Combate naval de Antofagasta (28 agosto 1879)

Durante el transcurso del año 1879, en plena campaña naval de la Guerra del Pacífico, se continuaba tenazmente haciendo frente al enemigo en el vasto litoral, escenario de la contienda. La guerra naval era llevada a cabo sin tregua ni descanso, prácticamente con un solo buque, el glorioso Huáscar, que debía enfrentar a toda la escuadra chilena y a las fortificaciones y artillería de los puertos enemigos. En Iquique Grau recibió las últimas instrucciones del Presidente y Director de la Guerra y zarpó hacia el sur a las 01.45 horas del día 24, acompañado del transporte Oroya, en busca del blindado chileno Cochrane, que según informaciones recibidas se encontraba en Caldera.

 

El mismo día, en la noche, fondeó en Iquique que ya estaba libre de buques chilenos. En la madrugada del 24 partió rumbo a Punta Jara, ubicada en las afueras de Antofagasta, en busca de informes que debían ser proporcionados por el comandante del mercante Ilo, de la Compañía Inglesa de Vapores. En el punto convenido, el Huáscar y el Ilo se avistaron y Grau se enteró de que en Antofagasta se encontraban fondeadas las corbetas chilenas Magallanes y Abtao, así como el transporte Limari.

Grau determinó entonces la conveniencia de atacar a los buques enemigos en la rada del puerto y ordenó al comandante del Oroya que mantuviera su buque a la entrada de Antofagasta, cubriéndole la retaguardia como precaución en caso que los acorazados chilenos aparecieran. Entonces el Huáscar avanzó con cautela y en la madrugada del día siguiente se presentó en la bahía. En esta oportunidad, una vez más el comandante del Huáscar y su tripulación realizaron otra de sus atrevidas hazañas. El monitor se internó por entre los buques de guerra chilenos y catorce mercantes neutrales fondeados. En seguida lanzó un torpedo contra una de las corbetas, pero sin éxito, y tuvo que proceder a su búsqueda para evitar que cayese en poder del enemigo. Recogido el torpedo, al cabo de tres horas, el Huáscar salió del puerto al amanecer, en demanda del Oroya, al cual se unió a las 0700 horas, continuando ambos en dirección a Taltal, a donde llegaron el 26 en la mañana.

En ese puerto los buques peruanos, sin oposición alguna de las fuerzas del puerto, capturaron nueve embarcaciones, dos de ellas cargadas de mercaderías. De ellas, seis se encontraban en magnífico estado, por lo que fueron amarradas a remolque del Oroya, destruyéndose las tres restantes. Concluida esa operación con éxito nuestras naves emprendieron regreso al Norte, el Oroya con destino a Arica y el Huáscar en dirección a los puertos del litoral para un nuevo reconocimiento.

En Antofagasta reapareció el imponente Huáscar el 28 de agosto, después de haber recorrido la víspera los puertos de Blanco Encalada y Cobre, incendiando en los mismos las lanchas y botes que se hallaban fondeados. La intención de Grau era esta vez rastrear el cable submarino de telégrafo, acción que tendría que efectuar a vista y paciencia de la población y de los buques de guerra chilenos anclados en la rada.

A las 13:00, el Huáscar avanzó valerosamente hacia la boca del puerto y el Abtao, oculto detrás de un mercante, rompió sus fuegos.

Entonces Grau ordenó el toque de zafarrancho de combate y dispuso que se enarbolase en el mástil del Huáscar el pabellón obsequiado por la ciudad de Trujillo. A las 15:15 horas el Huáscar avanzó más hacia el centro de la bahía, mientras que las corbetas chilenas Abtao y Magallanes se ocultaban cubriéndose con los mercantes. El monitor tenía que enfrentar al enemigo que lo asediaba desde sus buques así como las quince piezas de artillería de grueso calibre ubicadas en tierra. A pesar de la enorme desventaja, Grau confiaba en la gran capacidad y profesionalismo de sus valientes subordinados. Desde ese momento se trabó un sostenido combate entre el Huáscar y los cañones enemigos. Luego, condujo a su buque estrechando distancias, llegando a ubicarse lo más cerca posible del enemigo, pero entre el Huáscar y los buques chilenos existía el inconveniente de los buques mercantes que impedían efectuar disparos. No obstante que la Abtao tenía desperfectos en su máquina, su inmovilidad no era absoluto, porque maniobraba constantemente con sus espías. Sin embargo, el Huáscar concentró en él sus fuegos certeros y los estragos fueron terribles, tanto en el propio buque como entre sus tripulantes. Los proyectiles de los buques chilenos, todos bien dirigidos, pasaban a corta distancia del buque peruano. El glorioso Huáscar salió poco menos que ileso de este combate, a pesar de haberse ofrecido por horas como blanco a corta distancia en la bahía a la artillería de los buques chilenos.

El Huáscar se internó aún más en la bahía, buscando una dirección clara, a fin de dirigir sus tiros sobre los buques enemigos, pero éstos habían suspendido ya sus fuegos; sin embargo, a las 16.15 p.m., estando a 2,300 yardas de distancia, volvieron a disparar sólo las baterías y se trabó nuevamente combate con ellas, hasta que a las 17.30 cesaron por completo los fuegos del enemigo y los últimos disparos los hizo el Huáscar, permaneciendo en el puerto hasta las 21:00 horas, en que zarpó hacia el Norte.

En este combate el monitor peruano, sin haber usado el espolón, había causado serias averías y apreciable número de bajas al Abtao, dañando igualmente a la Magallanes. Sus disparos fueron certeros, y tan cierto fue esto que el corresponsal del diario chileno «El Mercurio», de Santiago, haciendo una reseña de ese combate, escribió que los estragos producidos en el Abtao por aquellos tiros del Huáscar fueron terribles. El propio Comandante del Abtao informó de ello al General en Jefe del Ejército chileno, estacionado en ese puerto.

En total, los tiros del Huáscar le causaron al Abtao 9 muertos, 7 heridos graves y 5 heridos leves. El monitor, al final del combate, había disparado contra los buques y los fuertes un total de 26 tiros con los cañones de 300 y dos con los de 40, no habiendo efectuado más disparos debido a que se hallaba la mar picada y se experimentaban fuertes balances que dificultaban la puntería, siendo necesario esperar las oportunidades más convenientes para disparar.

Por otro lado, hubo que lamentar la muerte de un distinguido y valeroso oficial, el Teniente 2° Carlos de los Heros, quien fue víctima del único disparo que hizo el cañón enemigo de 300 lbs. ubicado al Norte de la población, único en hacer blanco en el Huáscar durante todo el combate. La explosión de esta bomba también hirió al valeroso marinero Alcides Gutiérrez, alumno de la Escuela de Condestables.

Concluido este episodio, el Huáscar permaneció en Antofagasta hasta la madrugada del 29, en que reanudó su marcha hacia el Norte, llegando a Mejillones en donde recogió una lancha a vapor que tomó a remolque, continuando luego hacia Cobija y Tocopilla, puertos en que destruyó otras cuatro embarcaciones. El 31 de agosto el Huáscar retornó a Arica, donde la población recibió a su comandante y dotación en medio de una delirante ovación.

En aquel momento nuestro insigne héroe había sido ascendido a Contralmirante y tanto en él como en los valerosos oficiales y tripulantes del monitor, el Perú tenía cifradas todas sus esperanzas.

El Huáscar libraba la más excelente campaña naval, recorriendo el litoral de los tres países en lucha sin estorbo alguno. El monitor peruano, desafiando a una Escuadra poderosa, bombardeaba los puertos fortificados del enemigo, destruía sus lanchas, capturaba sus transportes, mantenía abiertas las comunicaciones del Callao con los puertos peruanos, impedía la movilización de las tropas enemigas y mantenía inactivo y paralizado al ejército chileno que se hallaba en Antofagasta.

Señores miembros de la Marina de Guerra del Perú, hoy, como ayer lo hicieron los valerosos marinos que dieron todo por los sagrados intereses nacionales, continuemos desde nuestros puestos y nuestros roles trabajando y preparándonos bajo los mismos ideales con espíritu solidario, mentalidad ganadora y con inquebrantable voluntad de lucha, para contribuir a garantizar la independencia, la soberanía y la integridad territorial de la República. Por ello rindamos el justo homenaje que merecen los tripulantes del Huáscar que son ejemplo de abnegación y heroísmo para nuestras futuras generaciones.