En honor a los héroes chilenos, bolivianos y peruanos en la Guerra del Pacífico

Citemos el siguiente trozo del discurso de Perícles sobre la tumba de los héroes atenienses, que habían muerto en el primer año de las guerras del Peloponeso, 431 A. de C.

Hablando del amor a la patria, el orador decía a sus conciudadanos:

uando pensáis en la grandeza y el poder de nuestro Estado, debéis también traer a la memoria a los hombres que han creado esta situación poderosa, recordando que ellos fueron animados por el valor y por el sentimiento del deber y el honor, cuando era preciso obrar y luchar; hombres que, si bien no lograron siempre alcanzar el objeto a que pretendían, ni en estos casos se creían con el derecho de privar al Estado de su heroísmo, prefiriendo brindarle el más bello de los sacrificios.

Ellos sacrificaron sus vidas al bienestar común del Estado; pero, al hacerlo, ganaron para si mismo una gloria perenne y la tumba más gloriosa.

No me refiero al mausoleo donde yacen sus huesos, sino a la tumba donde su memoria descansará en las eternidades, para ser glorificada en cada ocasión que se ofrezca para celebrar, con la palabra o con actos, los recuerdos de ellos.

Los hombres célebres tienen por tumba la tierra entera. No solo las inscripciones sobre sus losas en la patria conservan su memoria, sino en los países más lejanos vive, en la mente de los ciudadanos, un recuerdo no escrito, tal vez no de cada uno de sus actos de valor en particular, sino más bien de sus almas varoniles y llena de heroísmo.

Son esos hombres los que deben serviros de ejemplo.