Hundir el Huáscar a cualquier precio

Esa fue la decisión tomada en la junta de guerra celebrada en Antofagasta el 27 de septiembre de 1879. El monitor se había convertido en una pesadilla y era el obstáculo formidable que impedía los planes de invasión terrestre. Lo señalan los historiadores chilenos Francisco Encina y Leopoldo Castedo. 

Enrique Palacios de Mendiburu, ultimo comandante del Huáscar
(Lima, 16 de agosto de 1850 -Iquique, 22 de octubre de 1879)

 

Los acontecimientos internos chilenos y la imposibilidad de adquirir nuevos buques hicieron concebir a Prado un complejo plan de operaciones navales, muy celebrado por su audacia, pero que, en el fondo, era hijo de la desesperación.

En la noche del 24 y 25 de Agosto de 1879, se hallaban en Antofagasta el “Abtao” con sus máquinas desarmadas, los transportes “Limari” y “Paquete del Maule” y la corbeta “Magallanes”, que hacían la ronda. Grau logró penetrar en el puerto burlando la vigilancia de la corbeta. Pero en tierra advirtieron la presencia del “Huáscar” y en el acto se prepararon las baterías. El intento de torpedear el “Abtao” falló al descomponerse la dirección del artefacto, y al clarear (empezar a salir el sol) se dirigió al sur.

Luego de afortunadas correrías, regreso de Antofagasta, sabedor de que los blindados chilenos no estaban en el puerto. La puntería de los nuevos artilleros ingleses contratados por el gobierno peruano era excelente. Dos disparos del “Huáscar” cayeron en la cubierta del “Abtao”, averiándolo, no obstante lo cual la nave chilena no dejó de disparar. En la noche llegó el “Blanco Encalada” al mando de López, con tanto atuendo de sirenas y cohetes de luces para no chocar con los mercantes, que Grau lo identificó de inmediato y pudo huir al norte.

Luego de Largas disputas, durante las cuales se pretendió dividir la escuadra en 2 fracciones independientes, en los últimos días de Agosto se transó entregándole el mando del “Cochrane” a Latorre, con la oficialidad que el seleccionara, con el objeto de acabar de una vez con la pesadilla del “Huáscar”, y nombrando al capitán de navío Galvarino Riveros, que sumaba a la antigüedad la inexperiencia  y la ineptitud. Santa María lo había calificado “del más infeliz de los mortales”. Sin embargo, con su fe ciega en los asesores, puso a su lado, con el cargo de secretario, al autor del a Canción Nacional, el poeta Eusebio Lillo.

La designación de Latorre produjo una sensación de alivio de un extremo a otro del país. Juan José Latorre y Benavente permanecía al brillante grupo de oficiales formados por William Rebolledo.

Pocas veces se han reunido en un hombre tales dones de mando, pericia táctica, sagacidad estratégica, presencia de ánimo, rápido golpe de vista, audacia consciente y ecuanimidad.

Al fin el gobierno elaboró un plan inmediato. El 27 de Septiembre se celebró en Antofagasta un consejo de guerra para ponerlo en práctica. Los objetivos inmediatos eran hundir el “Huáscar” a cualquier precio, incluso protegido por las fortificaciones de Arica, e invadir Tarapacá. En la madrugada del 2 de Octubre la escuadra partió al norte y el 3 se estacionó a la altura de Arica. Algunos pescadores capturados confirmaron la salida del “Huáscar” y la “Unión”. En la bahía no quedaba otro buque de guerra que la “Pilcomayo”. Grau acababa de partir hacia los puertos del chileno: No bien hubo confirmado la noticia Sotomayor concibió el plan que condujo el combate de Angamos: Santa María lo aprobó en todas sus partes.

El 7 de Octubre Riveros salió de Mejillones con la orden de cruzar  toda la noche al suroeste de Antofagasta  “para perseguir a los buques enemigos hacia el norte y proteger  Antofagasta en caso necesario”, y se situó frente a Punta Tetas (Antofagasta), que cierra la bahía por el norte: poco después Latorre establecía su crucero frente a Mejillones.

Grau entró en Antofagasta a la 1:00 am de la madrugada del 8 de Octubre de 1879. Como no hallaba naves que torpedear se reunió a las 3:15 con la “Unión”, que había quedado en la entrada de la bahía, y ambos buques se dirigieron al norte; pronto advirtieron a proa (Parte delantera de una embarcación) “3 humos y destellos sospechosos”, y, por precaución, se desviaron al oeste. A la misma hora los vigías del “Blanco Encalada”  anunciaron “¡humos a las vista!”. Las 3 naves de Riveros (el “Blanco”, la “Covadonga” y el “Matías Cousiño”) emprendieron la caza. A las 7:17 los vigías peruanos  anunciaron, 1, 2, 3, humos al norte: Eran el “Cochrane”, el “Loa” y la “O’Higgins”, que avanzaban a toda máquina, perpendiculares a la costa, a cortar por la proa a las naves peruanas.

La sorpresa creaba a Grau el dilema de huir hacia el suroeste, sin preocuparse del «Blanco Encalada» que venía distanciado, o seguir a toda máquina pegado a la costa, doblando la Punta de Angamos, antes que el “Cochrane”, que estaba a más de 20 millas de la costa, le cortara por la proa.

«La Unión» huyó a 14 millas por hora, seguida del “Loa” y de la “O’Higgins«, que pronto distanció, y alcanzó a doblar libre el Promontorio de Punta Angamos. Latorre ordenó elevar al máximo la presión de las calderas. El calor es tan intenso que los fogoneros caían asfixiados.

Fue necesario  que los médicos les suministrarán éter para reanimarlos. El  “Cochrane” avanzaba perpendicular a las costa, a más de 11 ¼ de millas por hora. Sobre cubierta, Vicente Merino Jarpa, el futuro héroe de la aduana de Iquique. Calculando que el acorazado caería detrás de la popa del “Huáscar”, al aumentar esta velocidad, comenzó a repetir en voz baja, más de manera que los oyese Latorre: “Un cuarto de babor”, “Un cuarto de babor”. El comandante hizo verificar la velocidad de ambas naves y, al comprobar que, en efecto, iba a caer detrás del “Huáscar”, ordenó:

“¡Un cuarto de babor!”: Los muchachos arrojaron sus gorras al aire gritando: “¡Ya es nuestro! ¡Ya es nuestro!”.

La distancia se acortó a 3.000 metros. Grau rompió los fuegos, con la esperanza de que Latorre se detuviera a contestarlos guiñando (breve cerrar de un ojo).

Las punterías de los artilleros ingleses fueron excelentes. La primera andanada de Latorre pasó rozando la chimenea del “Cochrane”, un proyectil de la segunda destrozó  el pescante de proa y la tercera dio oblicuamente en el blindaje sin perforarlo, mas produciendo una gran conmoción que hizo levantar en las máquinas columnas de vapor. Latorre, se dirigía el combate de pie sobre cubierta, como temiera haber perdido andar, ordenó romper los fuegos. Eran las 9:40 de la mañana y la distancia 2200 metros.

El primer cañonazo de “Cochrane” dio en la torre de combate, matando a 12 hombres. El segundo cortó el guardín de babor de la rueda de combate, dejando al “Huáscar” sin gobierno. 10 minutos después, el 4° proyectil dio en la torre de mando, hizo volar a Grau y dejo moribundo a su ayudante Diego Ferré, Al buscar los restos del gran marino peruano, sólo se hablaba un pie y los dientes incrustados en el forro de madera de la torre.

Otro disparo acabó de destrozar el telégrafo de la máquina y la rueda de gobierno. Desde ese momento, los artilleros del “Huáscar”  perdieron la fijeza (seguridad).

El monitor, ya sin gobierno, cayó hacia la derecha, a consecuencia de la torcedura del espolón, y describió un círculo hacia el “Cochrane”, manteniendo sus disparos. Latorre hizo una maniobra paralela y la distancia se acortó a unos 450 m. A las 10:10  la tripulación del “Huáscar”, desmoralizada, arrió la bandera.

Latorre suspendió los fuegos, mas como el “Huáscar”, después de los 2 minutos reglamentarios, no detuviera su máquina, los reanudó. El teniente Enrique Palacios izó nuevamente la bandera. El mando había pasado por 4 oficiales. A medida que quedaban fuera de combate. «La voluntad y el coraje indomables de Palacios lograron imponerse«.

A las 10:20 el “Huáscar” quedo por 3° vez sin gobierno y giro de nuevo sobre estribor. Latorre interpreto el movimiento como ataque de espolón y cerro la caña a babor para espolearlo a su vez.

El monitor alanzo a pasar libre por la proa del “Cochrane”, y fue a dar sobre el “Blanco”, que llevaba en ese instante. Riveros se interpuso con tanto ímpetu entre el monitor y el acorazado que los 2 buques chilenos estuvieron a punto de chocar. Un diestro viraje de Latorre, que despertó la admiración de los críticos navales extranjeros, evitó el desastre.

Con estos movimientos, el “Huáscar” se alejó a 1,200 metros. Latorre forzó las máquinas para acortar de nuevo la distancia. El “Huáscar” repitió su giro por estribor y el “Cochrane “lo embistió. La popa del monitor salvo a 5 metros, pero recibió los cañonazos de boca de jarro por depresión. Los giros del “Huáscar” continuaron 1 y otra vez, y los acorazados chilenos intentaron espolearlo. Por un momento consiguieron los peruanos restablecer el gobierno de su destrozado buque y poner proa al norte. Los blindados lo acribillaron.

A las 10:55 arrió definitivamente la bandera. Llevaba una hora y cuarto   contra un barco muy superior en poder y toda resistencia se había hecho inútil desde la llegada del “Blanco”. Una vez cerradas las válvulas, fue conducido a Antofagasta con sus propias máquinas. El comando táctico de Latorre llamó la atención de los marinos ingleses. El “Cochrane” acusó 5 balazos, uno de ellos procedente del “Blanco”. Tuvo 1 muerto y 9 heridos. El otro acorazado chileno no tuvo bajas. El “Huáscar” recibió en el casco 11 impactos que no tocaron las maquinas. De los 205 tripulantes, 65 murieron en combate o cayeron al mar.

La captura del “Huáscar” había llegado a ser pesadilla de Chile entero. Se comprenderá la tensión nerviosa producida en Santiago al recibirse el telegrama de Sotomayor  que anunciaba la inminencia (peligro) del combate. La noticia de la victoria se esparció de inmediato. Ningún acontecimiento de la Guerra del Pacífico logró producir el entusiasmo que Angamos. La figuras de Prat y Latorre, que fundidas en único símbolo. Encarnaron en el pueblo chileno el máximo concepto del heroísmo.

La muerte de Grau fue sentida con sincera emoción. El mismo día 8 el gobierno telegrafiaba a Sotomayor:

Según la relación de usted, el almirante Miguel Grau a muerto valientemente en el combate. Cuide usted que su cadáver sea dignamente sepultado. El pueblo obedeciendo a sus tradiciones se hace un deber en presentar homenaje al valor y a la honradez”.

Del cuerpo destrozado «solo lograron recogerse  un fragmento de la mandíbula  y las piernas«, que fueron enterrados en el mausoleo del general Benjamín Viel,  pues uno de sus hijos estaba ligado a Grau por vínculos de afinidad.

11 años más tarde el gobierno entregó al Perú los restos del almirante.

La emotividad de la ceremonia puso de manifiesto la admiración de su pericia náutica y su caballerosidad española  le había conquistado  en el corazón del pueblo chileno.

La pérdida del “Huáscar” repercutió de manera desastrosa en la moral peruana. Y las consecuencias materiales fueron aún mayores. Las comunicaciones marítimas se hicieron imposibles  y originó una decisión estratégica  gravísima para los aliados. Sus ejércitos quedaban fraccionados en 3 frentes; ninguno de ellos era bastante poderoso para resistir la acometida del ejército chileno, dueño de la iniciativa estratégica, ni podían auxiliarse entre sí.

 

José Galvarino Riveros Cárdenas (Valdivia, Chile​ 2 de diciembre de 1829 – Santiago de Chile, 11 de enero de 1892)