 15 de noviembre de 1879. Ante la inminencia del primer canje de prisioneros de la guerra, materializado entre fines del año 1879 y comienzos de 1880, el dibujante muestra al segundo comandante de la Esmeralda teniente 1º Luis Uribe Orrego encadenado preguntándose por quienes será canjeado él y sus camaradas. Uribe y los chilenos son representados por felinos de apariencia feroz, mientras que los aliados Perú – bolivianos lo son por diversas especies de animales (conejos, ovejas, alces, etc.), todas ellas apacibles e inofensivas aunque provistas de gorras y charreteras militares. Existe un único felino en el bando aliado que se encuentra de espaldas, seguramente en señal de enojo o vergüenza.

Caricatura 43

La edición de El Barbero del 15 de noviembre de 1879, muestra a un martillero recibiendo posturas para adjudicarse dos semovientes “averiados”, aludiendo al revés sufrido por Perú y Bolivia en el desembarco y toma de Pisagua (2/XI/1879) donde se inició la invasión de las tropas chilenas a Tarapacá. De izquierda a derecha, el primero de ellos un auquénido, tiene el rostro del presidente de Bolivia general Hilarión Daza. El segundo de los animales, un ñandú, está caracterizado como el jefe de estado peruano general Mariano Ignacio Prado.

Caricatura 44

Con ironía esta caricatura de El Barbero publicada en la edición del 15 de noviembre de 1879, muestra como el presidente del Perú Mariano Ignacio Prado enseña el “Paso de Vencedores” a sus tropas mientras es observado por el general en jefe chileno Erasmo Escala y sus oficiales. Según el dibujante los peruanos, con su mandatario incluido, huyen rápidamente tan sólo ante la presencia de Escala, dejando en su camino sus espadas y fusiles.

Caricatura 45

Sátira de El Barbero del general Luis La Puerta quien, luego de la huida del general Mariano Ignacio Prado a Europa, asumió la jefatura de la nación incásica. Esta caricatura muestra al gobernante asomado en un balcón vistiendo falda y chaqueta militar, sosteniendo en su mano derecha un bicornio y en la izquierda una sombrilla para el sol, mientras accede a la solicitud de una turba de mujeres que solicitan su autorización para asar y quemar a las chilenas. El mandatario responde afirmativamente pues dice pertenecer al mismo género que ellas. Este dibujo vio la luz el 29 de noviembre de 1879.

Caricatura 46

Tras la victoria de las armas chilenas en la Campaña de Tarapacá, El Barbero publicó el 29 de noviembre de 1879 esta caricatura donde el ministro Domingo Santa María coloca al servicio de la república de Chile a una nueva criada, la del Perú, haciendo hincapié en cuanto dinero ha ocupado en ella, refiriéndose, con seguridad, a los innumerables gastos derivados de la guerra. La república chilena asiente a la afirmación del Ministro y además agrega que su sirvienta le parece además de costosa, descocada y zafada. Nótese cómo ambas repúblicas son caracterizadas como mujeres; la del Perú portando en su cabeza un sol y vestida con ropas del bajo pueblo, una chola, en palabras del artista, y la de Chile coronada con una estrella y con atuendos de dama de alta alcurnia. La proyección de una imagen de superioridad de Chile por sobre el Perú, por parte del dibujante es evidente.

Caricatura 47

Caricatura de El Barbero, publicada el 20 de diciembre de 1879, que ironiza sobre como fueron tratados los principales políticos y militares del Perú tras la llegada de Nicolás de Piérola a la primera magistratura. Una vez en el poder, Piérola modificó por completo la institucionalidad de su país, con la intención de “regenerar” la nación. Por esta razón, sacó de sus puestos a muchos personeros de gobierno reemplazándolos con gente allegada a él. Este dibujo muestra a los generales Buendía y La Cotera, al comandante Moore y al ministro Lavalle, entre otros, hasta ese momento quienes llevaron el peso de la campaña contra Chile, encerrados en jaulas mientras Piérola goza de absoluta libertad para proceder a su entera discreción.

Caricatura 48

Portada de El Ferrocarrilito del 9 de abril de 1880 donde el “General Pililo”, representante del soldado chileno y símil del “roto” de Yungay, se yergue orgulloso y triunfante ante el Perú y Bolivia. La caricatura, publicada en pleno desarrollo de la Campaña de Tacna y Arica, muestra a una de las versiones de este “General Pililo” vestido con un poncho, portando un rifle y un corvo en cada mano mientras se ríe de sus enemigos. El Perú, convertido en una serpiente que perdió su cola: “Tarapacá”, en alusión a la región conquistada por Chile en la primera fase terrestre de la guerra. Por su parte, Bolivia aparece como un indígena inválido y esquelético (herido en el pecho y con su pierna derecha destrozada) en actitud de pedir clemencia.

Caricatura 49

Grabado de El Ferrocarrilito donde se burla de la gran cantidad de decretos expedidos por el presidente del Perú Nicolás de Piérola, con el objeto de agilizar y dar nuevos bríos a la guerra en vista de la invasión chilena al departamento de Moquegua. Este dibujo fue publicado el 25 de abril de 1880.

Caricatura 50

El Ferrocarrilito ironiza con la voluntariedad de los soldados peruanos durante la Guerra del Pacífico. Este grabado muestra a un hombre engrillado siendo arrastrado por un militar, probablemente un oficial pues porta un sable, para incorporarlo a las filas del ejército. Acompañando al dibujo, publicado el 27 de abril de 1880, el periódico incluyó un verso donde se reproduce un diálogo entre estos dos personajes. Allí el nuevo recluta pide ser liberado, argumentando que en cuanto vea a sus adversarios chilenos, huirá.

Caricatura 51

Entre los meses de abril y octubre de 1880, la escuadra chilena bloqueó el puerto del Callao realizó y algunos bombardeos contra sus fuertes e instalaciones. Además, la bahía y puerto fueron mudos testigos de un encarnizado combate entre torpederas peruanas y chilenas, así como también vio el hundimiento del Loa por medio de una balsa explosiva, al igual como le sucedió a la Covadonga a la cuadra de la cercana localidad de Chancay. Este grabado, publicado en ElFerrocarrilito el 9 de mayo de 1880, reproduce la imagen de un peruano de origen humilde portando en su espalda algunos enseres, en su huida hacia Lima para resguardar su integridad quedando fuera del alcance de los cañones chilenos. Acompañó a este dibujo un verso, en el cual se acusa de cobardes a quienes abandonaron el fondeadero.

Caricatura 52

Grabado publicado en El Ferrocarrilito el 7 de junio de 1880 junto con un verso, luego de la victoria chilena en la batalla de Tacna, hecho que provocó el fin de la cooperación efectiva entre los aliados Perú-bolivianos y el abandono de este último del conflicto. El dibujo representa una conversación entre la república del Perú y Bolivia, caracterizados como una mujer y un indígena respectivamente, donde la primera le exige disculpas a la segunda por la derrota en el Campo de Alianza. Según la rima que acompaña el grabado, la nación altiplánica no se excusó y, más aún, resultó sin daño ni pérdida alguna. Así el Perú, engañado y derrotado, debe pagar todas las consecuencias de la guerra contra Chile.

Caricatura 53

“Un coronel peruano ante una explosión de dinamita en las fortificaciones de Arica” dice la leyenda de ese grabado publicado por El Ferrocarrilito el 15 de junio de 1880. A días del asalto y toma del morro de Arica, este periódico se mofó del efecto que tuvieron las minas y polvorazos instalados en las fortificaciones del recién conquistado puerto, entre las propias tropas peruanas, al mostrar a un coronel huyendo horrorizado de ellas. Por el contrario, estos sistemas de armas provocaron entre los soldados chilenos mucha molestia, pues los consideraban dignos de cobardes, lo cual llevó a proceder con energía y por momentos con descontrol durante la batalla de Arica.

Caricatura 54

Sátira de El Ferrocarrilito donde se muestra al contraalmirante peruano Lizardo Montero, huyendo hacia Lima a través del cableado telegráfico luego de participar de la derrota aliada en Tacna. Posteriormente, Montero ocupó un lugar en las batallas de San Juan (Chorrillos) y Miraflores para luego de la ocupación de la Ciudad Virreinal por el Ejército chileno, ser elegido como vicepresidente del gobierno provisional encabezado por Francisco García Calderón. Tras la deportación de éste último a Chile, pasó a Arequipa desde donde cooperó con las montoneras encabezadas por el general Andrés Avelino Cáceres, “El brujo de los Andes”. El grabado fue publicado el 23 de junio de 1880.

Caricatura 55

Grabado de El Ferrocarrilito, publicado el 27 de junio de 1880, donde ironiza por la falta de recursos del Perú para asegurar su supervivencia diaria y enfrentar la guerra con Chile. Aquí un general es fagocitado ante la imposibilidad de cancelar sus emolumentos. Nótese como la nación incásica es representada por un hombre con ciertos rasgos y vestimenta indígena, y no como una mujer, como generalmente se caracteriza a las repúblicas.

Caricatura 56

En esta caricatura del 7 de julio de 1880, El Ferrocarrilito ironiza respecto de los futuros defensores de Lima. Aquí se muestra a uno de los soldados de Nicolás de Piércola como un personaje desgarbado, de baja estatura, aspecto timorato y ciertos rasgos simiescos, contrario a la imagen de un guerrero dispuesto a dar batalla hasta el final. Luego de las victorias de Tacna y Arica, El Ferrocarrilito, así como una buena parte de la clase política y opinión pública chilena, eran firmes partidarios de iniciar cuanto antes la expedición a Lima con el objeto de derrotar definitivamente al Perú.

Caricatura 57

Nueva sátira de El Ferrocarrilito acerca del mal estado de las finanzas peruanas. En Esta ocasión ironiza mostrando las supuestas manos del dictador Nicolás de Piérola, hurgueteando en la boca de un sacerdote intentando conseguir alguna tapadura de oro, considerándolas innecesarias para el culto, con las cuales financiar los gastos corrientes de la nación y la guerra contra Chile. La caricatura fue publicada el 22 de julio de 1880.

Caricatura 58

El Ferrocarrilito satirizó con el buen trato, sociabilidad y atenciones brindadas por algunas mujeres peruanas, y viceversa, con los oficiales y soldados en las zonas ocupadas por los chilenos. La cercanía existió tanto entre las damas de cierta alcurnia y las del bajo pueblo. Este grabado muestra a una capitana del “Batallón de Mujeres del Perú”, unidad creada con el objeto de proteger a los caídos aliados tras la batalla de Tacna del supuesto “repase” chileno, saliendo gustosamente al encuentro de un “roto” chileno. La natural relación y confraternización producida entre las tropas chilenas y los lugareños, en la medida que los resquemores mutuos fueron disminuyendo, fue inevitable. Este tema fue recogido tanto por la prensa de la época, como lo demuestra esta caricatura, así como también por los memorialistas chilenos de la Guerra del Pacífico. Esta caricatura vio la luz el 31 de julio de 1880.

Caricatura 59

Portada de El Ferrocarrilito del 10 de agosto de 1880, donde se satiriza con la idea de la poca hombría de los soldados peruanos. En la escena un sargento peruano, vestido como mujer y portando un antifaz, solicita un trago a una de las cantineras de su ejército la cual está vestida como un payaso o arlequín. El verso que acompaña el dibujo, dice que el cantinero rechaza a las muchachas y prefiere a los hombres, por cuanto éstos son más leales que las mujeres. Por su parte, el sargento le responde que él no es mujer sino amazona y que es mejor permanezcan juntos mientras llegan los chilenos.

Caricatura 60

Mofa de El Ferrocarrilito a las mujeres tacneñas que permanecieron en la ciudad pese a la ocupación y que mantuvieron cierto contacto con las tropas chilenas de ocupación. Este grabado, muestra a una de las “bellezas” naturales de la zona; una mujer de nariz prominente ubicada en un reclinatorio mientras ruega por los peruanos derrotados durante toda la guerra, según afirma la leyenda que acompaña la caricatura publicada el 22 de agosto de 1880.

Caricatura 61

Sátira de El Ferrocarrilito contra el dictador peruano Nicolás de Piérola. Publicada el 1º de octubre de 1880, muestra al gobernante en el interior de las faldas de una mujer afirmando, burlonamente, que es allí donde se refugia de la inminente invasión y campaña del Ejército chileno sobre Lima.

Caricatura 62

El Ferrocarrilito, en esta caricatura del 2 de octubre de 1880, acusó al dictador Nicolás de Piérola de ser el responsable de la delicada situación por la cual atravesaba el Perú. En esta caricatura, muestra a un desaliñado gallinazo, escarbando un tronco seco derruido, mientras en la leyenda afirma que el gobernante peruano convertido en la mencionada ave, muy común en los alrededores de Lima, le come los sesos a la nación incásica.

Caricatura 63

Portada de El Ferrocarrilito contra el escritor boliviano Julio Lucas Jaimes, a quien se le muestra dejando atrás la tenida militar, dando la idea de no querer enfrentar a los chilenos en el campo de batalla. Asimismo mientras huye de la Ciudad Virreinal, según reza la leyenda del dibujo, también abandona al periódico limeño La Patria mientras carga un saco y un bolsón con sus pertenencias. Nótese como Jaimes es tratado como cuico, denominación despectiva dada a los bolivianos por aquella época. Durante la guerra, era común que los periódicos chilenos comentaran lo publicado por sus pares del Perú y Bolivia. A la luz de esta caricatura, la sátira y el humor gráfico también fueron utilizados para polemizar con los diarios de las naciones enemigas. Este grabado fue publicado el 10 de octubre de 1881.

Caricatura 64

Sátira de El Ferrocarrilito donde se muestra a un supuesto defensor de la capital del Perú, vestido de paisano, agazapado, moviéndose de manera sigilosa dando la impresión de esconderse o huir para no ser enrolado en las filas del ejército peruano, debido al temor provocado por la inminente invasión de los chilenos y la idea de enfrentarse a ellos en el campo de batalla. El grabado fue publicado el 21 de noviembre de 1880, semanas antes de producirse el zarpe la flota que condujo al Ejército de Chile a las puertas de Lima.

Caricatura 65

Un militar chileno premunido de un mazo se apresta a golpear a una especie de reptil bicéfalo, que representa a la alianza Perú-boliviana durante la Guerra del Pacífico. Nótese como sólo una de las cabezas del animalucho intenta atacar al soldado, mientras la otra tiene los ojos cerrados y no muestra actividad. Con seguridad, la cabeza aún con vida es el Perú y la inerte la república de Bolivia. De allí entonces la afirmación relativa a que Chile daba el “último golpe” definitivo a sus enemigos. Este grabado apareció en El Ferrocarrilito, el 25 de noviembre de 1880, a pocos días del zarpe desde Arica de las primeras tropas chilenas hacia Pisco, con el objetivo de iniciar la invasión que culminaría con la conquista de Lima.

Caricatura 66

Grabado de El Ferrocarrilito que muestra a Bolivia representada por un caballo dando un corcoveo y aprestándose a patear a un hombre que encarna al Perú. Con seguridad, esta imagen recogió la idea relativa al abandono de la nación altiplánica de la coalición con la incásica ante la incursión chilena contra Lima. De allí entonces la afirmación de que el Perú “recibe su merecido” por parte de Bolivia, con la intención de burlarse de la rivalidad y disputas entre ambos aliados. El dibujo fue publicado el 3 de diciembre de 1880.

Caricatura 67

Burla de El Ferrocarrilito publicada el 12 de diciembre de 1880, ad portas de la parte más importante del avance del Ejército chileno sobre Lima, donde muestra lo que según el caricaturista es un nuevo velocípedo diseñado por los peruanos para huir ante la presencia de los chilenos. Además, alude que es un privilegio especial del comandante de la Marina de Guerra del Perú Aureliano García y García quien se ganó el sobrenombre, parafraseando su apellido, de “Corría y corría”, pues durante la Campaña Marítima con su corbeta Unión logró evadir en varias oportunidades el combate directo con los buques chilenos merced a la velocidad de su nave. El vehículo en cuestión, según se observa en el dibujo, estaba tripulado y conformado por una persona de espaldas quien sostiene con sus brazos una rueda y con su boca un respaldo de asiento, mientras el conductor se sienta en su cabeza y apoya los pies en sus nalgas, utilizando a otro humano como sistema de tracción.

Caricatura 68

Días antes de las decisivas batallas de Chorrillos y Miraflores, El Ferrocarrilito se mofó de la Guardia de Honor de Lima. En el dibujo enseña a un hombre pequeño, de contextura ancha, con bigote y barba bien cuidados, sin los rasgos indígenas con que se muestra a los defensores de la Ciudad Virreinal en otras caricaturas del mismo periódico; el personaje, tiene la mirada desorbitada. Porta un kepí y viste una casaca militar desabotonada en cuyo hombro se observan insignias de oficial. Nótese que en los pies se aprecian ciertas formas semejantes a lo que podría corresponder a los eslabones de un grillete, en alusión a que se encontraría allí obligado. Este dibujo vio la luz el 8 de enero de 1881.

Caricatura 69

Sátira contra la persona del defenestrado gobernante de Bolivia Hilarión Daza. Un soldado chileno encuentra en Arica una bota maloliente, la cual según reza la leyenda del dibujo perteneció a Daza. Ante tan desagradable hallazgo, el infante, dice, fortificarse. Este grabado fue incluido en la edición de El Corvo del 26 de febrero de 1881.

Caricatura 70

La idea de los dibujantes satíricos acerca de superioridad de Chile por sobre sus vecinos del norte, queda de manifiesto en este grabado publicado por El Padre Cobos el 14 de noviembre de 1882. La república de Chile, pisando el pabellón peruano, portando bizarramente una corona de laureles y sosteniendo su bandera, mira con desdén a la república del Perú la cual se encuentra de rodillas con ademán de ruego. Tras ellas se observan los trofeos de Chile (Perú, Bolivia, armas, municiones y varios estandartes) y un grupo de personas que acongojadas y pobremente vestidas observan la humillación de su Patria. El Padre Cobos mira la escena sobre otro montón de artefactos de guerra y blasones, como símbolo de victoria, mientras el Negro cuchichea al oído de la republica de Chile. Según reza el verso que acompaña esta caricatura, el Perú le suplica a Chile le brinde su protección y ayuda para aliviar los males que la aquejan, pues ninguno de sus gobernantes ha podido dar solución a ellos.

La elección presidencial de 1881

“Es necesario que nadie se abstenga de votar, aunque pierda un día de trabajo, insignificante
sacrificio que la patria tiene el derecho de exigir al más pobre de sus hijos.”

El Diablo. Junio 22 de 1881.

Gonzalo Bulnes, el más importante de los historiadores chilenos de la Guerra del Pacífico, aseveró que la vida institucional de Chile no fue alterada por el desarrollo del conflicto, por cuanto el Congreso, el imperio de la Constitución y las leyes y las libertades fundamentales no fueron vulneradas de ninguna manera mientras los soldados combatían en el norte.

En efecto, como es sabido, un hecho demuestra de manera palpable la validez de las palabras de Bulnes, fue la realización normal de los comicios destinados a elegir al sucesor del presidente Aníbal Pinto en el mes de julio de 1881.

Como suele ocurrir con miras a un proceso electoral, muchos fueron los nombres barajados por los dirigentes de los partidos para encabezar su opción presidencial. Desde el mismo inicio de la guerra, que ofreció la inmejorable posibilidad de encontrar un personaje popular en la medida de la consecución de victorias militares resonantes para presentar a la opinión pública, se elucubró con las figuras de los comandantes en jefe de la Armada y del Ejército y de los ministros de gobierno con mayor exposición pública, como posibles abanderados.

La mirada de todos los partidos recayó en el general Manuel Baquedano, jefe del ejército, quien fue tentado por algunas facciones liberales y radicales. Sin embargo, fueron los conservadores quienes lograron convencerlo para encabezar su opción de gobierno, con la aspiración de contener la expansión del liberalismo, fuerza que entre otras cosas amenazaba la posición privilegiada de la Iglesia Católica dentro de la sociedad y Estado chileno. Hacia comienzos de abril de 1881, con el prestigio del General por lo alto merced a los triunfos de Chorrillos y Miraflores y la entrada de las tropas chilenas a Lima, fue proclamado como candidato presidencial con el apoyo del Partido Conservador.

Así, un general victorioso, tal como lo fue Manuel Bulnes en 1841, se convirtió en aspirante a ocupar el sillón presidencial en el palacio de La Moneda.

Los detractores de Baquedano vieron en su persona no sólo el regreso al poder del clericalismo ultramontano, sino también del militarismo.

En la vereda del gobierno también se barajaron varios nombres. Según se aprecia en dos caricaturas publicadas en los periódicos El Ferrocarrilito El Corvo, las cuales se presentarán a continuación, el oficialismo en 1880, al igual que los Conservadores, consideró la idea de postular a un militar como aspirante para reemplazar a Aníbal Pinto. Se trató del general Emilio Sotomayor, hermano del ministro Rafael Sotomayor, cuya postulación al parecer sólo quedó la intención y en el enunciado. Al año siguiente, se elucubró con José Francisco Vergara, quien reemplazó al ya citado Rafael Sotomayor luego de su muerte en el campamento de Las Yaras en mayo de 1880, como Ministro de la Guerra en campaña. No obstante, al final se impuso la figura de otro miembro secretario de Estado, Domingo Santa María, quien en la convención organizada en Valparaíso a fines de abril ganó en votación a Vergara prácticamente por unanimidad, al triunfar por 163 votos a 1.

En definitiva, la contienda presidencial se resolvió sólo con la presencia de un candidato. Ya en plena campaña, el oficialismo envió a las provincias de Biobío, Arauco y Malleco primero al mismo ministro Vergara y luego al general Basilio Urrutia para promover entre los electores la candidatura de Santa María.

En junio de 1881, Baquedano renunció debido a su convencimiento de que el gobierno realizaría una intervención a gran escala para favorecer a su abanderado. Pese a retirarse, el General de todas formas recibió algunos votos en el colegio electoral de Santiago.

Domingo Santa María inició su período el 18 de septiembre de 1881, el cual finalizó cuatro años más tarde en la misma fecha, cuando cedió el sillón presidencial a José Manuel Balmaceda.

Caricatura 71

Según esta caricatura publicada por El Ferrocarrilito el 28 de abril de 1880 en plena campaña de Tacna y Arica, el gobierno de Aníbal Pinto ya se habría encontrado en la búsqueda de un candidato presidencial para las elecciones del año entrante. En este caso se trataría del coronel Emilio Sotomayor, ex director de la Escuela Militar, oficial al mando de las tropas que ocuparon Antofagasta en febrero de 1879, Jefe de Estado Mayor del Ejército en campaña, comandante de las fuerzas que combatieron en la batalla de Dolores y hermano del entonces ministro de la guerra en campaña Rafael Sotomayor. Emilio Sotomayor recibió los despachos de General de Brigada en junio del mismo año 1880.

Caricatura 72

El mismo día que las tropas chilenas derrotaban a las peruanas a las puertas de Lima en la batalla de Miraflores (15 de enero de 1881), El Ferrocarrilito se preocupó de la próxima contienda para el nuevo período presidencial a iniciarse en septiembre del año 1881. El periódico denunció la intervención electoral orquestada desde el poder ejecutivo para favorecer al candidato del oficialismo, práctica muy enraizada en el Chile del siglo XIX. Esta crítica al gobierno del presidente Aníbal Pinto, retratado aquí con una gigantesca mano izquierda suerte de símbolo de la intromisión del gobierno, es una muestra más de que en Chile las querellas políticas internas no se redujeron durante el desarrollo de la Guerra del Pacífico, menos durante la expedición militar que culminó con la conquista de la capital del Perú.

Caricatura 73

Máximo R. Lira se presenta ante el general Manuel Baquedano, a nombre del Partido Conservador, para solicitarle acepte la candidatura a la presidencia de la república. El militar le invita a retirarse, arguyendo que no desea ser payaso de nadie y le amenaza con aplicar sobre él la Ley Marcial, tal como se lee en la leyenda que acompaña al dibujo. Luego de la conquista de Lima, la opción de Baquedano era la más segura para suceder a Aníbal Pinto como primer mandatario, debido al prestigio ganado durante la guerra y la consecuente aceptación de su nombre por parte de Conservadores, Liberales y Radicales disidentes. Sin embargo, Lira, secretario de Baquedano, fue el medio a través del cual estos partidos consiguieron que el general accediera a la nominación como aspirante al sillón presidencial luego de meses de renuencia. La caricatura fue publicada el 12 de febrero de 1881, a menos de un mes de las batallas de Chorrilos y Miraflores y la entrada del ejército chileno a la Ciudad Virreinal.

Caricatura 74

En esta caricatura publicada por El Corvo el 17 de febrero de 1881, muestra al general Manuel Baquedano aceptando la candidatura a la presidencia de la república con miras a los comicios donde se elegiría al sucesor de Aníbal Pinto. Sin embargo, solicita al médico que le acompaña en el dibujo lo sangre para evitar el fracaso de su postulación al igual como sucedió con la del general Emilio Sotomayor, otro de los candidatos militares y hermano del prestigioso fallecido ministro Rafael Sotomayor. Similar comentario realiza respecto de la pretensión presidencial de Domingo Santa María, la cual para esa fecha no se perfilaba con buenas posibilidaes, debido al inmenso reconocimiento público obtenido por Baquedano luego de la conquista de Lima.

Caricatura 75

“Transfusión de inteligencia” se intitula esta sátira publicada en El Padre Cobos el 2 de junio de 1881. En plena campaña y en vista que uno de los dos candidatos se transformaría en el próximo presidente de la República, el personaje homónimo del periódico humorístico, transfiere “inteligencia” desde el cerebro de un reticente y circunspecto Domingo Santa María al del general Manuel Baquedano. El “Negro”, fiel compañero del Padre Cobos, con una fuente en sus manos y una toalla en uno de sus antebrazos, observa la escena. La imagen alude, sin lugar a dudas, a poner más aun de manifiesto la conocida simpleza de ideas del General, la cual quedó de manifiesto tanto en el ejercicio del mando militar, como en su derrotero político.

Caricatura 76

Si en una caricatura anterior Domingo Santa María le entregaba inteligencia al general Manuel Baquedano, en esta oportunidad es el militar quien muy a su pesar le cede algo de su espíritu y valentía al ministro, según reza el verso que acompaña al grabado. Pese a ello, la leyenda del dibujo no deja lugar a dudas sobre la posición de El Padre Cobos respecto de la contienda presidencial: “Pan por charqui”, es decir, da igual quien sea elegido pues ambos representan en esencia lo mismo. Finalmente, promediando el mismo mes de junio y en lo más álgido de la discusión por la sucesión presidencial, el General renunciaría a su postulación a la primera magistratura de la nación y dejaría libre el paso para la llegada al poder de Santa María. La ilustración vio la luz el 4 de junio de 1881.

Caricatura 77

“La justicia cumpliéndose a los grandes criminales” se intitula esta caricatura publicada en El Diablo el 22 de junio de 1881, la cual muestra en la horca a connotados personajes de la política chilena de la época, acusados por el Diablo (abajo a la derecha), de aspecto irónico y distinguido, de intentar “meter sus garras” en las riquezas provenientes del huano y salitre recién conquistado por el Ejército chileno. Entre los ajusticiados se cuenta a Benjamín Vicuña Mackenna, Justo Arteaga Alemparte y el ex presidente José Joaquín Pérez, quien se encuentra colgado de los pies, entre otros. Del cuello de cada uno de ellos, cuelga un cartel donde se lee el delito por el cual fue condenado. Por ejemplo, al polígrafo y por esos años senador Vicuña Mackenna se le acusa de fanfarrón, calumniador, embustero, trapalón y loco. Por su parte, el general Manuel Baquedano (de pie a la derecha), aliviado, declara haberse librado de ellos pues eran partidarios de su llegada a La Moneda, la cual se frustró luego de la aparición de las candidaturas oficialistas de José Francisco Vergara y Domingo Santa María. La muerte y una turba, probablemente representando a la opinión pública chilena, observan la escena.

Caricatura 78

En un trapecio de circo Domingo Santa María y el general Baquedano se disputan la presidencia de la República. Mientras el primero llega con facilidad donde se encuentra la banda presidencial, el segundo se queda enganchado en el palo a punto de caer al vacío. Desde los palcos la clase política observa la escena. Entre otros se encuentran Abdón Cifuentes, José Francisco Vergara, Aníbal Pinto, Máximo R. Lira, Justo Arteaga Cuevas, Benjamín Vicuña Mackenna, Justo Arteaga Alemparte y José Joaquín Pérez. Este último, “don Joaco”, clama para evitar la caída de Baquedano. El Diablo, observando la escena, contesta a Pérez diciendo “Dejénlo que se mate” manifestando así tácitamente su preferencia por Santa María. Esta caricatura vio la luz pública en 25 de junio de 1881, a más de un mes de la renuncia del General a la candidatura para ocupar la primera magistratura del país. Sin embargo, al momento de la publicación de este grabado, aun no se realizaba el referéndum para designar a los electores que decidirían el nombre del nuevo Presidente de la República.

Caricatura 79

En su primera edición, publicada el 18 de septiembre de 1881, El Burro anunció en su portada la asunción a la Presidencia de la República de Chile de Domingo Santa María. El mandatario saliente, Aníbal Pinto, quien es dibujado pequeño, sobre una escalera y denominado por el verso que acompaña este grabado como “Napoleón el Chico” en alusión a las conquistas territoriales obtenidas por Chile durante la guerra, entrega la banda presidencial a su ex ministro de relaciones exteriores e interior.

La ocupación de Lima

“Hace ya más de cuatro meses que nuestro glorioso ejército entró triunfante en Lima, y aún no podemos imponer al vencido una paz que sea provecho y honra para nosotros.”

El Padre Cobos. Mayo 28 de 1881.

Tras las batallas de Chorrillos y Miraflores en enero de 1881 el Ejército chileno ingresó a la capital del Perú y a contar de ese momento, el gobierno de Domingo Santa María se hizo cargo de la administración general de la ciudad en cuanto tal y del resto de los territorios conquistados. Junto con aquello, se preocupó de iniciar las conversaciones de paz y más tarde neutralizar las incursiones de las montoneras que asolaron la Sierra, las cuales entorpecían cualquier intento de concluir con la guerra y alcanzar, por fin, el término de las hostilidades.

Una vez asegurado el control efectivo de Lima y el Callao, y después de la vuelta del general Manuel Baquedano a Chile con parte del ejército, sucedieron a él en la jefatura de la ocupación, los generales Cornelio Saavedra y Pedro Lagos. A la salida de este último, tomó el mando el contralmirante Patricio Lynch, quien asumió el cargo en mayo de 1881 y lo abandonó en agosto de 1884, cuando las tropas chilenas desocuparon definitivamente el Perú.

Las autoridades chilenas en Lima se abocaron a reestablecer a la brevedad posible el orden y el funcionamiento normal de la ciudad, en lo relativo a la administración pública, siempre bajo el imperio de las leyes peruanas. Así, con el correr del tiempo la justicia civil y criminal, lo mismo que el servicio postal, el aseo de las calles, los serenos, la alumbrado, la educación y la beneficencia pública volvieron a desarrollar sus tareas como de costumbre, a partir del trabajo de empleados chilenos civiles o militares en estrecha colaboración de sus símiles peruanos.

Sin duda, la permanencia prolongada del personal chileno provocó roces y problemas propios de toda actividad, además del interés de algunos por mantener el statu quo, con el objeto de conservar los privilegios adquiridos durante el ejercicio de sus cargos.

Por cierto, la estadía de casi tres años de los chilenos en territorio peruano, provocó varios hechos que han sido motivo de controversia entre la historiografía chilena y peruana. Entre las más relevantes se encuentran el cobro de cupos de guerra, la destrucción de propiedad privada por parte de las tropas de ocupación, riñas entre soldados y civiles, el requisamiento de armas, entre otras.

Un lugar destacado en este debate lo ocupa la incautación de algunos instrumentos para experimentos científicos, miles de volúmenes de la Biblioteca Nacional de Lima y de muchos otros objetos en calidad de botín de guerra.

En paralelo a las labores de la gestión gubernamental de los territorios ocupados, las autoridades chilenas debieron lidiar con las dificultades creadas por el establecimiento del gobierno provisional de La Magdalena, la resistencia a la permanencia de las tropas chilenas orquestada por algunos sectores de la alta sociedad peruana y, a consecuencia de esto último, el azote de las montoneras en la Sierra.

El Tratado de Ancón, que en 1884 marcó el fin de la guerra, señaló también el término de la administración chilena en Lima. Así, luego de casi tres años de dominio del invasor chileno en la otrora Ciudad de los Virreyes, volvió a ondear la enseña bicolor del Perú.

Caricatura 80

Una vez en el poder Francisco García Calderón, presidente provisional del Perú electo bajo la supervisión de las fuerzas de ocupación chilenas, convocó la reunión de un Congreso, con el objeto de retomar cierta normalidad en la vida cívica del Perú y de ese modo iniciar el camino hacia la obtención de la paz con Chile. No obstante, la división interna de la clase política peruana, unos partidarios de García Calderón y otros del ex dictador Nicolás de Piérola, significó la creación de dos congresos distintos en Chorrillos y Ayacucho respectivamente. El primero de ellos tuvo graves problemas de quórum, debido al poco interés demostrado por la causa de García Calderón asociada, no sin razón, a una suerte de servilismo hacia los intereses de los chilenos. A propósito de la inasistencia de los congresistas, esta caricatura publicada en El Padre Cobos el 2 de junio de 1881 muestra al general en jefe chileno Pedro Lagos, llevando por las orejas a dos representantes a una sesión del cuerpo legislativo.

Caricatura 81

“Para el alma pare el cuerpo” se intitula este grabado que muestra a hombres y mujeres de la alta sociedad peruana, recibiendo de los soldados chilenos una ración de comida, la cual es depositada por el cocinero en las ollitas que portan. Además, se observa como los militares confraternizan y galantean con las damas del Perú. Esta caricatura, publicada en el Padre Cobos el 30 de julio de 1881, ironiza sobre la entrega de alimentos por parte de las tropas de ocupación a peruanos pobres en la puerta de los cuarteles de los regimientos acantonados en Lima, Callao y otras ciudades.

Caricatura 82

El 9 de agosto de 1881, El Padre Cobos publicó esta caricatura titulada “Gato por liebre”, donde el almirante y jefe de la ocupación chilena de Lima, Patricio Lynch, es embaucado en un juego de cartas por presidente provisional del Perú Francisco García Calderón y el ex dictador Nicolás de Piérola, entre otros personajes de la clase política del Perú. La acción es observada tras una puerta por el Padre Cobos. El verso que acompaña al dibujo, sostiene que mientras se suceden los asesinatos de soldados y el alzamiento de las montoneras en la Sierra, el jefe militar chileno se dedica a conversar y entretenerse, sin tomar ninguna acción concreta respecto de los problemas suscitados a propósito de la administración chilena del Perú y de los peligros que se ciernen sobre los efectivos chilenos, tanto en las ciudades como fuera de ellas.

Caricatura 83

Ácida crítica de El Padre Cobos al jefe de la ocupación chilena de Lima almirante Patricio Lynch, debido al procesamiento y sanción al comandante Ambrosio Letelier y algunos de sus subordinados, debido a las irregularidades cometidas en su expedición a la Sierra en abril de 1881. El grabado muestra encarcelados, engrillados y con un centinela a la vista al mencionado Letelier, al teniente coronel Hilario Bouquet y a dos personajes denominados como “El Esculapio” y “El Capellán”, de los cuales se desconoce el porque están incluidos en la caricatura. Bouquet, francés de nacimiento se caracterizó por su crueldad y sus prácticas reñidas con la moral, también fue condenado junto a Letelier y otro oficial de apellidos Romero Roa. El caricaturista atribuye los castigos dados a estos militares a la envidia de Lynch, quien observa atentamente la escena del brazo de una mujer de la alta sociedad peruana. El Almirante era acusado de gozar de fama y popularidad entre las damas limeñas, debido a su caballerosidad y triunfos obtenidos en los campos de batalla. La leyenda del dibujo asevera que esta es “la hazaña más notable del contra-almirante Lynch en la campaña del Pacífico”. El boceto salió a las calles el 1º de septiembre de 1881.

Caricatura 84

El presidente chileno Domingo Santa María, luego de asentada la ocupación chilena en gran parte del territorio peruano y en especial de Lima, envió en octubre de 1881 como plenipotenciarios a Jovino Novoa Vidal y Eulogio Altamirano con el objeto de negociar la liquidación de la guerra. Además, se revistió a Novoa de plenos poderes para decidir en acuerdo con el jefe de ocupación, almirante Patricio Lynch, todas las medidas necesarias para llevar adelante la administración interna, las expediciones militares contra las montoneras y pactar la paz. El Padre Cobos interpretó el viaje de estos diplomáticos como la instancia por la cual Lynch sería alejado de la comandancia de la ocupación chilena en Lima. En efecto, la relación entre Novoa y Lynch fue difícil, pues se enfrentaron debido a diferencias de opinión respecto de cómo llevar adelante la administración en muchas. En el grabado en estas líneas comentado, con la leyenda de “Se va la peste de Lima”, muestra a los mencionados Novoa Vidal, Altamirano, junto con Adolfo Guerrero, quien a partir de diciembre de 1881 ocuparía el cargo de Intendente político de Lima, observando como es expulsado el almirante Lynch de la ciudad Virreinal. El marino porta un báculo, está con los ojos cerrados, probablemente simulando no ver, y lleva en sus espaldas un saco lleno de billetes peruanos de un sol. Mientras un militar celebra, las damas limeñas lloran desconsoladas la partida del Almirante. La caricatura fue publicada el 27 de octubre de 1881.

Caricatura 85

El primer día del año 1882, el almirante Patricio Lynch salió desde Lima encabezando una división del ejército chileno, con el objeto de neutralizar las montoneras que operaban en la Sierra peruana las cuales impedían concretar los deseos de poner término a la guerra. En este grabado, publicado en El Padre Cobos el 21 de enero de 1882, ironiza con el doble juego de muchos personeros y la elite del Perú respecto a su actitud frente a las autoridades de ocupación. Según el periódico, mientras colaboraban con los chilenos y se discutía la paz, también se apoyaba a la insurrección de las tropas irregulares en los Andes peruanos. En la caricatura se muestra a Lynch preparándose para partir, mientras Nicolás de Píérola le lustra sus botas, el general La Cotera escobilla su uniforme y el general Juan Buendía limpia su caballo. El siempre presente Padre Cobos, y en especial El Negro, observan la escena con gran sorpresa.

Caricatura 86

En esta caricatura publicada en El Padre Cobos el 3 de abril de 1883, el ministro del Interior chileno José Manuel Balmaceda insta a Guillermo Mackenna, intendente de Santiago, a deshacerse de las estatuas de los leones provenientes desde el Perú como trofeos de guerra. Según el verso que acompaña al dibujo, la decisión de no exponerlos en público se debe a que algunos medios de prensa no desean verlos instalados en plazas o parques de la capital. Para esos periódicos, traer ese tipo de botín no estaría acorde a las normas del derecho internacional. Nótese como la acción del Ministro cuenta con la aprobación de un grupo de personas que, a juzgar por su vestimenta, proceden del sector más acomodado de la sociedad quienes no estarían cómodos con el botín de guerra traído por el Ejército. Por su parte, el Padre Cobos y su compañero el Negro, ayudan al Intendente a mover la pesada figura.

Caricatura 87

Caricatura publicada en el Padre Cobos el 3 de noviembre de 1883, dondeun grupo de empleados civiles del gobierno chileno de ocupación en Lima, encabezados por Luis Aldunate retorna al país. Ellos se dedicaron a distintas tareas de la administración, entre las que se cuentan la justicia, correos, alumbrado entre otras. De aspecto sombrío, lucen ceños adustos e incluso algunos de ellos lloran, mientras cargan su equipaje. La permanencia de más de dos años de las tropas chilenas en la Ciudad Virreinal, debido a la imposibilidad de liquidar de manera adecuada la guerra, permitió que muchos de los funcionarios crearan los vínculos e intereses suficientes para no desear el fin de las hostilidades. El Padre Cobos y el Negro observan contentos la escena.

Caricatura 88

Una limosna para un pobre ciego pide irónicamente el periódico José Peluca en esta caricatura del 10 de mayo de1884. El general en jefe de la ocupación de Lima Patricio Lynch, con los ojos cerrados y apoyándose en un báculo, es conducido por un perro-guía caracterizado como el presidente Domingo Santa María. Lynch en su espalda porta un saco lleno de mujeres denominado como “efectos”, refiriéndose a las múltiples damas limeñas encantadas con el trato dado por el militar chileno. Asimismo, conduce una recua de mulas donde transporta toda la chafalonía, especies y el dinero recaudado por los numerosos cupos de guerra impuestos durante toda la guerra. José Peluca, el personaje homónimo del periódico, observa la escena desde un balcón.

Las consecuencias de la guerra para los soldados chilenos

“Una vez terminada la guerra el militar tiene derecho para leer en los
diarios los motivos por que ha peleado.”

Diógenes. Junio 11 de 1884.

Ajenos de los problemas diplomáticos, las vicisitudes de la conducción de la guerra, las controversias de la gran política y de la administración del Estado se encontraron los soldados que combatieron en cada una de las campañas del conflicto. La gran mayoría de ellos dejó su trabajo, amores, amigos y familia por salvaguardar los intereses de la Patria amenazada. Los más afortunados, volvieron a sus casas orgullosos y sin recibir rasguño, pero con la marca perenne e indeleble de haber participado de la vorágine de muerte y destrucción que significa el enfrentamiento entre seres humanos en un campo de batalla. Hubo otros que, con menos suerte, fueron heridos mientras cumplían con su deber. Algunos se recuperaron por completo y no pocos perdieron uno o más miembros producto de sus lesiones. Sin embargo, unos y otros, quienes salvaron ilesos y los que fueron lastimados, siempre guardaron respeto y tributo a los miles de hombres que pagaron el último precio en la defensa de si mismos, de sus camaradas y de su terruño.

Uno de los problemas fundamentales de los veteranos que resultaron ilesos, fue que tras volver a casa les costó reinsertarse en una sociedad que no reconoció en plenitud su participación, sus esfuerzos y sacrificios sufridos durante la campaña. En muchos casos retornaron a su condición de pobreza habitual, accediendo a empleos mal remunerados o simplemente manteniéndose cesantes. Además, en muchas oportunidades ni siquiera les fueron cancelados a tiempo sus sueldos por los servicios prestados en el Ejército o la Armada. Más adelante, gracias a algunas leyes especiales de recompensa algunos pudieron acceder a exiguas pensiones, luego de superar los inconvenientes creados por la maraña burocrática para entregar los recursos destinados a ellos mismos, que sólo alcanzaban para el sustento básico.

Esta y otras situaciones relacionadas con los problemas sufridos por los ex combatientes, motivó la aparición de una serie de asociaciones y mutuales organizadas por los propios veteranos cuyo objetivo era articular su acción común, en pos de conseguir solución para sus padecimientos. Es el caso del “Círculo de Veteranos del 79”, la “Sociedad de Defensores de Chile”, el “Círculo de Jefes y Oficiales del Ejército y la Marina” y la “Liga Patriótica Militar”.

Por su parte, los heridos en batalla debieron sufrir, junto con los inconvenientes inherentes a su condición, los avatares de la mala organización que en un comienzo tuvo el servicio sanitario chileno. Pese al esfuerzo, dedicación y cuidados de médicos y enfermeras, múltiples fueron los casos de lastimados que recibieron una atención inadecuada en las primeras horas tras finalizados batallas y combates. Algunos de estos problemas se solucionaron luego de la implementación de una serie de reformas a partir de noviembre de 1880, las cuales permitieron cierto incremento en la eficiencia operativa de las ambulancias chilenas.

Además, se establecieron en Santiago y Valparaíso dos casas de convalecencia para prestar ayuda a soldados heridos o enfermos a su regreso del norte, tras ser dados de alta en hospitales o ambulancias.

Más complejas fueron las dificultades vividas por todos aquellos veteranos que resultaron mutilados en uno ó más de sus miembros. A parte del evidente daño físico y moral que significó para cada soldado inválido verse limitado en sus capacidades motrices básicas, se les impuso la dificultad de conseguir un empleo con el cual satisfacer sus necesidades básicas. La discusión respecto de cual debía ser la recompensa apropiada para cada uno de los ex combatientes de la guerra, y de manera especial para quienes habían resultado heridos de gravedad y amputados en alguno de sus miembros, se inició en el Congreso hacia 1880 y se materializó en una ley a fines de 1881. El punto central de controversia durante la discusión de las compensaciones para los efectivos, fue si esta debía considerar a todos los miembros de la milicia o sólo a los inválidos. Además, como establecer criterios uniformes de calificación respecto del nivel de incapacidad, total o parcial, de cada soldado licenciado con el objeto de asignar el pago correspondiente para cada uno de ellos.

 

Como se verá en las páginas siguientes, las caricaturas hicieron especial hincapié en las dificultades que debían superar los ex-combatientes para sobrevivir de manera digna con las molestias derivadas de su inesperada invalidez.El proceso de discusión de la ley, la exagerada tramitación para obtener la recompensa pactada y la incapacidad de satisfacer todas las necesidades y demandas de los veteranos, fue en gran medida lo que exasperó a la prensa preocupada de los problemas sufridos por los veteranos de la Guerra del Pacífico.

Viudas y huérfanos de la guerra también debieron pasar por tantas o más dificultades que los veteranos heridos o mutilados. Con el objeto de intentar mitigar en parte la desaparición de un esposo o padre, además tratar de dotar a los afectados de ciertas capacidades para conseguir la subsistencia diaria se crearon varia entidades públicas y privadas para apoyar a quienes perdieron algún ser querido durante el desarrollo de las campañas del conflicto. Se puede contar entre estas instituciones de beneficencia a la “Sociedad Protectora de viudas y huérfanos de los mártires de la Patria”, creada en 1879 y con asiento en Valparaíso la cual se dedicó a brindar protección y buscar ocupación a inválidos y viudas en aptitud de trabajar; la “Escuela Agrícola de Agua Negra” entidad de Concepción dirigida a educar a los huérfanos; la “Casa del Perpetuo Socorro”; el “Asilo de la Purísima” y la “Casa de María” ambas destinadas a dar alojamiento, alimentación y protección a las hijas de soldados fallecidos durante la guerra y “El Asilo de la Patria” de igual objetivo que la organización anterior, pero dirigida a los hijos de los caídos.

Ni siquiera estas entidades de beneficencia estuvieron ajenas a la conflictiva relación entre el Estado y la Iglesia de la época. El “Asilo de la Patria”, se vio en el ojo del huracán de la lucha laico – clerical de fines del siglo XIX. Pese a tratarse de una institución que concitó en un primer momento el apoyo general de la sociedad, el nacer bajo el alero de la Iglesia católica, le significó ser cuestionada debido a la subvención estatal que recibió. Retirado el apoyo fiscal el Asilo, debió cerrar sus puertas dejando inconclusa la tarea emprendida de educar a los hijos de quienes entregaron su vida en defensa de la Patria.

Caricatura 89

Visión idealizada de El Barbero respecto de los cuidados brindados a los heridos en los hospitales y ambulancias chilenas. Esta caricatura muestra a un soldado chileno disfrutando de los solícitos cuidados de tres gentiles damas, mientras se pregunta que a quién no le gustaría resultar herido con tan buen sistema de curación. Sin embargo, la realidad era otra. Pese a los esfuerzos de médicos y enfermeras, tanto en los hospitales como en las ambulancias, las deficiencias en la administración y organización de los recursos redundaba en la mala atención al personal lastimado.

Caricatura 90

En la sesión de la Cámara de Diputados del 30 julio de 1880, se inició el debate parlamentario respecto del proyecto de ley acerca de las recompensas al Ejército. En dicha oportunidad se discutió acerca de la entrega a los veteranos de condecoraciones conmemorativas de las acciones militares más destacadas. Se incluyó entre estas al combate naval de Angamos y las batallas de Pisagua, Dolores, Tacna y Arica, dejando fuera a otros encuentros como Los Ángeles y Tarapacá. A propósito de este último, hubo varias intervenciones en el hemiciclo a favor de incluir esta acción, apelando al valor demostrado por las tropas. No obstante, el diputado Enrique Mac-Iver señaló que tales galardones debían ser entregados sólo a quienes fueron participes de las victorias chilenas y no de las derrotas, como a su juicio fue el caso de Tarapacá. Estas declaraciones del diputado, junto con la polémica desatada en la propia sala, significaron ganarse la malquerencia de El Ferrocarrilito, que el 14 de agosto de 1880 publicó esta caricatura donde se le muestra como un hombre hundido y repudiado debido a sus dichos.

Caricatura 91

Ácida crítica de El Corvo respecto de la desmedrada condición económica y desamparo con que se encontraron los veteranos de la guerra, en especial quienes resultaron con heridas o mutilados quedando inválidos de por vida. La ilustración muestra el momento cuando un soldado, sin un pie y apoyado en una muleta, solicita limosna a una mujer joven en la entrada de una casa de familia acomodada donde se observa ondea una bandera. El dibujo fue publicado el 12 de marzo de 1881, dos días antes del regreso triunfal del general Baquedano con parte del Ejército Expedicionario del Norte. Pese a estar fresco el recuerdo de las victorias de Chorrillos y Miraflores, la preocupación por la suerte de los combatientes en su reintegro a la vida civil, ya era un tema de discusión pública.

Caricatura 92

Amarga comparación de El Corvo de cuanto sucedía a la llegada de las tropas desde el Perú, a cuanto ocurría una vez concluida la ceremonia de recepción. La primera ilustración muestra al presidente Aníbal Pinto asegurando a los soldados que la “Patria agradecida” se preocupará de ellos en el futuro. Empero, luego, en el cuartel los hombres son obligados por los jefes de su unidad a devolver sus armas y uniformes para que regresen a sus hogares con prontitud, quedando a su suerte, sin trabajo ni protección alguna. La caricatura fue publicada el 12 de marzo de 1881.

Caricatura 93

A casi dos meses de la entrada de las tropas chilenas a Lima, El Corvo en su edición del 12 de marzo de 1881 mostró a un veterano de vuelta a su trabajo agrícola luego de ser desmovilizado del Ejército. Este hombre se queja amargamente respecto de sus bajos ingresos pese a haber servido y librado sin rasguño en la campaña al Perú. Una vez en Chile, los ex-combatientes al reinsertarse en la sociedad debieron afrontar las mismas dificultades económicas que las padecidas antes de la guerra, pese a contar con una gratificación equivalente a tres meses de sueldo la cual les otorgó cierta tranquilidad mientras lograban encontrar una nueva ocupación.

Caricatura 94

El Corvo se hizo eco de las quejas de los soldados que luego de volver del norte no recibieron los pagos atrasados correspondientes a meses de campaña, en esta caricatura publicada el 12 de marzo de 1881. La ilustración muestra a un ex combatiente reencontrándose con su familia y fundido en un abrazo con su esposa y sus hijos, mientras es interrogado por las penurias de la campaña y si tendrán dinero para comprar ropa para vestir a los niños. El hombre contesta afirmativamente a la pregunta de su mujer, sin embargo aclara que eso será sólo cuando le sean cancelados sus emolumentos atrasados.

Caricatura 95

“A costillas del prójimo” se intitula este grabado publicado en El Padre Cobos el 27 de diciembre de 1882. Muestra una celebración en una suerte de ramada a propósito de las fiestas de fin de año, donde el almirante Patricio Lynch aparece como un mozo sirviendo algún brebaje a caballeros de la alta sociedad, a juzgar por sus trajes. Domingo Santa María, José Manuel Balmaceda y José Francisco Vergara se hacen cargo de la interpretación de la música. Por otra parte, El padre Cobos y el Negro, con algunos mutilados de la guerra vestidos mitad de uniforme y la otra de paisano junto sus mujeres y guaguas, observan la escena alejados y sin participar de la festividad reinante. Ácida crítica a como los gobernantes ponen atención a la oligarquía mientras se despreocuparon de la suerte de quienes estuvieron en las filas de las Fuerzas Armadas durante la guerra y resultaron heridos de gravedad. Los beneficios de su sacrificio fueron aprovechados por otros.

Caricatura 96

“Dad de comer al hambriento” es el título de esta caricatura publicada en El Padre Cobos el 5 de mayo de 1883. Un grupo de mutilados, viudas y huérfanos de la guerra, acompañados entre otros por Benjamín Vicuña Mackenna, conocido defensor de su causa, celebran la llegada del almirante Patricio Lynch jefe de ocupación de Lima y, al parecer, Guillermo Mackenna, intendente de Santiago, quienes portan en sus espaldas sacos llenos de dinero. Sin embargo, su destino fue repartido entre quienes defendieron la causa de Chile en los campos de batalla o perdieron un ser querido, sino para continuar, irónicamente, con la construcción de la iglesia de la Gratitud Nacional. Pese a que las pensiones y leyes especiales para favorecer a quienes resultaron afectados por la guerra, no daban a basto para solucionar sus problemas.

Caricatura 97

Los inválidos de la guerra, la cual ya se encuentra prácticamente finalizada, expresan su gratitud al Padre Cobos, participando de una fiesta a la que llevan gran cantidad de comida y licor. En esta caricatura, el artista mezcla dos temas de importancia para El Padre Cobos, su preocupación por la suerte de los mutilados y su batalla por la laicización de la sociedad chilena. Entre los aportes a la reunión se observan brebajes tales como “Coñac matrimonio civil”, “Jerez laico” y “Pisco registro civil”. Además los asistentes al banquete portan dos bebidas alusivas al periódico: “Aguardiente del Padre Cobos” y “Vino blanco El Negro”. El grabado fue publicado el 29 de junio de 1883.

Caricatura 98

Ácida crítica del Diógenes respecto de la manera en que los soldados fueron conducidos a la guerra contra el Perú y Bolivia sin conocer los motivos reales o quienes se beneficiaban directamente con ella. La caricatura fue publicada el 11 de junio de 1884, una vez terminada la guerra, firmado el tratado de paz con Perú y pronto a protocolizar el pacto de tregua con Bolivia. Muestra como un militar, portando algunas condecoraciones y cuyo brazo y pierna derecha le fueron amputados, lee atentamente la prensa imponiéndose tardíamente de los motivos por los cuales combatió y, mucho más importante aún, porque su cuerpo fue mutilado transformándolo en un lisiado permanente.

Caricatura 99

Sátira del Diógenes, publicada el 11 de junio de 1884, acerca de la situación desmedrada de los mutilados de la guerra. En la imagen, un hombre de vestido de frac y sombrero le entrega una moneda a un veterano, quien porta uniforme y varias condecoraciones, mientras asevera que no es vergüenza “tender la mano para pedir limosna”, en circunstancias que no puede recibirla pues le faltan ambos brazos. El desencanto por lo sucedido con los ex – combatientes, resulta evidente.

Caricatura 100

Grabado del Diógenes que muestra un veterano de la guerra que perdió ambas piernas, afirmado de un bastón, vestido de uniforme, portando condecoraciones y en pose de retrato o fotografía. La leyenda afirma que se encuentra asegurado de por vida contra afecciones a los pies tales como callos y sabañones. Este dibujo vio la luz el 11 de junio de 1884.

Caricatura 101

El Diógenes muestra una de “Las gangas de la guerra” en su edición del 1º de agosto de 1884. Un veterano que perdió ambas piernas las cuales fueron reemplazadas por prótesis de madera, comenta que una miniatura de soldado ha tenido menos fortuna que él mismo, pues el infante de juguete es entero de palo.

Caricatura 102

 

Otra de las “gangas de la guerra” del Diógenes. En un escaño, un veterano de guerra que perdió ambos brazos recibe la ayuda de una amiga con la cual comparte un picnic, a juzgar por el cesto que yace a los pies de la mujer, para limpiarse la nariz. Esta caricatura fue publicada el 29 de agosto de 1883.

Caricatura 103

Grabado número cuatro de la serie “Cosas de inválidos” publicada por el Padre Padilla el 23 de septiembre de 1884. Dos veteranos con un solo brazo y sin piernas, pelean utilizando una de sus prótesis inferiores y “casi se sacan los ojos.” El verso que le acompaña dice:

“Sin piernas, pero con brazos,
Dos recomendables cojos,
Pues no pueden a sablazos,
Casi se sacan los ojos
A piernazos y piernazos.”

Caricatura 104

Grabado número ocho de la serie “Cosas de inválidos” publicada por el Padre Padilla el 23 de septiembre de 1884. Un veterano quien perdió brazos y piernas, se ríe al pasar frente a un local donde se anuncia que “se sacan callos sin dolor”, pues con él no tendrá problema alguno. El pequeño verso que acompaña la imagen dice:

“Prudencio Artiga… Fleboto…
¡Vaya! Que nombre tan griego!
¿Dice que saca los callos
sin dolor? ¡Mucho me alegro!
¡Va a sacar… su macho a tiempo!

Caricatura 105

Caricatura de humor negro publicada en el Diógenes el 3 de octubre de 1884. Hacia fines de la guerra, el Pacto de Tregua fue firmado con Bolivia en diciembre de 1884, un veterano con su pierna izquierda mutilada portando un uniforme y medalla, sentado en un escaño de un parque donde a lo lejos se observa la estatua de algún prócer militar, se mofa de su prótesis de madera afirmando que ésta al llegar la primavera comienza a florecer al igual que el resto de la vegetación.

 

Fuente:

tesis.uchile.cl