La ocupación de Lima (1881) relatada por un relato ciudadano colombiano

Muy cerca lo he visto, puesto que de Lima a los campos de los últimos combates la distancia es tal que jefes, oficiales y soldados, cubiertos no de laureles sino de polvo, llegaban a esta ciudad cuando aún se oía los cañones del combate.

San Juan y Chorrillos:

Desde el 23 de diciembre estaba el ejército chileno acampado en Lurín, donde se sabía estaba concentrando sus fuerzas. A partir del 6 de enero, diversas escaramuzas fueron anunciando lo que venía y el nerviosismo comenzó a aumentar en la ciudad.

Por fin, el jueves 13 de Enero a las 4 de la mañana, por el ruido de los disparos supimos que el combate había comenzado y como a las 9 existía gran excitación en las calles y muchos soldados dispersos, levemente heridos, habían llegado ya a esa hora a la ciudad. El ruido de los disparos se apagó poco después de las 10 y entonces comenzamos a recibir noticias sobre los resultados de la batalla. Nuestra primera información fue que los peruanos habían perdido algunas posiciones, reconquistándolas nuevamente, pero solo en la tarde supimos el verdadero estado de la situación.

Entonces oímos que los peruanos habían sido derrotados en toda la línea, San Juan y Chorrillos capturados, y que los peruanos, por orden de su Jefe, retirados a Miraflores, que se encontraba atrincherado por ambos costados en una extensión de muchas millas.En realidad, los peruanos no mostraron un espíritu de lucha digno de comentario.

La mayor parte de los soldados disparaban fusiles al aire y arrancaban, muchos dejaban sus rifles abandonados y además toda su artillería cayó en manos del enemigo.

La Tregua:

El viernes 14 por la mañana la mayor parte de los extranjeros organizados en ambulancias se dirigían al palacio de la Exposición, en donde desde la víspera prestaban importantes servicios a los heridos que llegaban en el ferrocarril.

Un movimiento general y un sordo rumor agitaban la multitud ahí reunida cuando el pito anunciaba desde lejos la llegada del tren de Miraflores, y las colonias tomaban sus camillas para recibir a los heridos o salían a buscarlos a los barrios apartados de la ciudad. El hospital era un arreglo provisorio hecho en el gran edificio donde se celebró la Exposición hace algunos años y resultó de lo más adecuado para tal propósito.

Yo le visité con el Dr. Loane en la tarde y vi a todos esos desgraciados, la mayor parte de los cuales no estaban, sin embargo, muy mal heridos, pues los más graves se les dejó en el campo de batalla o fueron atendidos por la “Cruz Roja” (Red Cross) del Ejército. El Dr. Loane me dice que la mayoría de las heridas están en la espalda, por lo menos, comienzan en la espalda, lo que confirma la versión que habrían arrancado. Es realmente un espectáculo lamentable ver todos esos hombres heridos que no se encuentran bien atendidos, existiendo una gran necesidad de practicantes y enfermeras.

Hubiérase creído, en vista del considerable y variado número de banderas que ondeaban los techos, miradores, balcones, puertas y ventanas, que Lima engalanada se preparaba como en los días de sus frecuentes festivales a entregarse gozosa y aturdida a los placeres que la han enervado. Todas las banderas del mundo comercial flotaban en la capital peruana, menos las de Chile, Bolivia y el Perú… En los hospitales de sangre ondeaba la bandera de la Cruz Roja, y en los de caridad, casas de asilo, orfelinatos y demás establecimientos de beneficencia desplegábanse al viento grandes banderas blancas con una imagen de la Inmaculada Concepción.

El Viernes 14 no hubo lucha y ese día los chilenos enviaron a Miraflores, con bandera de parlamento, al Ministro de Guerra peruano Iglesias, que había sido capturado el día anterior. Les dieron a los peruanos 24 horas para rendirse a fin de que Lima pudiera salvarse. Esa tarde el Cuerpo Diplomático salió al campo de batalla con los almirantes inglés y francés procurando producir un avenimiento. Ya habían ido dos veces y volvieron por tercera vez en la mañana del Sábado consiguiendo arreglar una tregua hasta el Sábado a medianoche, primero con Piérola y después con el General Baquedano.

Entonces era ya evidente que si se producía un nuevo combate, los chilenos no iban a tener dificultades en aplastar a su enemigo el que, probablemente, retrocedería sobre Lima en donde se producirían luchas callejeras que, de haber ocurrido, habrían significado para Lima correr la misma suerte que Chorrillos y Miraflores, ambas ciudades quemadas hasta sus cimientos. El teniente abanderado del almirante Stirling, que ha estado en Lima durante todo el tiempo que ha durado este asunto, me contó que las negociaciones de paz habían fracasado y que el Cuerpo Diplomático no había conseguido que el General chileno Baquedano garantizase que la propiedad neutral sería respetada por sus soldados, – lo que creo que nadie en sus cabales podría haber esperado que pudiera hacer.

Miraflores:

El sábado 15 por la mañana, los ánimos presentían algo. Poco después del mediodía oyéronse cañonazos en el campamento. La ansiedad comenzó de nuevo, las carreras se multiplicaron, el temor general se pintaba en los semblantes. Miraflores, centro del combate, dista de Lima apenas dos leguas, razón más para que desde las tres de la tarde fueran numerosos los individuos del Ejército que entraban en la capital.Todos decían estar triunfantes. El sol del 15 de enero se había hundido en el ocaso y con él la esperanza de cuantos dieron y recibieron abrazos por la prisión de Baquedano.

Los diplomáticos estaban desayunándose en el Cuartel General peruano con Piérola cuando los peruanos rompieron la tregua y comenzó el tiroteo. El Cuerpo Diplomático que había ido en tren, tuvo entonces que batirse en retirada a pie por el campo, a fin de salir de la zona de peligro, pero por tres cuartos de hora estuvo bajo fuego. Debe haber sido un espectáculo asás grotesco ver al viejo Almirante Stirling, St. John, al Capitán Stephens (H.M.S. Thetis) y a todos los demás Ministros, saltando las murallas de adobe y corriendo a campo traviesa, para salvar sus vidas.

La batalla continuó hasta la tarde y, entonces, como anteriormente, los peruanos se arrancaron y los chilenos quedaron dueños del campo sin que, – Habiendo podido hacerlo, – entraran a Lima esa noche pues, de otra manera, la capital peruana estaría hoy indudablemente hecha una ruina perfecta.

La razón por la que no entraron es ahora conocida y arranca su origen del fracaso de las negociaciones de avenimiento. Entonces los almirantes británico y francés empeñaron su palabra de honor con el Cuerpo Diplomático, – el que informó al General Baquedano, – que si no garantizaba la propiedad de los neutrales, y los soldados la destruían, la flota neutral inmediatamente destruiría a la flota chilena en el Callao; Que esta amenaza salvó a Lima de ser destruida es indudable, pues si en la noche del Sábado los chilenos hubieran perseguido a los peruanos que se retiraban de la ciudad, habrían habido luchas callejeras y Lima habría sufrido la misma suerte de Chorrillos, Barranco y Miraflores, las que yo mismo he visto y que se encuentran reducidas a ruinas.

Vino la noche y vinieron con ella los gruesos pelotones dispersos y los catorce batallones de la reserva, cuyos comandantes recibieron la orden de su jefe de Estado Mayor, coronel don Julio Tenand, de concentrarlos en la ciudad y disolverlos, sin haber disparado un solo tiro sobre el enemigo.

El coronel Piérola no entró con ellos: era mucho lo que se había ofrecido a la capital y a las tropas y el triste resultado final estaba muy lejos de corresponder a tan pomposas promesas. Más tarde, la ciudad fue inundada por soldados peruanos armados y en desorden, por consiguiente, individuos muy peligrosos.

El saqueo e incendio:

En la mañana del domingo 16 se conocía perfectamente el desastre y se medía su magnitud. El recio y sangriento ataque de Miraflores, embestido por los chilenos furiosos por la infidencia cometida, fue apenas medianamente sostenido por tres o cuatro batallones de la reserva y algunos restos del cuerpo de línea. Si los ejércitos peruanos habían desaparecido como el humo de los combates, no así los peligros para la capital que abrigaba en su seno esos ejércitos desbandados, indisciplinados y con armas, y un populacho heterogéneo e híbrido de la peor especie. Para contrarrestar a semejantes elementos existía sólo un alcalde municipal nombrado a última hora; como si dijiéramos, a la grupa del dictador cuando éste trepaba hacia la sierra.

El saqueo de tiendas, zapaterías y depósitos empezó muy temprano en algunas calles. En la muy extensa de Malambo, donde abundan negros y mulatos, hubo violencia desde las tres de la tarde; en el centro de la ciudad, desde las 5. Los depósitos de víveres robados fueron muy pocos: de chinos muy pobres, de algunos italianos. Los ricos almacenes de mercaderías asiáticas de las calles de Espaderos, Melchor Malo y Bodegones; algunos establecimientos europeos de ropa hecha y todas las tiendas y casas ricas de préstamos asiáticas de Zavala, Albaquitas Paz-Soldán, Capón, Hoyos, Mercedarias y otras, fueron atacadas en la noche, antes de que las colonias extranjeras pudieran organizarse y prestar importantes servicios que salvaron la capital.

Los ladrones invadían las calles por todas partes y en grupos que vitoreaban al Perú y a Piérola, sin acordarse para nada de los chilenos, se dirigían a las calles escogidas que eran designadas a gritos por la turba.
Los soldados persiguieron principalmente a los pobre chinos, a muchos de los cuales dieron muerte, así como también a algunos almaceneros italianos. La hermosa tienda y casa de Wing on Ghong fue saqueada e incendiada hasta el suelo y, si no hubiera sido por los bomberos, el fuego pudo haberse extendido. La Barriada china en el Mercado fue enteramente saqueada e incendiada, junto con una gran porción de toda la manzana. A nuestro vecino de la casa del lado, Mr. Robert Browne, se le desvalijó enteramente su tienda, afortunadamente sin quemarla.
Los incendios continuaron durante toda la noche y los “bomberos” tuvieron que luchar con los soldados para poder extinguirlos, muriendo algunos de ellos, uno de los ingleses y algunos de los italianos.

A las 8 de la noche un tiroteo nutridísimo se oía en toda la ciudad. Al principio fueron disparos hechos contra las cerraduras para forzar las puertas, o lanzados en todas direcciones como medio de intimidación. Pero desde las 10 se trabó combate que, en distintas partes, defendían las puertas de sus casas y tiendas desde los techos.
Pero aún no había llegado el momento solemne del incendio con que los malvados apoyaron la perpetración de sus crímenes. Muy laudables fueron los esfuerzos y la abnegación con la que la mayor parte de los extranjeros salvaron Lima. Las bombas francesa, inglesas e italianas, servidas por sus respectivas colonias y apoyadas por las demás, luchaban contra el incendio bajo el fuego de los que huyeron ante los chilenos.

Como el desorden continuaba en la mañana del lunes 17, Mr. Champon, el Jefe de la “Guardia Urbana”, que se encontraba en el “French and English Hotel”, resolvió tomar cartas en el asunto y dispuso que la Guardia saliera. En consecuencia, él mismo, a la cabeza de todos los que estaban en el Hotel, – Wells, Temple, Milne y algunos otros que tenían rifles, salieron a llamar a la Guardia, incrementando su número con los que encontraban en las calles, a quienes compelían a incorporarse con sus fusiles disparándoles a los soldados que todavía mantenían un nutrido tiroteo y cometían depredaciones.

De esta manera se sacó a la Guardia y se la puso a trabajar fusilando en la forma más deliberada a los soldados, sin ofrecer cuartel. . Esta clase de cosas no fue del agrado de los soldados, pues pronto desaparecieron todos ellos y por la noche la ciudad se encontraba de nuevo tranquila.

La rendición:

Municipalidad y Alcaldía de Lima
Lima, Enero 17 de 1881
Señor General

A mí llegada ayer a esta capital, encontré que gran parte de las tropas se habían disuelto, y que había un gran número de dispersos que conservaban sus armas, las que no había sido posible recoger. La guardia urbana no estaba organizada todavía y no se ha organizado ni armado hasta este momento; la consecuencia, pues, ha sido que en la noche los soldados, desmoralizados y armados, han atacado las propiedades y vidas de gran número de ciudadanos, causando pérdidas sensibles con motivo de los incendios y robos consumados.

En estas condiciones, creo de mi deber hacerlo presente a V. E. para que, apreciando la situación, se digne disponer lo que juzgue conveniente.
He tenido el honor de hacer presente al Honorable Cuerpo Diplomático, esto mismo, y ha sido de opinión que lo comunique a V. E. como lo verifico.
Con la expresión de la más alta consideración, me suscribo de V. E. su atento y seguro servidor.
R. Torrico
Al señor General en Jefe del Ejército chileno.- Miraflores

La Ocupación:

Los chilenos entraron en Lima en la tarde el Martes 18 (al día siguiente que los desórdenes se aplacaron), en perfecto orden, constituyendo un gran espectáculo. Hizo su entrada con una moderación que ponía de manifiesto la disciplina de los soldados y la sensatez de sus jefes, así como sus triunfos habían atestiguado su bien dirigida bravura. Primero venían los 30 cañones Krupp con todas sus cureñas y servidores de las piezas, después dos regimientos de infantería y, finalmente tres regimientos de espléndida caballería. Las bandas tocaron música muy tranquila, ninguna canción nacional ni nada que pudiera ofender, y después de marchar alrededor de la plaza, los soldados se fueron tranquilamente a los cuarteles. La bandera chilena se ha izado ahora en el Palacio y todo está muy quieto.

Relato confeccionado con párrafos textuales tomados de las cartas de Mr. Robert Ramsay y del ciudadano colombiano Vicente Holguín.

 

Fuente:

razonyfuerza