Parte Oficial del coronel Belisario Suárez sobre la Batalla de Tarapacá
Victoria en la Batalla de Tarapacá.- Batallones de infantería peruana “Zepita” y “Dos de Mayo”, integrantes de la Segunda División al mando del coronel Andrés A. Cáceres, toman a la bayoneta los cañones chilenos en Tarapacá y los vuelven contra los genocidas sureños.- Coronel peruano José Miguel de los Ríos sigue en combate a pesar de haber sido herido cinco veces.- Coronel Alfonso Ugarte, baleado en la cabeza, continúa dirigiendo el batallón “Iquique”.- Mariano de los Santos captura estandarte del enemigo chileno.- Parte Oficial del coronel Belisario Suárez sobre la Batalla de Tarapacá.- “Belisario Suárez iba adelante en su ágil caballo blanco. Era el punto de mira de todo el ejército, electrizado por el ejemplo”

Mapa estratégico de la Batalla de Tarapacá
Mapa de la Batalla de Tarapacá 27 de noviembre de 1879. La información del croquis indica que el ejército chileno contaba con infantería, caballería, artillería de campaña y artillería de marina. En cambio, el ejército peruano sólo estaba integrado por cuerpos de infantería. (Ahumada 1885, entre las páginas 186 y 187)

General Juan Buendía (1816-1895)
General Juan Buendía, Vencedor de Tarapacá, General en Jefe del Ejército del Sur

Primera página del parte oficial del General Buendía

Segunda página del parte oficial del General Buendía

Tercera página del parte oficial del General Buendía

Cuarta página del parte oficial del General Buendía
Parte Oficial del General Juan Buendía sobre la Batalla de Tarapacá

Coronel Belisario Suárez (1833-1910), Vencedor de Tarapacá, Jefe del Estado Mayor
Parte Oficial del Coronel Belisario Suárez
Estado Mayor General del Ejército del Sur
Tarapacá, 27 de noviembre de 1879
Séame permitido, antes de describir la batalla que con tanta honra nuestra ha cambiado la situación, hacer notar a US. que la sola ascensión hasta el nivel de los baluartes contrarios es, por sí misma, un triunfo, porque la ciudad que nos servía de cuartel general está por todas partes dominada y solo a fuerza de un espíritu superior a nuestra fatiga y a merced del aturdimiento del enemigo, que nos supone desconcertados y nos encontró poseídos del más ferviente entusiasmo, ha podido realizarse esa subida a la luz del día y al través de dificultades que daban toda la ventaja a los enemigos, que contaban por suyo el campamento.
Antes de combatir hemos tenido que ponernos en condiciones de hacerlo, entregándonos indefensos a tiro de los contrarios, y eso se hizo con la serenidad de los valientes.
Llegados a la altura, la segunda división emprendió uno de esos ataques que todo lo arrollan y que tienen en su impetuosidad y arrojo la mejor garantía del éxito.
«Zepita» tomó cuatro de los cañones enemigos con sus municiones, mientras digno émulo de su decisión y de su gloria, llevaba en trofeo el regimiento «2 de Mayo», los dos que se encontraban a su frente. Estaba cumplida en los primeros momentos del combate una de las más notables proezas de la infantería, y que entonces fue cuando brilló el valor y cuando se revelaron en todo su mérito la perseverancia y talentos militares del comandante general de la segunda división, señor coronel don Andrés Avelino Cáceres, que tuvo el acierto tan raro en el arte de saber utilizar la victoria sin dejarse arrastrar ciegamente por ella. Preocupado solo del triunfo de nuestras armas, el coronel Cáceres moderó el ardor de sus soldados, organizó el mismo entusiasmo, y no pedía sino fuerzas que recordaran su plan, admirablemente combinado y que redujo a la impotencia a los contrarios.
En esta jornada admirable sucumbió heroicamente el señor coronel, primer jefe del regimiento «2 de Mayo», don Manuel Suárez, y se diezmó la oficialidad de los dos cuerpos que llevaron a cabo ese esfuerzo, que aseguró la victoria a simples columnas de infantes, contra un verdadero ejército cuidadosamente dispuesto y pertrechado con todos los recursos de las tres armas.
Este cuadro de la acción es el más sublime de ella, ese triunfo que hizo fáciles los posteriores, que casi obligó al heroísmo al resto de nuestras tropas, merece tenerse en cuenta, porque llevados por mí concurrieron al lugar donde se decidía así la suerte de dos naciones, el batallón «Iquique» número 1, cuyo valiente jefe el señor coronel Ugarte fue herido a bala en la cabeza y continuó no obstante alentando su tropa con el ejemplo confirmado con su sangre, y la columna Naval que debía poner pocos momentos más tarde el sello del heroísmo sobre la sangre de su primer jefe el comandante Meléndez, y el sacrificio de gran parte de su distinguida oficialidad.
La tercera división del ejército, si no se hizo como la anterior centro de las operaciones, porque no se lo permitió su puesto en la línea, escribió su nombre en la historia de esta jornada, de tal suerte que están en su poder un estandarte enemigo, el del «2° de línea», tomado por el guardia de Arequipa, Mariano Santos. Muchos de los prisioneros probaron el denuedo de la lucha y la generosidad después de la victoria. El señor comandante general coronel don Francisco Bolognesi, estuvo a la altura de esos soldados que caracterizan a aquellos cuya presencia en la fila enemiga hacía rendir banderas, y el batallón «Guardias de Arequipa» por sus certeras punterías, por su orden y serenidad, hizo suyo gran parte del honor de este triunfo, en que columnas de infantes naturalmente señaladas como víctimas de su propio valor, evidenciando una vez más la superioridad del valor y de la disciplina sobre todos los elementos que pueden oponerle los adelantos de la guerra moderna.
La quinta división, compuesta de los cuerpos de la guardia nacional del departamento y de la columna «Loa» compuesta de ciudadanos bolivianos, había llegado la víspera al campamento después de una penosísima jornada, y su valiente comandante general, el señor coronel don José M. Ríos, que abandonó a Iquique solo por obediencia, sonrió al peligro y se precipitó sobre él con un júbilo, del que participaron sus tropas y que no cedió sino con sus fuerzas materiales después de la quinta herida, pero dejando su espíritu en todos sus subordinados. Es admirable el modo como «Iquique», privado de su jefe y muchos de sus oficiales, como «Loa» que parece haber encarnado la lealtad y el valor tradicional de Bolivia, como la fatal herida en su jefe y sus oficiales superiores, dispersaron la caballería enemiga, trocando en fuga su insultante confianza y arrancando de las manos los sables prontos a caer sobre nuestras columnas sin protección.
Los cuadros que esos cuerpos forman recuerdan la época de la lucha antigua; y el enemigo privado de su artillería por «Zepita» y «2 de Mayo», lo fue de su caballería por los nacionales de Iquique y los representantes del honor boliviano.
La artillería sin cañones peleó con sus armas menores hasta hacer excepcional en sus filas y en su oficialidad la fortuna de salir ileso, y se dio tiempo para ofender al enemigo con sus propios cañones dirigidos por el sargento mayor graduado Carrera.
La división de exploración acudió a todos los lugares del peligro, desalojó a los enemigos parapetados en lugares casi inaccesibles y confirmó la brillante reputación de su comandante general interino, el señor coronel Bedoya.
Cuando en toda la línea se rechazaba a la fuerza chilena, a pesar de sus posiciones y de su tenacidad en nueve horas de combate, se presentaron en el alto por el camino de Pachica, donde se encontraban de estación, las divisiones «Vanguardia» y «1ª del ejército». Su sola presencia completó la dispersión de los contrarios, no sin que antes tuviera la segunda ocasión de tomar a vivo fuego y en la lucha indescriptible, otra de las posiciones alevosas de la fuerza chilena, y de distinguirse la primera por la atisbada y ejemplar serenidad con que su comandante general el señor coronel Dávila, la condujo armas a discreción, sufriendo impasible el fuego del enemigo hasta dominarlo, con solo su resuelta y táctica actitud.
El coronel don Juan González, primer jefe del regimiento «Guías», que desde días anteriores se encontraba gravemente enfermo, se presentó en Tarapacá la víspera del combate y haciendo en él honor a su justa reputación, cayó en la fila enemiga tan gravemente herido que es casi imposible conservar su existencia.
El teniente coronel don Isaac Recabarren, el defensor de Pisagua, que había vuelto a ocupar su puesto de Jefe de estado mayor de la segunda división, después de multiplicarse en todas partes, de llevar personalmente los cuerpos de esa división a los puestos preferentes de la lucha, fue herido en la mano sin que nada pudiera obligarle a dejar el campo de batalla, en el cual, al lado de US., al mío y en todos los que le señalaban el honor y el riesgo, fue hasta el fin modelo de soldados y patriotas.
Interminable sería este oficio, si mencionara uno a uno los nombres de todos los que se han distinguido en esta batalla, que ofreció a nuestro deseo la errada presunción de los invasores; las listas de muertos y heridos tienen mayor elocuencia que cuanto pudiera darle el parte más minucioso; ellas revelan que el puesto del peligro fue el único disputado por los jefes. Orgullo y dolor inspira ese cuadro de heroísmo, que US. y el Perú apreciarán debidamente.
El enemigo ocupaba al principiar la acción un campamento de casi una legua entre el Alto de la cuesta de Arica y el de Visagras, y al concluir había retrocedido hasta el cerro de Minta; dos leguas más allá de sus atrincheramientos.
Los chilenos han combatido siempre a favor de sus parapetos, construidos expresamente, o improvisados entre las casas y tras de los matorrales que presta el bosque.
Cuatro cañones Krupp, cuatro obuses, un estandarte y varias banderas, 56 prisioneros, fuera del sin número que hemos abandonado a los auxilios de las ambulancias, entre ellos una de las cantineras, dan testimonio de esta victoria, superior a las esperanzas que racionalmente podía ofrecer una sola arma puesta a prueba por las tres perfectamente organizadas.
Nuestras tropas han hecho en este día uso de la munición y de las armas tomadas al enemigo sobre su propio campo, y ha habido momento en que trabada la lucha cuerpo a cuerpo, señaló la victoria personal de nuestros soldados.
Remito a US. las relaciones de nuestros heridos y prisioneros; le felicito por la ejemplar conducta de que ha sido testigo y admirador el ejército, y le ruego ponga este oficio y sus anexos en conocimiento de S. E. el señor General Director supremo de la guerra, para satisfacción del país y honra de sus armas.
Dios guarde a US.
B.S.G.
Belisario Suárez
Parte Oficial del coronel Belisario Suárez sobre la Batalla de Tarapacá( Boletín de la Guerra del Pacífico 1879-1881, 520)

Coronel Justo Pastor Dávila (1829-1901), comandante General de la División Vanguardia
Documental sobre la Batalla de Tarapacá y el parte oficial del Coronel Belisario Suárez
Compilado, ilustrado y editado por:
Ricardo Cuya-Vera de Calidad Integral
Divulgador de la memoria de Miguel Grau Seminario.