Batalla de Tacna o Alto de la Alianza

Para emprender la ofensiva sobre Tacna y Arica, los chilenos tardaron tres meses. Decidieron hacer esta operación militar y no la de Lima, que acaso habría tenido entonces éxito fulminante, para lograr la paz con Bolivia e interponerla geográficamente entre Chile y Perú.

 

El Presidente Aníbal Pinto expresó en una carta:

«Fuimos a Ilo y luego a Tacna con la expectativa de facilitar un arreglo con Bolivia. La posesión de Tarapacá será más segura para nosotros si ponemos a Bolivia entre el Perú y Chile«.

El objetivo político fue la fuerza directriz de la estrategia militar a costa de la prolongación de la guerra.

La Batalla del Alto de la Alianza, se desarrolló el 26 de mayo de 1880 en Tacna, en el marco de la Guerra del Guano y del Salitre, siendo una de las acciones militares más sangrientas.

Se enfrentaron los ejércitos aliados del Perú y Bolivia dirigidos por el General boliviano Narciso Campero contra el Ejército de Chile, comandado por el General Manuel Baquedano, luego de casi 8 horas de combate, casi al anochecer las unidades peruanas y bolivianas, se retiran hacia Tarata llevando casi mil heridos.

 

Después de la batalla, Bolivia se retira militarmente de la guerra, la cual continuaría entre las fuerzas de Chile y Perú.

El lugar de la batalla fue la meseta del cerro Intiorko que en quechua significa Alto del Sol. Que está a 3 km al Norte de Tacna , También se le conoce como Campo de la Alianza.

El ejército aliado acampó en la meseta del Intiorko, que por orden general del 16 de mayo, su nombre fue cambiado a Alto de la Alianza.

El plan era esperar el ataque del ejército chileno ahí.

El 26 de marzo de 1880 Asume el mando del ejército chileno el general de brigada Manuel Baquedano.

El 22 de mayo, el Jefe del Estado Mayor del ejército chileno, coronel José Vélasquez, acompañado por casi todos los oficiales del ejército, hacen un reconocimiento de las fuerzas aliadas, llegando a Quebrada Honda. Desde ahí, el sargento mayor Salvo dispara sus 2 cañones para medir al distancia con los tiros, siendo respondido el fuego por la artillería aliada.

La batalla de Tacna ha sido descrita en detalle por múltiples historiadores, lo único que debemos resaltar es la enorme superioridad en armamento y hombres que tenía el Ejército Chileno, la relación era de 3 a 1 respecto a los aliados Perú-Bolivianos, esta diferencia la estipularon, luego de la derrota chilena de Tarapacá, donde la diferencia de Chile con respecto al Perú era de 1.5 a 1, esto es, los chilenos eran 3 mil quinientos bien pertrechados de infantería, artillería y caballería , mientras que los peruanos no llegábamos a 2 mil, solo de infantería deficientemente armados.

La artillería fue la segunda arma en jugar decisivo papel en esa batalla.

Los chilenos contaron con 20 cañones Krupp de campaña modernos y 17 de montaña y 4 ametralladoras, contra 16 cañones antiguos de los aliados, 6 de ellos Krupp y 4 ametralladoras. Otro elemento relevante fue que la artillería chilena estuvo servida parcialmente por artilleros ingleses y alemanes.

Dada la batalla, cuyos resultados oscilaron por momentos, hasta que la superioridad numérica de tres a uno y la eficacia de la artillería definieron el resultado, desbordándose el terror sobre la población civil de la ciudad de Tacna que se vio sometida a todas las manifestaciones del vandalismo.

«Seguros de que en Tacna no corrían peligro alguno, tanto porque habían presenciado la salida hacia Tarata del derrotado ejército aliado, cuanto por la notificación que enviara al Comando Chileno, el cuerpo consular extranjero, después de los primeros cañonazos disparados contra la ciudad, de que ésta no se hallaba defendida en modo alguno y que podían ocuparla libremente, los chilenos entraron en la ciudad, no formados, sino a la desbandada, dedicándose inmediatamente, en todas direcciones, a echar abajo las puertas de las casas y saquearlas, abusar bárbaramente de las mujeres, y asesinar a cuantos procuraban defenderlas y a cuantos se negaban a revelar donde se encontraban las sumas y objetos preciosos que suponían tuvieran escondidos«.

En la obra de Paz Soldán se lee:

«A la vez que los soldados chilenos hacían el repaso en el campo de batalla, la artillería principió a bombardear la inmediata ciudad de Tacna, temiendo que allí se reconcentraran los restos del ejército aliado.

Muchos soldados chilenos abandonaron sus filas, y se dirigieron a la ciudad a saquear, matar y satisfacer su lubricidad, sin respetar la ancianidad ni la infancia. Aterrorizados los extranjeros, se reunieron los cónsules inglés, francés, alemán y manifestaron al general Baquedano, que aún permanecía en el campo de batalla, que la ciudad estaba rendida, y pedían garantías. La noche con su negro manto vino a favorecer escenas aterradoras”.

Las ambulancias peruanas 1, 2, 3 y 4 establecidas en la ciudad estaban llenas de centenares de heridos, tendidos en el suelo, los cirujanos se ocupaban en curar a los que encontraban en mayor peligro, cuando se presentó a caballo un soldado chileno; preguntó: ¿qué ambulancias son éstas? y al contestarle: peruanas, sacó el sable, arrebató su caballo, y dio tajos a diestra y siniestra diciendo: «hoy no queda ni un solo cholo»; desde el patio hasta la puerta falsa de la casa, recorría destrozando cráneos, dividiendo cuerpos, tanto con su sable como con las patas del caballo, y como los heridos estaban en el suelo, los destrozos fueron espantosos.

Esto pasaba a las doce de la noche. Elevada la queja al cónsul francés M. Lariu y el jefe de la plaza coronel Martínez, éste envió a su ayudante Larraín, quien al ver lo que había pasado exclamó «estoy viendo este lago de sangre en donde hay un tendal de cadáveres y no lo creo».

El escritor periodista chileno Vicuña Mackenna, en su Historia de la Guerra, tomo II, p. 717. Tomado de Paz Soldán, obra citada, define lo que es el «repaso:

«Los soldados chilenos son por instinto feroces y carniceros, no se satisfacen con ver muertos a sus enemigos; creen que se hacen los muertos y para dejar bien muertos a los muertos terminada la batalla recorren el campo, y ultiman a los heridos; a este acto de barbarie casi increíble le dan el nombre de repaso; y de ello se jactan».

 

Fuente:

vicuña Mackenna, 1880, Historia de la Guerra, tomo II, pag. 717.