Grau – El peruano del milenio: La Guerra de Chile contra Grau (VIII)

1.- Grau ante Antofagasta

2.- Apreciaciones sobre la acción de Antofagasta

3.- Otra vez en Lima

4.- El segundo combate de Iquique – Cartas de pésame

5.- La Captura del «Rímac»

6.- El último cumpleaños

7.- Cerca de Valpara­íso

8.- Grau ataca Antofagasta

9.- Carta de pésame por los Heros

El contraalmirante Miguel Grau

1.- Grau, frente a Antofagasta

Grau, en la noche misma del 21 de mayo se dirigió a Iquique, donde estuvo el 22 y el 23  aprovisionándose de carbón y embarcando a los náufragos de la “Independencia” y de la “Esmeralda” en el “Chalaco” y  recién en la mañana del 24 partió rumbo al sur, hacia Antofagasta. Allí estaba el Cuartel General de los chilenos, donde se concentraba armamento y tropas, a las cuales se les daba un riguroso entrenamiento. La localidad había sido capital del departamento boliviano de El Litoral, pero su población era en un 90% chilena. Para dar protección al puerto, los chilenos habían montado tres baterías ubicadas al norte, centro y sur con cañones de 150 libras provistos de granadas de acero, perforantes Pellicer.

Si Grau hubiera partido el 22 hacia Antofagasta, hubiera sorprendido un convoy chileno  con 3.200 soldados de infantería, 200 fusileros navales, cuatro mil rifles flamantes Comblain, cañones Krupp y Armstrong y tres millones de cartuchos. La destrucción de ese convoy hubiera significado a Chile, perder la guerra. Más tarde, en agosto de 1880, estando el Presidente Prado en el exilio en Nueva York, hizo publicar un manifiesto en el que aseguraba, que había dado instrucciones precisas a Grau, de pasar ese mismo día (el 21)  a Antofagasta  donde habría echado a pique o capturado a los transportes chilenos llenos de tropas y de material bélico.

Lo que hizo Grau, después de partir de Iquique con rumbo a Antofagasta es narrado por el propio comandante en un Parte que envió al Director de Marina. Y que damos a continuación.

Comandancia General de la Primera División. A bordo del vapor “Huáscar”. Al ancla, Ilo, mayo 31 de 1879.

Señor Director de Marina, en el Ministerio del ramo.

Con fecha 23 del presente tuve el honor de dar cuenta a Ud. de las operaciones efectuadas por la división a mi mando, desde mi salida del puerto de  Arica el 20 hasta esta fecha.

Hoy cábeme nuevamente la honra de participar a Ud. las que desde entonces hasta hoy he llevado a cabo con el monitor “Huáscar” conforme a las instrucciones que se sirvió impartirme, en el puerto de Mollendo, el Señor General, Director  General de la Guerra.

El 24 en la madrugada, después de despachar el transporte  “Chalaco” con destino al Puerto de Arica, zarpé desde el de Iquique con dirección al sur, observando la costa a la menor distancia posible, y reconocí en Pabellón de Pica al vapor “Valdivia” de la Compañía Inglesa de Vapores que venía del sur.

Continué mi derrota durante la noche, algo separado de la costa, y al amanecer del 25 avisté por el sur, y goberné en su demanda, un vapor que al parecer era el “Itata” de la Compañíasudamericana, cuyas primeras evoluciones fueron bastante sospechosas y que terminó por huir a toda fuerza. Lo perseguí durante cuatro horas sin poder darle caza, debido a que su andar era mayor que el del “Huáscar” y convencido de ello, desistí del empeño para reconocer un pailebot que encontré en el trayecto y que se dirigía igualmente al sur. Era el pailebote “Recuperado” que había sido apresado por el enemigo y que se dirigía a Antofagasta con el fin de ser juzgado en ese puerto.

Comprendiendo que la comisión que iba a desempeñar no me permitía distraer hombre alguno de mi buque para poner a salvo la presa, preferí incendiarla, y tomar a mi bordo los tres hombres que componían la tripulación.

Me dirigí enseguida al puerto Mejillones de Bolivia(que estaba en poder de los chilenos), y mandé a tierra a un oficial para notificar al jefe militar de ese puerto, que el “Huáscar” no llevaba intención alguna hostil contra los moradores, y sí sólo destruir las lanchas que pudieran servir para uso del enemigo; no encontré la menor resistencia de parte de dicha autoridad para realizar este propósito y procedí en consecuencia a destruir todas las que habían en el agua, y, además, otra represa de la goleta “Clorinda” por existir respecto al salvamento de ésta, los mismos impedimentos que antes he manifestado

Salí del puerto de Mejillones  con destino al de Antofagasta en la noche del mismo día, y en la madrugada del siguiente, avisté un vapor mercante, al parecer el “Rímac” que salía a toda fuerza por el lado sur. Lo perseguí durante cuatro horas y convencido de que su andar a vela y máquina como iba, era mayor que el del “Huáscar”, me dirigí  nuevamente a Antofagasta.

A mi llegada a este puerto se destacó de él hacia el norte otro vapor; era probablemente el “Itata” de la víspera, llevaba el pabellón chileno y huía a toda fuerza. Me dirigí sobre él,  forzando la máquina y lo perseguí durante dos horas, haciéndole algunos disparos de artillería pero tampoco  pude tomarlo.

Al emprender la persecución de este vapor, se hicieron algunos disparos de las baterías de tierra contra el “Huáscar”, los que contesté inmediatamente por el empeño en que me hallaba, pero convencido de que no era posible dar caza al vapor mencionado, regresé al puerto y me mantuve con el buque sobre la máquina, sobre el fondeadero muy próximo a tierra. Así permanecí media hora, reconociendo y estudiando las defensas del puerto.

La cañonera “Covadonga” que desde el principio se movió a espía para cubrirse con los buques mercantes, terminó por introducirse en la barra del puerto para ponerse a salvo. En esta disposición podía hacer uso de su artillería en defensa del puerto. Tres baterías de tierra situadas  respectivamente en el norte, centro y sur de la población, las tres rasantes, con cañones al parecer algunos de grueso calibre y montados a barbeta, completaban dicha defensa.

Visto, que a pesar de la proximidad en que me encontraba de ellas no se repetían los disparos, ordené romper el fuego sobre las máquinas condensadoras de agua situadas al norte de la población y entonces fui contestado por las baterías de tierra y por la “Covadonga”, trabándose  desde este momento el combate con ellas hasta las 7 h 15 p.m, que después de sostener el fuego durante dos horas y de que el último disparo del “Huáscar” no fue contestado, me retiré para pasar la noche fuera del puerto.

Hubiese podido continuar con el bombardeo de la población, desde que a él había sido provocado, pero la consideración a lastimar intereses neutrales y de que este ataque se dirigía contra los pobladores indefensos, aunque no me correspondía la responsabilidad de lo resultados, me decidieron a no emprenderlo.

Había hecho 16 tiros con los cañones de 300 y 8 con los de 40 dirigidos a las baterías; juzgo que el enemigo hizo más de 80 tiros.

En la mañana del 27 me dirigí nuevamente al fondeadero, con el intento de rastrear  y cortar el cable submarino. Me aproximé con tal fin hasta 600 metros de la población para largar las rastras y no obstante que en tierra se notaba mucho movimiento de tropas y preparativos de defensa, arrié mis embarcaciones y con ellas por un lado y el buque por otro, pude tomar el cable y cortarlo sin ser absolutamente  molestado durante la operación;  terminada ésta y habiendo  avistado un vapor el norte, me moví en su demanda y reconocí que era el  vapor inglés “Ayacucho”de la carrera que se dirigía al puerto, regresé y permanecí  hasta las 9 p.m. como antes, frente a las baterías y a muy corta distancia, pero no habiendo ocurrido novedad me retiré, después de la salida del “Ayacucho” e hice rumbo al norte.

A las 4 a.m. frente a la roca Abtao en la Punta de Mejillones, avisté tres luces como de igual  número de buques que navegaban en convoy y dirigiéndose hacia el sur; me aproximé prudentemente a ellos sin ser visto y creo que fueron buques de la escuadra chilena, la que según los informes que había recibido, estuvo la antevíspera  frente a Pisagua y  se dirigían al sur.

Seguí mi derrota con destino al puerto Cobija, y en este, previa la notificación respectiva, mandé a destruir seis lanchas que había en el fondeadero y me dirigí en demanda de un buque de vela que se avistaba por el oeste. En el trayecto encontré la goleta “Coqueta” nueva represa, que he remitido al puerto de Arica a cargo de un patrón y dos tripulantes de mi dotación, para que se siga con ella los trámites de ley. La vela avistada era la barca “Emilia” procedente de la caleta de Huanillos de Bolivia, con un cargamento de metales y con destino a Lota. Este buque que arbolaba el pabellón nicaragüense, sin tener patente legal para usarlo, había conducido carbón al puerto de Antofagasta, por cuyo motivo lo he remitido al Callao  a cargo del Teniente 1° Graduado Melitón Rodríguez, con dos aspirantes y nueve individuos de la tripulación para que allí  sea juzgada ante el tribunal respectivo.. El piloto, mayordomo y siete  individuos de la tripulación de la “Emilia” fueron transbordados y existen a bordo de este buque por precaución, por ser todos de nacionalidad chilena.

Terminado esto, me dirigí a Tocopilla, donde reconocí a los buques que allí se encontraban, y continué mi derrota al norte, tocando en la mañana del 29  en Patillos, y entrando después en Iquique. Allí recibí a bordo al Excelentísimo señor General, Director General de la Guerra, le di cuenta del resultado de mi comisión y recibí las instrucciones convenientes para tomar carbón en Ilo y dirigirme al Callao, en el caso de que no fuera posible encontrarme  el día siguiente en Iquique.

En efecto, después de dejar en este puerto por orden superior 25 rollos de alambre telegráfico de 38 que tomé en una lancha en  Mejillones de Bolivia, salí para pasar la noche sobre la máquina, fuera de él,  y en la mañana siguiente cuando me dirigí ya al fondeadero, avisté por el norte, a cinco millas de distancia, a tres de los buques enemigos. Como mis instrucciones me indicaban en este caso rehuir el encuentro, hice proa al oeste y sucesivamente hacia el norte, mientras era seguido, lo que duró siete horas, después de las cuales me dirigí con rumbo a Ilo. He podido con esta ocasión apreciar, que el máximo andar de ellos es de 9 y ½ millas.

En el trayecto, a las 5 p.m. avisté un vapor que navegaba al sur, me dirigí entonces a él para reconocerlo, lo que conseguí a las 6 p.m. pues igual operación practicaba él respecto al “Huáscar”, pero estando próximo, y luego que nos reconoció al disparo de estilo, largó una embarcación que llevaba a remolque, dio toda la fuerza a su máquina y huyó hacia el sur.. Era un transporte que lo perseguí durante dos horas, sin poderle dar caza por su mucho andar y la oscuridad de la noche, y continué mi derrota.

Hoy a las 11 h. 15 m a.m.  he fondeado en este puerto con el fin de tomar carbón y saldré con destino a Arica tan luego como haya terminado esta operación.

Todo lo que me es honroso participar a Ud. para que por su órgano llegue al conocimiento del supremo gobierno. Dios guarde a Ud. Señor. Miguel Grau

2.- Apreciaciones sobre la acción de Antofagasta

  Los transportes “Itata” y “Rímac” con los cuales se tropezó Grau al entrar en el puerto de Antofagasta, seguramente eran los barcos que pocas horas antes habían desembarcado 3.500 soldados y gran cantidad de armamento.

El 26 de mayo, los chilenos estaban preparando en Antofagasta, un homenaje a Carlos Condell, al cual consideraban héroe nacional. La población estaba embanderada, las bandas militares tocaban música y 7.000 soldados habían formado. Estaba por iniciarse la ceremonia cuando el “Huáscar “ irrumpió en la bahía y lanzó un cañonazo, que hizo desbandar al público, poner en alerta a los soldados y a la defensa del puerto y suprimir la ceremonia. La “Esmeralda” prontamente se colocó detrás de 10 barcos mercantes extranjeros y delante de la población. En la noche de ese mismo día aprovechando la confusión que causaba la presencia del “Huáscar” en la bahía, la  hez chilena del pueblo de Antofagasta salió a las calles a robar y saquear, obligando al ejército a intervenir. Días más tarde de estos sucesos se ocupó el diario “El Mercurio” de Valparaíso.

El “Huáscar” hizo seis disparos con los gruesos proyectiles de 300 libras, contra la planta condensadora, a la cual malogró pero no llegó a destruir. La planta había sido construida años atrás para atender las necesidades de agua de  la  población, y con la llegada del ejército chileno, se había más que doblado el número de los que la utilizaban, por cuyo motivo se había racionado su uso. La escuadra chilena se abocó al arreglo de la planta para evitar que el ejército chileno allí acantonado padeciera los rigores de la sed.

Grau no quiso cañonear los depósitos de salitre que habían en Antofagasta, y que Chile exportaba a Inglaterra a cambio de armas. Fue sin duda un error de Grau llevado por sus buenos sentimientos, porque el incendio hubiera producido una gran humareda que habría afectado a la población. Sin embargo, el comandante del “Huáscar” bien pudo tener en cuenta que los chilenos si incendiaron los depósitos de Salitre de Pisagua. Si Grau hubiera incendiado los depósitos de Antofagasta le hubiera creado un gran problema al ejército chileno acantonado en ese lugar.

Cuando el 27 de mayo detuvo Grau al vapor inglés “Ayacucho”, pudo leer periódicos y tener noticias sobre la escuadra chilena que  había salido desde el 17 de Iquique rumbo al Callao y ya había regresado, estando desde el 26 en el puerto de Pisagua. Eso decidió a Grau tener más prudencia pero de todos modos incursionó en la caleta de Cobija

El 29 de mayo estaba Grau en Iquique y allí lo fue a visitar a bordo el Presidente Prado, el que le dio nuevas instrucciones, en sentido que pasara a Ilo a recoger carbón y luego retornase a Arica. El “Huáscar” pasó la noche mar afuera  y cuando en la mañana del 30 de mayo volvía al fondeadero de Iquique, se topó con la escuadra chilena a sólo 5 millas de distancia, por lo cual Grau puso rumbo al O.E. y luego al norte, siendo perseguido por el «Blanco Encalada” y por  la  corbeta “Magallanes”, pero a causa de que el enemigo estaba con el carbón  racionado,  tuvieron que abandonar la caza después de tres horas. Dos horas después, el “Huáscar” pudo ver a lo lejos a un barco que llevaba a remolque a otro más pequeño, hizo un disparo de aviso y se acercó, logrando distinguir al “Matías Causiño” que llevaba a remolque una barca a la que abandonó para huir frente a Camarones. Durante dos horas persiguió a la nave enemiga, la que logró zafarse.

Grau cumplió con mucha prontitud todo lo dispuesto por el Presidente en forma tal que el 1° de Junio estaba en Arica. El 2 de Junio estaba frente a Pisagua y siguió, de tal modo que el 3 a las 5.50 de la madrugada, entre Huanillos y Punta Lobos pudo ver como a 10 millas de distancia dos humos que creyó eran barcos menores de la escuadra enemiga, por cuyo motivo se les acercó hasta 5 millas, porque el tiempo estaba brumoso y recién pudo ver que se trataba otra vez,  del acorazado “Blanco Encalada” y de la corbeta “Magallanes” que  estaban en busca de  la “Chacabuco” y la “O’Higgins”  para auxiliarlas, pues no tenían carbón y avanzaban a vela.. Como también buscaban al “Huáscar” al casi toparse con él, dirigieron su proa hacía el monitor.. El momento era realmente crítico para Grau, pues su buque por estar utilizando carbón de baja calidad sólo estaba desarrollando 9 millas por hora.

El enemigo inició la cacería del monitor, donde Grau para quitarle peso inútil arrojó parte del carbón al mar y soltó dos lanchas, Los chilenos pensaron que dichas lanchas eran torpedos y  para esquivarlas perdieron tiempo, lo que aprovecho el “Huáscar” para distanciarse, aunque no lo suficiente, como para que el “Blanco Encalada” empezara a disparar, cuando eran las 12.50 del medio día. Los dos primeros tiros con muy buena puntería de los chilenos, cayeron  a bastante distancia de la popa del monitor. Grau creyó que el combate era inevitable y convocó a su tripulación a cubierta y la arengó, luego cada uno fue a sus puestos. Cuando la distancia era de 3.500 metros hace el “Huáscar” su primer disparo, en buena dirección pero también corto. Llegó la noche y como la luna alumbraba bastante, siguió la persecución hasta las 12. 50  de la madrugada en que habiendo logrado el “Huáscar” aumentar la distancia, el enemigo cesó de perseguirlo, frente a Sama al norte de Arica, tras de 18 horas en que se recorrió un gran trecho de la costa sur.  El blindado chileno había hecho l4 disparos y el barco peruano 7. A la mañana siguiente, es decir, el 4 de Junio entró Grau al puerto de Mollendo donde el pueblo le tributó un gran recibimiento pues en todo el Perú y también en Chile se conocían sus proezas

 El  sábado 7 de Junio llegaba al Callao tras de 28 días de ausencia, pues había salido el 16 de Mayo.  Si se hace un balance de este corto tiempo, se puede apreciar que Grau  mostró valor, serenidad, pericia y mucha magnanimidad en la lucha, lo cual da un balance positivo para su naciente gloria. Pero para el Perú el resultado fue negativo por la pérdida de la “Independencia” y porque no se pudo asestar fuertes golpes al enemigo. Si Grau hubiera sido menos generoso y no se hubiera dejado llevar de su carácter, sin duda que el Perú pudo haber capitalizado en mejor forma todo el accionar de Grau. Chile había iniciado una guerra  sin consideraciones de ninguna clase como fue la destrucción del pequeño pueblo de Pisagua y con esos antecedentes, bien pudo haberse mostrado más severo frente al puerto de Antofagasta.

3.- Otra vez en Lima

 El 7 de junio cuando  aún el “Huáscar” no había entrado en la Bahía del Callao, ya se había desparramado la noticia de su llegada, Un centenar de botes engalanados con cadenetas de papel y banderitas, salieron a darle la bienvenida y escoltaron al monitor a su entrada en el Callao, mientras los barcos surtos en la rada hacían tocar sus sirenas y las campa de las iglesias replicaban. En el malecón, el muelle y la playa una multitud hasta entonces no vista, apiñada, esperaba  a Grau, dando vivas al comandante y al Perú. El primero en subir a bordo fue el capitán de puerto, con su paisano el capitán de navío Camilo Carrillo, comandante del monitor “Manco Cápac” que estaba siendo arreglado. Luego llegaron el encargado de la Presidencia, general La Puerta, después el capitán de navío Aurelio García y García, Jefe de la Segunda División Naval, a quien Grau dio el pésame por la muerte de su hermano en la “Independencia”. Subió también una comisión de damas con pétalos de rosas. Cuando Grau desembarcó reventaron cientos de bombardas y las multitudes lo aclamaban enfervorizados y parecieron por un momento olvidar la peste viruela que estaba atacando  muy fuerte a Lima y Callao.

La primera preocupación de Grau al llegar al Callao, fue solicitar que se limpiaran  la máquina y los fondos y se hicieran las reparaciones necesarias en el monitor,  pues a causa de los combates había sufrido daños, pero la premura que tenía el Presidente Prado, en Arica,  determinó que retornase al sur cuando no se habían completado las reparaciones. El “Huáscar” tenía dos palos  el de mesana y el trinquete. Este último estorbaba el tiro de los cañones de 300 libras por cuyo motivo Grau solicitó fuera eliminado contra la oposición de muchos. Grau sabía que el Imperio Alemán se había negado a vender al Perú los cañones Krupp que eran los más efectivos de la época, y que si vendía en cambio a Chile. Las fábricas de Estados Unidos de rifles Peabody querían los pagos al contado y el Ministerio de Hacienda que conducía Izcue, no tenía dinero. Las granadas perforantes Pellicer que tenía Chile y de las que carecíamos habían sido ofrecidas al Perú para dentro de cinco meses Con ellas el blindaje del “Huáscar” podía ser fácilmente traspasado y eso sucedió después en Angamos. Grau gestionaba el pago de su tripulación a la que se debía dos meses,  reemplazó a los artilleros bisoños que tenía por otros más expertos, 16 de nacionalidad inglesa, 2 griegos y 7 del Perú y otros países. Logra que les paguen sus salarios a los tripulantes. Hace embarcar en las bodegas del “Huáscar” 60 toneladas del carbón inglés Cardiff que era el mejor del mundo, toma nota de 7 desertores, uno en Iquique y el resto en el Callao.

Grau pudo al fin volver a su casa, y abrazar a su esposa Dolores y a sus hijos, así como también a sus hermanas, pero la vida que llevó en Lima fue muy activa tanto por las gestiones oficiales que tenía que hacer para remediar la gran cantidad de necesidades que tenía el monitor, como viajes a bordo para inspeccionar las reparaciones y para atender los compromisos sociales que menudearon.

Los socios del Club Nacional, al que pertenecía, le ofrecieron una cena en el Hotel Americano, Luego otra a la cual  asistieron casi 200 altas personalidades en traje de gala como Ministros, altos jefes navales, senadores y  diputados, entre ellos sus paisanos los parlamentarios piuranos y su compadre y querido amigo Carlos Elías, su amigo el paiteño capitán de navío Camilo Carrillo, el general ayabaquino Manuel González La Cotera, el Dr. Santiago Távara médico del “Huáscar”, su paisano el comandante y poeta Carlos Augusto Salaverry que después de su muerte escribiera dos hermosos sonetos en su nombre. Los brindis fueron hechos por el Ministro de Guerra y Marina don Manuel de Mendiburu y por el parlamentario Riva Agüero. Los elogios menudearon, los que recibió Grau con una  mucha incomodidad y modestia. Como todos deseaban brindar con él, se excusó y agradeció al mismo tiempo que decía que el no bebía más de dos copas  Al subir de tono las alabanzas, él replicó:  sólo soy un marino que trata de servir a su patria. Cuando le tocó contestar se refirió a las necesidades del “Huáscar”, a la tripulación impaga, a la falta de medicamentos, a la carencia de uniformes, a su permanente reclamo de granadas Palliser. Expresó que era necesario equipar a los combatientes, que los peruanos no cometían crímenes como los chilenos en Pisagua, pero que de ellos era posible de esperarlo todo, Deben de pensar que a nuestros hombres, les falta todo, desde zapatos hasta municiones, y lo que les sobra es valor, pero con coraje no se atraviesan las corazas de los barcos enemigos, ni se disparan balas, por eso pido  que no desmayéis en la ardua tarea de  procurar elementos para la mejor defensa de nuestra Patria. Al terminar dijo: Brindo por la Victoria, Os prometo  que si el “Huáscar” no regresa victorioso, yo tampoco he de regresar. El agasajo terminó a la 1.30 de la madrugada y un centenar de contertulios lo acompañaron hasta su domicilio. La noche anterior a su partida Grau invitó en su casa a un grupo reducido de jefes navales y de oficiales de su barco.

Presintiendo que ya no había esperanzas, para él  ni  para el Perú, porque la diferencia de fuerzas con Chile era muy grande, y que las posibilidades de no retornar eran muchas, entregó una carta cerrada a su esposa, con instrucciones de que solo fuera abierta en caso de no retornar. Luego se despidió uno a uno de sus hijos. En casa quedaban su esposa Dolores, su hijo Miguel de 9 meses ( el segundo que llevaba ese nombre, pues el primero murió en un accidente en Chile a los 8 años), Victoria de 2 años, Rafael de 3, Carlos de 5, María Luisa de 6, Ricardo de 7,  Juan Manuel de 8  y Enrique de 11 años.

El escritor Luis Alayza y Paz Soldán, varias décadas después de la muerte de Grau en Angamos publicó lo siguiente: En vísperas de salir, el Contralmirante Grau estuvo en casa de mis abuelos, en la calle Belén a despedirse de Francisco Paz Soldán, hermano de mi madre y compañero de juventud del ilustre marino. Era Grau, me decía mi hermano Francisco, de mediana estatura, grueso, de piel morena y espesas barbas negras, y como yo era un muchacho, no me explicaba que de los labios de un hombre como él, saliese una voz delgada que no correspondía ni a la idea que de él tenía, ni a su recia contextura. Al partir Grau, dejó a su amigo  el Dr. José Ignacio Távara, poder  para que se ocupara de asuntos diversos.

Mi tío, recordando los tiempos en que ambos vivieran en París hablaba con Grau en francés, díjole al despedirlo en la puerta: Va Ud. a cosechar nuevos lauros contralmirante. Tout est perdu  contestó  Grau. Me voy para no volver. Esta mañana he comulgado en Los Descalzos, y estoy preparado para entregar mi alma a Dios, porque me he confesado con el Padre Gual y he comulgado. El Padre Gual me ha puesto al cuello esta medallita de oro; y esto diciendo, mostró la medalla. Explicó luego que el monitor estaba en malas condiciones y con el casco sucio, lo que le quitaba las ventajas de su velocidad; pero se tenía noticia de la salida de un gran  convoy chileno con fuerzas para invadir el sur del Perú, y no había más que hacer, que lanzarse al sacrificio.

4.- El segundo combate de Iquique

 El  «Huáscar» salió del Callao pintado de azul verdoso,  en la madrugada del 6 de julio y llegó a Arica en las primeras horas del día 8. El pueblo y autoridades se volcaron a recibirlo. Una banda de músicos le ponía nota alegre a la recepción. Ya la gloria empezaba a sonreír

Al día siguiente se entrevistó con el Presidente Prado y el contralmirante Montero. Grau y el Presidente tuvieron una breve conversación y en ella, Prado le informó que la escuadra enemiga había iniciado un nuevo bloqueo al puerto de Iquique y que todas las noches sólo se quedaba dentro de la bahía el “Abtao” que se estaba componiendo y el resto de la escuadra salía mar afuera por temor a los torpedos que suponían estaba preparando un técnico inglés,  en Iquique, pero que poco antes del amanecer la escuadra volvía a la bahía. Prado dio instrucciones precisas para un ataque y una hora más tarde, es decir, a la  1.00 p.m.  del 9,  el «Huáscar» estaba navegando. En Pisagua hizo un alto en horas de la noche y allí se entrevistó con el general Juan Buendía,  que había llegado a caballo desde Iquique, él cual le proporcionó cartas geográficas sobre la ubicación exacta del “Abtao”. A las afueras de Iquique llegó a la 1.00 de la madrugada, pero 15 minutos antes Grau reunió a sus oficiales y los enteró pormenorizadamente de la  acción por emprender, la que tenía el carácter de sorpresa para el enemigo, para lo cual el monitor iba a navegar con las luces apagadas y se debía evitar hacer el menor  ruido;  pero al ingresar a la bahía Grau no vio a ningún barco y le extrañó también que la población y el muelle estuvieran en total oscuridad, por lo cual a las 12.30 de la madrugada envió una lancha a tierra a buscar información. Fue así como se supo que recién en esa noche, no se había quedado la Abtao en la bahía, pero por costumbre los barcos chilenos retornaban a las 3  de la madrugada.  Se informó que el día anterior habían  zarpado de la bahía por la tarde el “Matías Causiño” y el “Abtao” y que horas más tarde hicieron lo mismo el “Cochrane” y la “Magallanes”. Se supo también que el general Buendía había informado a las autoridades de Iquique de la próxima incursión del «Huáscar» y  tomando una iniciativa que resultó negativa, ordenó que la población permaneciera a oscuras. El “Abtao” en efecto había estado varios días en reparación, pero ya en la tarde del día 9 habían terminado los trabajos,. La  versión chilena contrariando el informe de las autoridades peruanas de Iquique, aseguraba  que el comandante del barco chileno decidió quedarse una noche más dentro de la bahía, pero como le llamó la atención la oscuridad total de la población, decidió por prudencia, salir de  ella.

Grau decidió a la 1.45 a.m. partir en búsqueda de los barcos menores de la  escuadra enemiga, en momentos en que había mucha niebla y apenas se podía distinguir a pocos metros de distancia, pero todo se confió a la pericia del comandante. El barco navegaba en el más profundo silencio,  y en medio de espesa niebla, cuando a las 3 a.m. y a 10 millas  al Oeste de Iquique, el centinela ubicado en la cofa del palo mayor, anunció en voz baja que había buque por proa  a sólo medio cable (un cable tiene 185 metros) de distancia el que  al darse cuenta de la presencia del “»Huáscar»  trató de huir. En esos momentos eran las 3.00 de la madrugada. Grau se dio cuenta de que se trataba, no de la “Abtao” sino del “Matías Causiño” al cual encontró totalmente desprevenido y sin que sus vigías hubieran descubierto al «Huáscar».  Grau  con un megáfono gritó:  “Capitán, ríndase y siga mis aguas”, pero el barco siguió huyendo, por lo cual se abrió fuego sobre él mismo  haciendo un buen blanco que causó muchas bajas y se le reiteró la orden de rendición, concediéndoles un minuto, ante lo cual el capitán del barco enemigo contestó: “Comandante Grau, estamos rendidos, no mate más gente”, en el acto se suspendió el fugo  y del «Huáscar» se arriaron botes para salvar a varios chilenos que se habían lanzado al agua ante el eminente hundimiento de su barco y dispuso que los oficiales Enrique Palacios, Melitón Rodríguez  y 10 marinos peruanos a tomar posesión del barco. En esos momentos el vigía del «Huáscar» anunció otro buque a la vista, ante cuyo peligro,  Grau ordenó “Capitán de “Matías Causiño,  salve su gente en los botes, porque voy hacer fuego sobre su buque para echarlo a pique”, momentos más tarde el enemigo fue cañoneado y el “Matías Causiño” fue perforado en su casco en la línea de flotación pero luego apareció otro barco, que en un principio Grau temió fuese la “Chacabuco” cuyo comandante era Oscar Viel el concuñado de Grau, pero resulto ser la “Magallanes”  que tenía como comandante a  Juan José La Torre ( que después sería almirante), con el cual se produjo un intenso cañoneo. El «Huáscar» por tres veces trató de darle con el espolón  y a la tercera la rozó por la popa, salvándose de que el espolón la partiera gracias a que el barco enemigo era de doble hélice y le permitía rápidos movimientos y  porque el timón había sido tomado por el comandante La Torre, el cual dio la orden a 4 fusileros de que apuntasen sobre la torre del monitor y tratasen de dar muerte a Grau Las dos naves estuvieron tan cerca, que se abrió un nutrido fuego de fusilería, sin causar bajas en el «Huáscar». En eso apareció a 2.000 metros de distancia el “Cochrane” seguido de la “Abtao” y la “Chacabuco”.  Se podía considerar que la suerte del «Huáscar» estaba echada por haber caído en una ratonera, pero fue una vez en que se puso de manifiesto, la serenidad, valor y destreza de Grau. Si  hubiera dispuesto de unos pocos minutos más, hubiera hundido a los dos buques contrarios, pero una vez más la suerte estuvo con Chile.

El acorazado enemigo no se atrevió hacer fuego contra el «Huáscar» por temor a tocar a los barcos de su nacionalidad que estaban muy cerca del monitor. Ya había amanecido y el día se presentaba claro, pues la bruma se había despejado y había bastante visibilidad, lo que permitió a Grau elegir una adecuada salida pegándose mucho a la costa, para poner distancia de los barcos enemigos “Cochrane” y la “Magallanes”  los que inicialmente creyeron que el barco peruano se había refugiado en la bahía. Luego ya en mar abierto a medida que el «Huáscar» se retiraba disparaba sobre el “Cochrane” y logró acertarle un cañonazo sobre el casco que nada hizo en la coraza del enemigo y más bien rebotó. Si hubieran sido bombas Palliser, otra hubiera sido la situación. Los enemigos lo persiguieron, hasta la 11 de la mañana y a las 3 p.m. fondeaba en Arica, con sólo un herido. Rabiosos los chilenos porque se les había escurrido una vez más la presa, entraron por tercera vez a Pisagua, destruyeron las lanchas surtas en la bahía y lanzaron 32  bombas sobre los escombros de la ya destruida caleta. Mientras tanto, el “Blanco Encalada” y la “Chacabuco” hicieron lo mismo con Pabellón de Pica.

Días más tarde Grau recibiría en Arica un cajón de vino y un mensaje de Augusto Castletón, capitán del “Matías Causiño” que le decía; “El Comandante Grau ha tenido mucha consideración con nosotros, porque nada le habría sido más fácil que sacrificarnos y echar  el buque a pique, sin decirnos antes que lo abandonara en los botes”. Grau respondió el 14 de agosto, en inglés, lo siguiente:

Mi querido capitán:

 Tengo el gusto de acusar a Ud. recibo de su estimable carta, en que tanto a nombre de Ud. como de su tripulación, me da las gracias por mi conducta para con  Ud. en la noche del 10 de julio, fuera de la rada de Iquique.

Conociendo perfectamente que el buque que Ud. comandaba era un transporte chileno, mi deber era destruirlo. Por consiguiente, mi conducta para con Ud.  y su tripulación en esa ocasión, me fue inspirada por un simple sentimiento de humanidad, la misma que emplearé siempre con todo buque al cual me quepa atacar en un caso semejante, no mereciendo por ello ninguna expresión de gratitud.

He recibido el cajón de vino que tuvo Ud. la bondad de enviarme con Mr. A. Stewar, primer ingeniero del “Ilo” y no dejaré de beber a su salud, como Ud. me lo pide.

 Deseando a Ud. prosperidad, me suscribo su affo. Y S.S.

Miguel Grau

Grau buscaba dar a la guerra un sentido humano, que no sirvió de lección a los chilenos, ni tampoco fue comprendido por una gran cantidad de peruanos, por lo cual se le criticó que su exceso de generosidad resultaba perjudicial a la causa del Perú. Pero también los hubo, que aceptaron el gesto hidalgo de Grau como “El Comercio” de Iquique, que expresaba que Grau hizo bien al no cañonear a buque rendido.

Estas ultimas acciones de guerra en realidad no se habían traducido en ventajas materiales para la causa del Perú, pero tenían efectos psicológicos contrapuestos en el Perú y en Chile.

Al  respecto el historiador chileno Jorge Inostroza, en  “Adiós al Séptimo de Línea”,  decía:

La inconcebible y burlesca incursión del “ Huáscar “, la desdeñosa prueba de superioridad dada por el almirante Grau, hizo enrojecer de vergüenza a los chilenos, pueblo marinero por geografía y por tradición. Turbas exaltadas se lanzaron a las calles de la capital exigiendo a gritos el reemplazo de los jefes navales y militares. Portando cartelones insultantes para el contralmirante Williams y el general Arteaga, desfilaron por frente al palacio de Gobierno. Sus voces  irritadas hasta el paroxismo, repetían uniformemente una misma expresión: ¡Abajo el almirante ¡ ¡ Abajo el general en jefe!

 Al mismo tiempo que caían con lodo los nombres de los conductores de la campaña, se levantaba como el de un héroe, él del  comandante a Juan José La Torre quien era aclamado en las calles, como el único marino digno de dirigir la escuadra. ¡ Un blindado para el comandante La Torre! Era el grito que sonaba por todas partes. En los corrillos se comentaba ¿ Por qué no se le entrega el mando del “Cochrane”, si su actual comandante Simpson  está casi todo el tiempo embriagado? El clamoreo fue demasiado enconado y la protesta general traspasó todos los límites  de la mesura.  El general Arteaga brutalmente herido por los ataques que se le hizo víctima,  presentó su renuncia indeclinable a la jefatura del ejército y el comandante Williams, abrumado, pero terco en su indignación, zarpó el 14 de julio velozmente de Antofagasta hacia Iquique en el “Blanco Encalada”, llevando como escolta a la corbeta “Chacabuco”

En la bahía de Iquique encontraron  al transporte “Matías Causiño” y a la “Magallanes” que estaban manteniendo el bloqueo, las que al divisar que el contralmirante  Williams entraba, se pusieron a sus órdenes.. El 16 sin previo aviso, el “Blanco Encalada” cañoneó durante dos horas a la población de Iquique, no obstante que el 6 de abril había ofrecido al cuerpo consular de ese puerto, que no iniciaría ninguna operación de guerra sin previo aviso. El incumplimiento  motivó una queja de los representantes extranjeros a la que replicó Williams de que su accionar se debía,  porque se había intentado torpedear al “Blanco  Encalada” desde la bahía.

En un informe peruano emitido para el Estado Mayor del Ejército, se aseguraba que el ataque se inició con fuego de fusilaría con disparos intermitentes de cañón y que luego se hicieron 42 disparos de artillería. Se reportò un soldado muerto de la Columna Tarapacá, tres hijos menores de doña María Vilchez, y un civil al que le destrozaron las dos piernas, hubo también un militar herido,  y civiles cuatro heridos, entre ellos un alemán  y un ecuatoriano. El estanque de agua fue roto y cientos de casas destruidas.

El 17, el cuerpo consular envió al contralmirante Williams, una protesta  en la que le decían había sido bombardeado Iquique durante dos horas por la noche, sin previo aviso y violando todas las leyes de guerra . Firmaban el documento el cónsul de Estados Unidos, decano del cuerpo consular, el cónsul del Ecuador, el cónsul de Argentina, el cónsul de la monarquía Austro-húngara y a cargo  del consulado del Imperio Alemán, el cónsul inglés;  y el cónsul de Italia.

En el mismo día Williams Rebolledo  respondió diciendo que Iquique había hechos disparos de fusilerìa contra la “Esmeralda”  el 21 de mayo;  que el 8 de julio por la noche habían lanzado un torpedo contra uno de sus barcos y que la noche anterior volvieron a lanzar otro torpedo contra el buque insignia de Chile, el mismo que de haber dado en el blanco hubiera producido una gran cantidad de víctimas. Hacía recordar que Iquique era una plaza militar y por lo tanto sujeta a las contingencias de la guerra, que sin embargo Chile llevaba  con toda lealtad.

Esa nota fue replicada por el cuerpo consular que no aceptó las excusas, porque de todos modos habían violado las leyes de guerra y exigían que  indicara que podían dar garantía de la vida y propiedades de sus connacionales.

Para el historiador  Mariano Felipe Paz Soldán, en  “Guerra de Chile contra Perú y Bolivia”, el  objeto que en su temor los chilenos creyeron ver un torpedo, solo  eran trozos grandes de madera  que la corriente  marina arrastraba de la destrozada “Esmeralda”

El 16 de julio era aniversario nacional de Bolivia y el presidente Prado tomó en Arica el tren que lo llevò a Tacna donde el Presidente boliviano Daza celebraba la fecha con el desfile de sus fuerzas.

5.- La captura del “Rímac”

La fragata “Unión” había llegado el mismo día 16 de julio, a Arica desde el Callao y se había unido al “Huáscar”, pues la 1ra. y la 2da. División Naval  se  habían refundido en una sola bajo el comando de Grau, por la  pérdida de la “Independencia”

Prado cuando recibió información del bombardeo de Iquique retornó precipitadamente a Arica e impartió órdenes a Grau, que contando también con la “Unión”  partiera de inmediato al sur, pues el contralmirante Montero supo.  que iban a viajar tropas de Valparaíso a Antofagasta.

Las acciones que realizaron el  «Huáscar» y la «Unión» en esta salida son narradas por Grau en el parte que elevó al Presidente Prado a su retorno a Arica. Dicho parte decía lo siguiente:

Comandancia General de la Primera División Naval. A bordo del  «Huáscar», al ancla Arica Julio 25 de 1879.

Excelentísimo  señor General, Director de la Guerra. – Excelentísimo Señor.

 En armonía  con las instrucciones y órdenes que recibiera de Ud. para buscar y hostilizar al enemigo en las costas del sur, junto con la corbeta La Unión y al mando de ambos buques, tengo el honor de elevar al conocimiento de V.E.  el presente parte sobre los resultados de mi comisión.

El 17 de los corrientes a las 3 h. a.m. zarpamos del puerto, después de haber convenido con el jefe de la Segunda División Naval, Capitán de Navío don Aurelio García y García, los mejores medios para llenar nuestro cometido. Navegamos bien retirados de la costa  a una distancia tal, para que no pudiéramos ser vistos por los enemigos. A las 12 h.m. pasamos frente a Pisagua y a las 5 h.p.m. por Iquique. A las 9 h. a.m. del día 18 reconocimos al norte de Mejillones de Bolivia,  un buque de guerra que resultó ser la barca inglesa “Lady Vore de Vore” que cuatro días antes había zarpado de dicho puerto, con un cargamento de guano con destino a Liverpool. De este buque obtuve algunos datos referente a los transportes enemigos. Continuamos en demanda del puerto de Antofagasta, y al encontrarnos ocho o diez millas del punto Tetas, se avistó un vapor hacia la cuadra de babor que llevaba un rumbo opuesto al convoy.  Inmediatamente ordené a La «Unión»  que fuera a reconocerlo, mientras yo hacia lo mismo pegándome a la costa. Como el vapor se asemejara al buque enemigo “Abtao”, activé la persecución y a las 5 h.p.m. entre al puerto de Mejillones siguiendo sus aguas y resultó ser la cañonera “Hugòn” de la marina de guerra francesa que venia en viaje a Coquimbo. Nuestro inevitable arribo al puerto ya indicado, frustró el primitivo plan, porque supuse y con fundamento, que de allí se comunicaría por tierra a Antofagasta nuestra llegada, como pasó en otra ocasión. Por tal motivo desistí de mi propósito y resolví continuar mi viaje a las costas de Chile.

En las primeras horas del día 19, y a 21 millas de tierra encontramos varios buques mercantes de vela. Mientras yo reconocía a algunos de ellos, ordené que hiciera lo mismo La «Unión»  con él que tenía más próximo. Del examen efectuado por la corbeta, resultó que el buque era la fragata “Adelida Rojas” cargada con carbón chileno, que enarbolaba indebidamente la bandera nicaragüense  y se la despachó al Callao con dotación de la misma corbeta, para que fuera juzgada por el tribunal respectivo.

En la mañana del 20 y frente a Charanal, se capturó por La «Uniòn», el bergantín  “E. Sancy Jack”, cargado de cobre y en las mismas condiciones del anterior buque, por lo que se le despachó al Callao, con igual objeto. Como en estos momentos salía de Charanal el vapor inglés “Santa Rosa”, mientras yo reconocía  el puerto, ordené a la «Uniòn»  que continuara  inmediatamente su marcha al referido puerto para llegar antes que el vapor y ver si se podía capturar algún transporte enemigo. Una vez en el puerto notifiqué  al jefe militar de la plaza, iba a proceder a la destrucción de las lanchas haciéndolo responsable de las represalias que pudiera tomar, en caso de que se me hostilizara, asì se hizo con todas ellas, sin que se opusiera la menor resistencia.

A las 2 p.m. zarpé con rumbo a Caldera y a las 5 h. p.m. encontré en la boca del puerto a La «Uniòn». Media hora después penetró en el puerto siguiendo mis aguas la corbeta, sin que ninguno de los fuertes o baterías nos hicieran fuego, sin embargo, de habernos  colocado a su alcance. Después de tres horas, esto es, a las 8 y 30 pm zarpé de Caldera  con rumbo al Sur, sin que hubiéramos encontrado en el puerto ningún buque enemigo.

En la mañana del 21 entré en Huásco y como en Charanal, destruí todas las lanchas, mientras igual operación hacíamos en Carrizal con la Unión. A las 5 de la tarde entré también a este último puerto, para salir media hora después de haberlo reconocido. Al siguiente día volví por segunda vez a Charanal   y saqué a remolque a la barca nicaragüense “ “Adriana Lucía” cargada de cobre y que por encontrarse en condiciones análogas a las anteriores, fue remitida al Callao al mando y cuidado de un oficial y dos guardia marinas y ocho marineros de este buque. La corbeta entró esa misma tarde al puerto Pan de Azúcar y rompió todas las lanchas que allí existían. El resto del día pasó sin que ocurriera ninguna novedad  importante hasta las 8h.pm encontramos un vapor, que reconocido resultó ser el “Chala” de la Compañía Inglesa de Vapores, que había salido de Antofagasta con destino a Caldera el día anterior  Nos comunicó que se encontraba en dicho puerto el transporte chileno “Itata”, en el que había llegado  últimamente de Valparaíso, una Comisión compuesta de varios jefes del ejército y presidida por el ministro  de estado  Domingo Santa María. En la tarde se le dio el “rendez vous” al comandante  García y García para que amaneciera  con la «Unión» de 20 a 25 millas  de Antofagasta  para operar ambos sobre este puerto. A las 6 AM del 23, pocas millas al sur del puerto ya nombrado, descubrí en el horizonte hacia el norte dos humos e inmediatamente ordené se diera todo el andar al buque, pues  suponía que alguna nave perseguía a la corbeta, o que ésta daba caza  a un transporte. Una hora después pude ver que se efectuaba lo último y goberné a cortarle la retirada al transporte., La corbeta, merced a su rápido andar y hábil manejo, acortaba la distancia visiblemente.

El buque enemigo que al principio huía  al N.O.  encontrábase acosado en su fuga por los nuestros, que estrechaban la distancia instante por instante. La “»Unión»” le hacía  al mismo tiempo algunos cañonazos con las piezas de menor calibre. A las 10.15 a.m. encontrábase el  «Huáscar» a tiro de cañón y disparé por la vía de intimidación, una de las piezas de 300, cuyo proyectil pasó sobre la proa del transporte. Preparábame para hacerle un segundo disparo, cuando el “Rímac” enarboló  en su palo trinquete, la bandera blanca: estaba rendido. Inmediatamente llegué a su costado y envié botes con oficiales, soldados y tripulantes para recibir el buque, nombrando al mismo tiempo como comandante provisorio de dicho transporte, al capitán de fragata graduado  don Manuel Melitón Carvajal. A su bordo venía de transporte el escuadrón  “Carabineros de Yungay”, fuerte de 258 plazas, inclusive 15 individuos entre jefes y oficiales. Este cuerpo viene al mando del Teniente Coronel Bulnes. En el “Rímac” han venido también 215 caballos, una gran cantidad de carbón, armamento, proyectiles y otros artículos importantes de guerra, cuyo inventario se está actualmente haciendo y que remitiré oportunamente a V.E. La caza duró cerca de 4 horas y a consecuencia de los disparos de La «Uniòn» murió un soldado y salieron cuatro heridos, todos ellos del escuadrón “Carabineros de Yungay”. Se ordenó también  que de a bordo de la “»Unión»”, pasen al transporte otros oficiales y tripulantes. Así mismo, varios de los prisioneros  fueron transbordados a este buque y a la Unión. Entre los prisioneros se encuentra el Teniente Coronel  don Manuel Bulnes, el Sargento Mayor  don Wenceslao Bulnes, el Capitán del buque  don Pedro Lantrup  y otros varios.

El Capitán de Fragata don Ignacio Luis Gana con otros pasó a la Unión. en el resto del viaje  hasta este puerto , en el que he fondeado hoy a las 9.30 AM no ha ocurrido nada importante. Al concluir permítome  el honor de felicitar a V.E. y al país por el triunfo moral obtenido sobre el enemigo, a arrebatándole en noble lid, uno de sus más importantes transportes, como así mismo, uno de los mejores cuerpos que componen su ejército. Todo lo que tengo el honor de poner en  conocimiento de V.E. a fin de que se digne de conceder su aprobación a los procedimientos de que doy cuenta. Tan luego como remita su parte el comandante García y García, tendré el honor de remitirlo a V.E. Dios guarde a V.E. excelentísimo señor. Miguel Grau.

Como se puede apreciar, Grau era  muy parco y objetivo en su parte, a la par que minucioso, sin hacer ninguna clase de ponderaciones de su acto al cual considera sólo como un triunfo moral, lo que indudablemente era cierto, pues la captura del “Rímac” no variaba el curso de la guerra, no obstante lo cual, impactó tremendamente en Chile donde las masas populares en son de protesta cometieron graves desmanes.

Cuando la “Unión” avistó, al “Rímac” le hizo tres disparos con un cañoncito de sòlo 9 libras, los que impactaron, causando bajas en el enemigo. Después que el “Rímac” se rindió se observó que los carabineros arrojaban sus armas al mar El “Rímac” era un cómodo y nuevo transporte que desplazaba 2.000 toneladas y era el más rápido de la flota chilena. El Capitán paiteño Arellano Jefe de la Columna Constitución vigiló el traslado de 80 prisioneros al  «Huáscar» y 56 a La “Unión “, quedando el resto en el  transporte

En su recorrido Grau pasó frente a Iquique sin tratar de entrar en la bahía porque sabía que allí se encontraba inmovilizada con el bloqueo la Primera División Naval Chilena. Las lanchas que Grau destruyó en los puertos chilenos estaban cargadas de salitre. Los transportes “Rimac” y “Paquete Maule”, habían salido de Valparaíso el día 20 rumbo a Antofagasta y en el primero iba, el grupo selecto de Carabineros de Yungay , todos los cuales medían más de l.70 m. de estatura. El Ministro Santa Maria que en el “Itata” acababa de llegar a Antofagasta, supo por un mensaje que desde Iquique le fue enviado en el vapor inglés “Colombia” por espías chilenos, que los dos barcos peruanos  patrullaban al sur de Antofagasta .De inmediato telegrafió a Valparaíso para que los dos transportes chilenos no salieran, pero el mensaje llegó tarde y la noticia del mismo trascendió tanto que los periódicos se ocuparon bastante del asunto creándose en las dos ciudades un gran suspenso El día 23 al amanecer entró en Antofagasta  el “Paquete Maule” y eso dio la esperanza de que luego aparecería el “Rímac”, y como el 24 no llegaba,  se creyó que había retornado a Valparaíso. El Supervisor de la Guerra, Santa María, desde Antofagasta,  había enviado urgente  al “Itata” al mando de Patricio Lynch, ordenando al  “Cochrane” que estaba bloqueando Iquique, saliera a toda máquina al encuentro del  «Huáscar», pero el acorazado chileno estaba sin combustible y era remolcado, por el “Itata” hacia la caleta de Caldera.  Si Grau lo hubiera sabido, sin duda habría  dejado al “Rímac” para ir a espolonear al “Cochrane”.. En esos momentos había en Chile una gran confusión en el mando de la Guerra, pues mientras Santa María le ordenaba al almirante Williams Rebolledo levantar el bloqueo de Iquique; el Presidente Pinto ordenaba que mantuviera ese bloqueo a como diera lugar.

 Mientras tanto a bordo  del “Rimac” se habían estado produciendo desacuerdos entre el capitán del barco, el alemán  Lautrup con el teniente coronel Bulnes, porque el transporte avanzaba muy lentamente y por último  no quiso entrar de noche a la bahía de Antofagasta y pernoctó millas afueras para ingresar al amanecer y fue entonces cuando el transporte fue capturado.

Comentando estos sucesos el el historiador chileno Jorge Inostroza, dice: Todo se unía y combinaba para ayudar al temerario plan trazado por el sagaz marino peruano;  hasta los elementos parecían encajarse  exactamente en sus cálculos. La habilidad de ese solo hombre, el almirante Grau estaba ganando la Guerra del Pacífico.

El 29 de julio, el capitán del barco francés “Marsella” llegó a Valparaíso haciendo conocer la captura del “Rimac” lo que se divulgó como reguero de pólvora y salió en todos los diarios de Santiago y de Valparaíso. La culpa de la mala conducción de la guerra se la echaron al Presidente Pinto y se pedía la separación del General en Jefe del Ejército Chileno y del almirante  Williams Rebolledo. Los altos funcionarios del gobierno eran sometidos a actos de hostilidad cuando eran encontrados en las calles, sus casas eran apedreadas y turbas vociferantes recorrían la ciudad cometiendo actos vandálicos. El Ministro de Guerra, general Basilio Urrutia en momentos en que salía del Palacio de Gobierno de  “La Moneda” fuie atacado por una turba que le lanzó piedras y basura sin ser defendido por la guardia de Palacio que presenció los hechos.  Bajo los balcones de Palacio había una permanente manifestación de gentes enardecidas que pedían la renuncia del Presidente Pinto.  Pese a todo, éste se dirigió al Senado, donde encontró al Ministro de Guerra y al resto del Gabinete que le presentaron renuncia irrevocable. También renunció el Almirante Eulogio Altamirano, de la Comandancia General

Después Pinto,  escribía a su Ministro Rafael Sotomayor que estaba en Antofagasta lo siguiente: “La noticia de la captura del “Rimac” dio lugar aquí  escenas parecidas a las de noviembre cuando vino Bilbao. La misma chusma movida por los mismos agentes. Imposible imaginar una estupidez igual. La interpelación del senado  y las escenas vergonzosas acaecidas con motivo de la pérdida del “Rimac” me han dejado la convicción de que nunca debimos comprometernos en la guerra.”

 Los prisioneros fueron tratados con mucha caballerosidad por Grau como era proverbial en él. Los dos oficiales Bulnes eran hermanos e hijos del que fuera general Manuel  Bulnes que comandó la expedición de chilenos y emigrados peruanos que vencieron a Santa Cruz en la Batalla de Yungay, en 1839. También los Bulnes eran primos hermanos del Presidente de Chile y el tnte. coronel Bulnes era diputado cuando estalló la guerra.

 Cuando llegaron los barcos peruanos a Arica, los marineros de La «Uniòn» hicieron entrega a Prado de la bandera rendida del “Rímac”  También le entregaron la espada que el Tnte. Coronel Bulnes tuvo que rendir  al capitán de fragata Melitón Carbajal.

Grau entregó al Presidente Prado el cuaderno de bitácora del capitán del barco Pedro Loutrup, así como correspondencia oficial capturada. Por ella se tuvo conocimiento que desde Alemania viajaba a Chile el vapor  “Gleneg” con un cargamento de 16 cañones Krupp y 4.000 fusiles, las nuevas y modernas ametralladoras ligeras  Hotchkiss y las pesadas Gatling, diez mil uniformes,  granadas Palliser y  cinco mil sables de caballería. Cada granada Palliser costaba 7.500 pesos chilenos. Después  llegarían otros barcos como  el “New Castle” y el “Genovese”  repletos de armas. así como abundante munición. Cuando Chile tenía 13.000 hombres en Antofagasta, ya era el mejor ejército de América del Sur y en Europa le estaban atendiendo pedidos por 40.000 rifles modernos más. Como el “Gleneg” debía de. pasar por el estrecho de Magallanes, Prado dispuso que la “Unión” partiese al día siguiente al estrecho para capturar el barco alemán. El Capitán García y García llegó al estrecho de Magallanes, pero unos pocos días antes había pasado el “Gleneg”

6.- El último cumpleaños

El sábado 27 de julio Grau cumplía 45 años que los pasó en Arica donde acababa de llegar después de la captura del “Rímac”.

En ese día también despedían al capitán de fragata paiteño Ezequiel Otoya, que durante muchos años había acompañado a Grau y era el segundo Jefe del  «Huáscar». Se le tenía listo un ascenso, pues se le enviaba como comandante de otro barco y  tendría  que informar sobre el ensayo de un submarino que el Ingeniero Federico Blume había inventado en Paita. Eso evitó  que estuviera presente en Angamos el 8 de octubre y se hubiera convertido en otro héroe más. En su lugar y a pedido de Grau fue nombrado  el chiclayano capitán de corbeta Elías Aguirre, el mismo que siendo comandante del transporte “Chanchamayo” hacía tres años,  zozobró  frente a Sechura, por lo cual fue sometido a un juicio naval, en cuyo tribunal estuvo Grau. A Elías Aguirre le estaba también reservada la gloria.

 Una gran cantidad de marinos y autoridades de Arica lo fueron a visitar a bordo a Grau. Este posteriormente   invitó a un pequeño grupo a  una  comida, en el  «Huáscar». En el grupo estaban los representantes del Presidente Prado, su amigo el contralmirante Montero y también estuvo el periodista y corresponsal de “La Opinión Nacional”, Julio Octavio Reyes que desde hacía tiempo estaba destacado en el  «Huáscar». El acto fue animado por un grupo musical de 8 marineros.

El escritor Abelardo Gamarra,  escribía años más tarde que el primer coctail se sirvió en cubierta y el brindis fue hecho por Montero, que recordó la vieja amistad que lo unía a Grau y las jornadas revolucionarias que habían hecho juntos. Luego a las cinco y media pasaron al comedor y la mesa era alegre, bulliciosa, sin etiquetas ni formalidades. Eso se contagió hasta a los marineros que hacían el servicio, aunque respetuosos y exactos. En medio de toda esa alegría a veces a Grau se le veía preocupado. Cuando el grupo reía por las bromas que se hacían, se oyó afuera un penetrante alarido. Grau dejó la servilleta y se levantó apresuradamente y subió por la escalera del salón  y encuentra a un grupo de marineros agolpados en un lado de la cubierta, los que informan a Grau de lo ocurrido. Minutos después se reincorpora al grupo  y busca de tranquilizarlos diciéndoles, que se trataba de un  viejo lobo marino que había tropezado con el casco del buque y aullando se había retirado, lo cual para los marinos era como signo de desgracia. Para los contertulios que no eran marinos, la noticia no tenía interés alguno, pero en  los marinos, se notó mucha preocupación.

Un civil, exclama ¡ qué niñería¡, pero el teniente Diego Ferré en voz muy baja dice: tengo la plena seguridad que el comandante lleva ya una como una lágrima caída en el corazón. En efecto, desde ese momento Grau se tornó silencioso y como recogido en sí mismo. Se hubiera dicho que elevaba  mentalmente alguna plegaria  a la dulce memoria de sus padres, una invocación misteriosa al honor de su patria y un postrer juramento a su bandera. Sigue contando Abelardo Gamarra “El Tunante”, que la comida concluyó sin animación, los amigos se retiraron, cada cual fue a sus puestos y a las seis de la tarde  con las primeras sombras de la noche, el “Huáscar levó anclas, se estremeció orgulloso, palpitó sobre la superficie de las aguas con aquel aliento poderoso, hendió el mar con su quilla y dejando una blanca estela como la cauda de una cometa, se perdió entre las sombras para no volver más, llevando en sus entrañas, todos el corazón del Perú. Eso fue lo que dijo el periodista, pero Grau volvería una vez más a Arica.

 

7.- Cerca de Valparaíso

 Posteriormente, Grau había tenido una reunión con el Presidente Prado en Arica. El Presidente, le informó que había tenido conocimiento que el acorazado chileno “Cochrane” había sido llevado malogrado a remolque a la caleta de Caldera y que allí estaba inmovilizado.    El 2 de Agosto, ya hacía 19 días que la flota chilena sitiadora de Iquique no tenía noticia alguna de Antofagasta ni de Santiago  Eso exasperó al contralmirante Williams  Rebolledo, que convocó a los comandantes de los barcos sitiadores y les dijo que ese mismo día 2 de agosto levantaría  el bloqueo de Iquique  e irían a Antofagasta, lugar donde presentaría su renuncia. Así lo hizo y el 4 de gosto, desde Antofagasta, envió al Ministro de Guerra y Marina la siguiente comunicación:

Señor Ministro:

El mal estado de mi salud, reagravada últimamente por las malas noches y lo malsano del buque, me inhabilita por completo para continuar al mando de la escuadra. Por otra parte, distribuida ésta en dos divisiones formadas de un blindado una corbeta, se hace innecesaria mi presencia y la de mi Estado Mayor a bordo, siendo más bien un inconveniente para la dirección y la movilización de los buques por los directores de la guerra. Por estas consideraciones ruego a Ud. que en virtud de las facultades que tiene, se sirva desembarcarme y poder así regresar al departamento a medicarme.

 Dios guarde a Ud.

 Juan Williams Rebolledo.

Este documento llenó de ira a los señores Santa María y Sotomayor, directores de la guerra que se encontraban en Antofagasta y lo enviaron a Santiago al Ministro de Guerra y Marina el cual  remitió el siguiente telegrama: Señor contralmirante Juan Williams Rebolledo, agosto 5 de 1879; 2 PM  la primera oportunidad se vendrá Ud. a Santiago para dar explicaciones de sus actos, en especial de la suspensión del bloqueo de Iquique.

Pero el  “Cochrane” no estaba en realidad malogrado como lo creía Prado, sino falto de carbón y se encontraba en Caldera donde fue aprovisionado de carbón y zarpó al sur, pero solo podía avanzar a 6 millas por hora.

 También le hizo conocer Prado a Grau, que habían llegado a Arica los técnicos norteamericanos especialistas en torpedos, William Alfred Scott y Schetzer así como un  griego maquinista de las lanchas torpedo y un miembro de la Comunidad Británica de Naciones  que preparaba las cargas explosivas. La casa Grace, que ayudaba al Perú, había proporcionado las baterías eléctricas para accionar los torpedos y  ofrecido dar a Scott un premio de 10.000 soles por cada acorazado chileno hundido. Este personal acababa de llegar de Iquique donde habían preparado dos lanchas torpedos, que podrían ser utilizadas contra los barcos” “Blanco Encalada” o “”Magallanes””, que estaban bloqueando  la  bahía. El Presidente  Prado, dijo que en Arica habían  preparadas otras  dos  lanchas torpedo de 30 pies de largo, con blindaje de medía pulgada y diez nudos de velocidad. Se convino en que Grau partiría el 1ª de Agosto, rumbo a Antofagasta y trataría de torpedear al “Cochrane” que se suponía inmovilizado en dicho puerto. Desaparecido el blindado chileno, Grau sometería a un intenso cañoneo a la guarnición de Antofagasta y destruiría los tanques de agua, intimando rendición al ejército chileno, para lo cual la División de Campero que estaba en los límites de Bolivia, cruzaría el desierto y tomaría Antofagasta.

El mencionado día 2, el  “Huáscar” y el transporte “Rímac” ya incorporado a la marina peruana, partieron de Arica. Desde el primer momento se encontraron con vientos fuertes y borrascas, por efecto de los cuales el transporte se malogró, y tras de una  reparación provisional, Grau dispuso el viaje  del “Rímac” al Callao.

El  “Huáscar” navegó mar afuera pasando, sin tocar, por Pisagua, Iquique, Tocopilla, Cobija, Antofagasta y Taltal, penetrando profundamente en mar chileno y llegando a las inmediaciones de Caldera el 4 de agosto, donde  pudo observar que en la bahía sólo se encontraba el transporte “La Mar”. Grau creyó que el “Cochrane” había salido a remolque y no quiso perder tiempo en hundir al transporte, ni malgastar los torpedos y se decidió ir audazmente más al sur hacia Coquimbo cerca de Valparaíso en busca del acorazado; pero una furiosa tempestad que duró veinte horas, lo arrastraba casi sin gobierno, por lo cual haciendo grandes esfuerzos viró y desistió de seguir a Coquimbo y retornó. El furioso temporal había destruido la vajilla, mobiliario y una lancha a vapor y sólo la pericia de Grau impidió que el barco no zozobrase en aguas chilenas. La naturaleza se ponía de parte de los chilenos frustrando los planes del Presidente Prado y de Grau. Mientras tanto, el “Cochrane” había logrado llegar a Valparaíso para reparaciones urgentes en el dique de ese puerto. En Valparaíso se conoció de las proximidades del  “Huáscar” y hubo alarma disponiéndose que el faro y parte de la población permanecieran apagados. En su viaje de vuelta al norte decidió Grau volver a ingresar a al puerto de Caldera para atacar al transporte “La Mar” pero éste se había colocado a un costado del muelle y muy cerca de tierra, lo que le daba buena protección. Como nada se podía hacer, siguió su viaje de retorno al norte ingresando a Taltal, el 7 de agosto, donde demoró más de dos horas, dando tiempo a que las autoridades chilenas telegrafiaran a Antofagasta haciendo conocer la presencia del monitor, por lo cual fue enviado en su persecución el “Blanco Encalada” y el “Itata”, los cuales tuvieron que desistir de su empeño tras de varias horas de persecución. Pasó el  “Huáscar” frente a Antofagasta, puerto boliviano invadido donde estaba el cuartel general del ejército chileno. Tocó en Cobija, Tocopilla e Iquique cuyo bloqueo había sido levantado por el contralmirante  Williams Rebolledo desde el 2 de agosto, contraviniendo órdenes de su gobierno.

En este lugar, Grau recibió el 9 de agosto, un telegrama de Prado, ordenándole ir a Arica para escoltar al  transporte“Oroya”.

Sobre esta incursión, que acababa de terminar, Grau el 10 de agosto envía el siguiente parte al contralmirante Montero:

Comandancia de la Primera División Naval. A bordo del  “Huáscar”, Arica, 10 de agosto de 1879.

Señor Contralmirante, Comandante General de las baterìas y fuerzas existentes en esta plaza. S.C.G.

El 1ª del presente a la 1.40 a.m.  zarpé de este puerto al mando de la flotilla compuesta por el monitor  “Huáscar” y el transporte “Rímac”, en virtud de las instrucciones que por conducto del Señor  Secretario General, se sirvió impartirme S.E. el Supremo Director de la Guerra.

En cumplimiento de ellas hice derrota al sur, de manera de pasar libre de la vista de los enemigos estacionados frente al puerto de Iquique. Poco después de nuestra salida empezó a experimentarse  mar gruesa del sur que fue aumentado hasta obligarnos a desminuir el andar a causa de las fuertes cabezadas que originaba en los buques.

A las 4 a.m. del 3 hizo el transporte señal de alarma, permaneciendo parado, lo que me obligó a regresar en su demanda para investigar la causa de ella. Supe entonces que por efecto de las fuertes cabezadas, se había roto una de las excéntricas de la máquina, y  mandé a los maquinistas de este buque para que en junto con los del “”Rímac”” examinasen el estado de la avería y la manera de repararla. A juicios de estos, podía hacerse una reparación provisional, por la cual pudiese el barco moverse, pero despacio y sólo hacia delante, y comprendiendo que en tal estado no era posible continuar con el transporte al sur, exponiéndolo, decidí que se emprendiera de inmediato la reparación, que se dirigiese el buque al Callao   y que se transbordase al Huàscar durante todo este tiempo, el carbón que fuera posible. Todo se verificó aunque con las dificultades que presentaba la mar para esta última operación.; y a las 4.30 p.m.  después de concluida la reparación  y transbordos, continué con el  “Huáscar”, al sur dejando al “Rímac” en movimiento  con dirección a su nuevo destino.

El 4 a las 9.a.m. encontré, detuve y reconocí  al vapor alemán “Ibis”,  de la compañía Cosmos  que había salido el 2 de Valparaíso y se dirigía a este puerto. Por pasajeros de este buque tuve noticias, aunque vagas, de que el blindado “Cochrane” se encontraba en Coquimbo, por lo cual a las 10 y 30 a.m. del mismo día, me detuve en la boca del puerto de Caldera y mandé una embarcación al mando del Teniente  Segundo don Fermín Diez Canseco, con un práctico para que, con las precauciones del caso,  investigase si realmente  se encontraba en el fondeadero el mencionado buque.

Como resultado supe que el transporte “La Mar”, era el único buque enemigo que había en el puerto; y con el intento de dirigirme  Coquimbo, en alcance del blindado, antes que fuese conocida la presencia del buque en esta agua, continué  inmediatamente mi derrota sin preocuparme del transporte, después de haber  tomado a bordo una embarcación con dos tripulantes pescadores, que fue apresada por la nuestra y confirmó las noticias dadas por el oficial. La mar y el viento que hasta entonces se habían manifestado fuertes principiaron arreciar de una manera notable para esta latitud; el buque luchaba fuertemente sin avanzar  casi al sur; pronto arrancó de este dos de las falsas de  proa y averió la lancha de vapor, sobre todo, producía movimientos tan violentos en el buque que le causaba trabajos excesivos

Esto por una parte y el consumo de carbón, de cuyo combustible no tenía más  de la cantidad necesaria para el regreso, observando que el tiempo no presentaba inicio de calmar, me decidieron de dejar de continuar; a las 6 p.m. del día 5 hice rumbo al norte con el objeto de dirigirme a Caldera  en busca del “La Mar”. A las 8.p.m. del 6 llegué a la embocadura del puerto y permanecí aguantado en ella, mientras en Teniente Segundo Gervasio Santillana, a quien mandé a cargo de una embarcación, reconoció la situación del fondeadero. A su  regreso me informó este oficial, de que en él había un barco a vapor  y algunos buques de vela, pero en razón de la oscuridad de la noche, en esos momentos, no tenía seguridad de que aquel fuese “La Mar”.

Me dirigí entonces al fondeadero, hasta muy cerca del expresado vapor, y mandé a su bordo al capitán de fragata graduado don Manuel Melitón Carvajal, para que hiciera el reconocimiento de estilo. Al pasar frente a una de las baterías, hizo ésta un tiro sin balas.

El vapor reconocido resultó ser el “Valdivia” de la compañía inglesa que había fondeado en la mañana y esperaba al del Estrecho para transbordar su carga. A la vez, este jefe tomó informes de los pasajeros y supo que el transporte “la Mar” había sido llevado cerca de tierra y pegado al muelle en muy poco fondo. Busqué entonces un pasaje, ya  entre los buques, ya aproximándome a la playa a fin de llegar  hasta él y atacarlo, pero aunque había salido la luna y producía suficiente claridad, no me fue posible avistarlo siquiera; por lo muy próximo que se encontraba de la playa  y porque se proyectaba sobre tierra. A las 11 y 5 p.m. convencido de no poder obrar contra el “La Mar”, salí del puerto rumbo hacia el norte.

 El día 7 a las 2 pm. Entré al puerto (chileno) de Taltal y notifique a la autoridad del lugar, mi intento de destruir las lanchas haciéndole responsable de cualquier hostilidad que se ejerciera sobre la tripulación de este buque; comisionando para el efecto al Teniente Segundo don Enrique Palacios, más como el regreso de éste demorase, procedí de hecho a transbordarlas al costado de este buque para su destrucción.

Probablemente la demora del oficial parlamentario, obligada por la apartada distancia y el lugar en que encontró a la autoridad, obedecía a un fin combinado, pues hora y media más tarde, se presentaron en la parte norte de la entrada del puerto, casi inesperadamente dos buques a vapor. Esta sorpresa me obligó a suspender la operación en la que me hallaba  ocupado y a salir del puerto a toda fuerza de máquina, a fin de reconocerlos y volver después, si era posible continuarla. Pronto reconocí que eran buques enemigos y uno de ellos el “Blanco Encalada” por lo que rehuyendo el encuentro, hice rumbo al S.O. y a continuación, seguido por ellos, hasta que entrada la oscuridad de la noche y habiendo por esta causa perdido de vista me dirigí al Sur y después al Este con el ánimo de burlarlos y continuar mi derrota hacia el Norte, sin embargo, a las 2 a.m.  del siguiente día avisté por la cuadra de babor dos buques, que a pesar de la oscuridad de la noche, pude conocer en ellos a compañeros del blindado; cambiaron luces de destello y habiendo enmendando mi rumbo un poco hacia tierra, desaparecieron completamente.

Así continué mi viaje al Norte  tocando e inspeccionando los puertos de Cobija y Tocopilla, fondeando en el de Iquique, sin otra novedad, ayer a las 2 p.m.  Durante esta expedición he navegado siempre que me ha sido posible muy próximo a la costa, a fin de conocerla y hostilizar los buques del enemigo que trafican por ella.

En el puerto de Iquique recibí por telegrama, orden del Señor General Superior Director de la Guerra, para convoyar al transporte “Oroya” y en su cumplimiento lo he verificado y he fondado a la vez que él, en este puerto a la 1.30 PM.

Todo lo que tengo el honor de participar a V.S para su conocimiento  y a fin, de que por su órgano llegue al Excelentísimo  Señor General, Supremo Director de la Guerra.

Dios guarde a Ud.- U.S.S.C.G..

 Miguel Grau.

Al llegar Grau a Arica se entera de que  están haciendo una colecta para regalarle una tarjeta de oro, lo cual como se comprenderá hería su natural modestia. Entonces envió la siguiente carta:

Monitor  «Huáscar», al ancla en Arica, Agosto 12 de 1879.

Señor don Manuel Tovar, Director del diario “La Sociedad”

Mi  respetado doctor.

Si satisfactorio me es cumplir debidamente la  misión  que  el  Supremo Gobierno confiara al darme el  mando de uno de los buques, me es muchísimo  más  grato  el  ver  que,  animados de  puro patriotismo, personas ilustradas como Ud. estimen mis actos, dándoles mayor importancia de la que en sí  tienen, hasta el extremo de proponer a sus colegas de la prensa que me concedan una tarjeta de oro, colectivamente firmada por ellos, manifestación a la que no creo todavía acreedor.

 Obligado pues, me dirijo a Ud. para hacerle presente mi profunda gratitud a los nobles y generosos sentimientos que por mi abriga, como a la vez suplicarle salude en mi nombre a sus estimables compañeros de la prensa y suscribirme su agradecido amigo y seguro servidor.

 Miguel Grau

 

8.- Grau ataca Antofagasta

La osadía del Grau y el  «Huáscar» de haber  llegado en son de guerra hasta las proximidades de Valparaíso, volvió a exasperar a los chilenos. Que volvieron a renovar sus protestas, lo cual motivó la renuncia de Williams Rebolledo como Jefe de la escuadra chilena y su reemplazo por el Capitán de Navío Galvarino  Riveros, al mismo tiempo  que acogiendo el clamor  popular  se daba al Comandante La Torre el mando del acorazado «Cochrane». La Torre había destacado en el comando de la «Magallanes». Los blindados que poseía dicho país, estaban con graves desperfectos debido a que habían estado manteniendo el bloqueo de Iquique con las máquinas encendidas día y noche, lo que les había causado desperfectos que requerían de urgente reparación y para solucionar el problema, se  convocó a una junta de alto nivel a la que concurrieron los comandantes de los barcos y se plantearon tres alternativas: a) reabrir el bloqueo, b) iniciar la persecución de la escuadra peruana y c) someter a reparación y limpieza a los principales barcos. Se optó en primer lugar por la última  propuesta y el «Cochrane»  fue internado en el dique de Valparaíso, donde durante quince días se trabajó noche y día, colocando en él las ametralladoras pesadas que acababan de llegar de Europa, al mismo tiempo que le limpiaban los fondos, de tal modo que pudo desarrollar 12 millas por hora.Para proteger al barco que estaba inmovilizado, contra un posible golpe de mano de parte de Grau, se adoptaron precauciones especiales. Cuando el «Cochrane» estuvo listo, partió a Mejillones para con el apoyo de la «Covadonga”, dar protección al «Blanco Encalada» que en ese puerto iba a entrar en reparación Mejillones fue artillado al máximo con cañones de largo alcance para evitar que barcos peruanos pudieran acercarse a la bahía. También fueron sometidos a limpieza y reparación varios transportes a los que dotaron de nuevos cañones. La escuadra chilena quedó organizada en dos divisiones, estando la 1ra. constituida por el «Blanco Encalada», la O’Higgins”, la «Magallanes» y la Amazonas». cuya principal acción era la de perseguir a la escuadra peruana hasta destruirla, sobre todo al Huáscar  y la 2da. formada por el «Cochrane», la «Chacabuco» y la «Covadonga , debía dar protección al ejército  chileno para que pudiera preparar la invasión del territorio peruano.

Mientras tanto el 22 de agosto volvió a zarpar de Arica el” «Huáscar» con el transporte “Oroya “  los que llegaron a Pisagua el día siguiente donde se preguntó telegráficamente a Iquique si la bahía estaba libre de enemigos, gracias a lo cual prosiguieron viaje y llegaron el mismo día 23 a las 8.30 de la noche.. El 25 al amanecer el  «Huáscar» en forma por demás audaz penetró en la rada de Antofagasta en cuyo  puerto estaba acantonado todo el ejército chileno, protegido por varias baterías de cañones,  recientemente instaladas entre las que había un cañón de 300 libras. En la bahía tres barcos de guerra chilenos protegidos tras de una cortina de 14 mercantes, por lo que Grau no pudo atacarlos. Luego los dos barcos siguieron hasta Taltal donde llegaron el 26. Allí apresaron a 10 lanchas, 4 de las cuales fueron llevadas a rastras mar afuera para ser echadas a pique por el «Oroya”, disponiéndose que este barco retornase a Arica con las otras 6 lanchas. El  «Huáscar»   retornó al norte y volvió a entrar en el puerto de Antofagasta trabándose en combate con las baterías de tierra y con los barcos chilenos. En este tiroteo, de 4 horas, el “Abtao” resultó con graves daños y víctimas, este barco poseía tres cañones de l50 libras y otros menores. En tierra habían tres fortines, el del Norte  llamado Bellavista  poseía un camón de 300 libras y los demás eran de 150.Una  bala chilena  del cañón de 300 libras disparada de tierra,  alcanzó al  «Huáscar», le causó algunos pequeños desperfectos y mató al teniente 2do.Carlos de  los Heros.  Después un tiro del  «Huáscar» desmontó al cañón chileno de 300 libras, que estaba a cargo de Patricio Lynch, que meses más tarde, se haría conocer como jefe feroz de la expedición depredadora que saqueó e incendió puertos peruanos. El duelo de artillería  se entabló en una proporción de 4 a 40 cañones.

Los chilenos telegrafiaron a un cercano puerto del Sur donde se encontraba el «Blanco Encalada»  para que partiera a toda maquina y diera caza al  «Huáscar», pero el acorazado chileno llegó una hora después que el monitor había partido  El acorazado chileno tenía ahora un nuevo comandante que era el Capitán de Navío  Juan Esteban López que los días anteriores había estado patrullando la costa desde Iquique hasta Caldera. Fue en su recorrido que el «Blanco Encalada», capturó  cerca de Iquique a una lancha torpedera peruana, con 4 tripulantes que tenían como jefe al inglés Juan Schertzer, especialista en la fabricación de cohetes. Este recibía un sueldo de 10 soles diarios y la oferta de diez mil soles por cada acorazado que destruyera y otras sumas menores por otros barcos Cuando el  «Huáscar» salía de la bahía de Antofagasta rápidamente par no verse sorprendido por el «Blanco Encalada»” repentinamente describió una curva en su ruta, a causa de que en la rueda del timón se habían  atascado, las cadenas que lo hacían accionar. Grau dispuso alcanzar Punta Moreno para al amparo de la noche que llegaba,  hacer con tranquilidad las reparaciones, que duraron cinco horas pero permitieron al  «Huáscar», estar listo a las 11 de la noche. Pese a que se sabía que el acorazado chileno «Blanco Encalada» estaría llegando a Antofagasta y que de inmediato  iba tratar de darle caza, Grau dispuso que el barco permaneciera en Punta Moreno el resto de la noche y que al amanecer siguiera su ruta rumbo al Norte. En esos momentos el «Blanco Encalada» iniciaba la caza del monitor, pero se dirigía al sur.

 Siguió el  «Huáscar»  su retorno al norte entrando a los puertos de Cobija, Tocopilla e Iquique, para llegar a Arica en la tarde del 31 de  agosto.

En Chile causó gran contrariedad esta nueva incursión del  «Huáscar» y un diario de Santiago decía: “Hasta hoy el Huáscar visita nuestros puertos,  destruye lanchas, entra en nuestro mar como en su casa, va a Antofagasta que es plaza fortificada y la bombardea, se entretiene en disparar sobre el Abtao y le mata diez hombres, entra y sale, juega con nosotros como los gatos con los ratones.”

Grau al retornar a Arica, emitió el siguiente parte:

Comandancia General de la Primera División Naval, a bordo del monitor  «Huáscar”.al ancla, Señor Contralmirante, Comandante General de las baterías y fuerzas de la plaza. S.C.G.

El 22 del presente a las 3.30 a.m. zarpé de este puerto con este monitor y el transporte “Oroya” en cumplimiento de las instrucciones que se dignó impartirme el Excelentísimo Señor, Supremo Director de la Guerra

Conservando convoy me dirigí al sur  y llegué al puerto de Pisagua a la 1 p.m.  de día 23 de donde  comuniqué por telégrafo con el Capitán de Puerto de Iquique, a fin de continuar el viaje  con la oportunidad  determinada con las mencionadas instrucciones. Conseguido esto, a las 4,30 p.m me dirigí a Iquique  y fondeé en él a las 8,30 p.m.

Aquí, después de comunicar con tierra, recibí las últimas instrucciones de S.E.  y zarpé a la 1.45 a.m. con rumbo sur. Sin novedad alguna llegué a la Punta Jara a las 4 p.m del 24.Estando a esta altura, avisté un vapor que salía de Antofagasta  y que pronto reconocí ser  el “Ilo”.Mandé un oficial a su bordo, para que practicase la visita de guerra.

A las 10 p,m.  llamé al comandante del “Oroya» y le ordené se conservara con su buque a la altura  de Antofagasta, ejerciendo la vigilancia debida, mientras el  «Huáscar» permaneciese dentro del fondeadero. Todo prevenido, me dirigí a la 1 a.m. a él. Los buques enemigos, «Magallanes» y Abtao, así como el transporte “Limari” y otro vapor pequeño se encontraban anclados detrás de los mercantes y muy próximos a tierra y  en el momento en que atravesaba  la primera línea de ésta , se dio señal de alarma por medio de un cohete de luces que partió de una embarcación  menor, probablemente la de ronda. Continué, sin embargo, internándome por entre los buques con alguna dificultad, en busca de los enemigos que proyectados sobre tierra era difícil ver en la oscuridad, hasta llegar a 300 o 400 metros de ellos. En tal situación no era prudente  atacarlos con el ariete, porque fondeados inmediatos a los arrecifes del norte y del sur que forman la poza, en la oscuridad de la noche y entre 14 buques mercantes que llenaban el fondeadero, se hacía inseguro gobernar con acierto para llegar hasta ellos, aparte del  peligro que se corría de chocar con una roca.

No podía tampoco hacer uso de la artillería, porque ya estaba aclarando el día y era comprometido trabar combate en medio de buques  neutrales, a los que podía ocasionarse algún daño de consideración.

 Tuve pues que retirarme a las 6 a.m. por no ser conveniente la permanencia del buque en ese lugar; y media hora después que estuve fuera de tiro  de los buques, salí del puerto, gobernando en demanda del «Oroya» al cual me uní a las 7.15 a.m. y seguí en convoy con él, en dirección al puerto de Taltal

El 26 a las 8 a.m. llegamos a ese puerto y se tomaron en él nueve lanchas de las que estaban a flote, dejando dos que se encontraban cargadas con mercaderías; seis de ellas, las que se encontraban en buen estado fueron amarradas a remolque del «Oroya» y las tres restantes destruidas. También se tomó una lancha a vapor que estaba varada y a la cual intencionadamente se le había  destapado por los enemigos, las cajas de estopa de la chumacera de la mariposa; se trajo al costado del buque haciendo mucho agua, y a pesar de los esfuerzos que se hicieron, fue imposible impedir que se fuera a pique. En este puerto se encontraron fondeados dos buques mercantes alemanes cargando salitre, el vapor inglés “Chala” y un pontón abandonado y sin pabellón alguno. Por los primeros supe que el «Blanco Encalada» había estado en el puerto la víspera, y había salido el mismo día, según se decía con dirección sur..

A las 12 del día despaché al «Oroya» con destino a este puerto con las seis lanchas que antes he indicado, dando a su comandante órdenes de destruirlas en alta mar, o echarlas al garete, en seguida me dirigí nuevamente al fondeadero y saqué de él a remolque el pontón

 Fuera del puerto y tomando como blanco a éste último, se hizo ejercicio de fuego de artillería durante dos horas, después de cuyo tiempo se le acabó de destruir. En la noche de este día he mantenido al buque cruzando como a 25 millas frente a Taltal, en cuyo crucero encontré y reconocí a la barca norteamericana “Isaac Hall, que procedente de Tocopilla se dirigía ese puerto.

Al amanecer el 27, hice rumbo al norte, recorriendo la costa muy próximo a ella para reconocerla, entrando en el trayectos en los puertos Blanco Encalada y Cobre; y desde la puesta de sol, mandé a disminuir el andar de la máquina a fin  de pasar la noche a barlovento de la entrada de Antofagasta.

A las 11 a.m. del 28, avisté dentro de la ensenada de este último puerto, un buque que navegaba a vela, me dirigí a él y mandé a reconocerlo. Este buque que había salido del puerto en la mañana era la barca inglesa “Birky” que cargada de salitre se dirigía a Falmounth  Plymouth Cork por órdenes.

Terminada la visita de guerra a este buque me aproximé al fondeadero para observar a los enemigos, y con la intención de rastrear el cable telegráfico si es que era posible, pero a la 1.36 m, cerca del 21, fui sorprendido por los disparos de artillería de los buques enemigos. Inmediatamente se tocó zafarrancho y rompí mis fuegos a las 2 p.m. .Desde ese momento se trabó un sostenido combate entre este buque por una parte y las baterías de tierra y buques enemigos por la otra.

Componíanse las primeras por  cinco cañones, uno de ellos  de calibre de 300 en el norte de la población, y cuatro de a 150 en dos baterías, situadas en el centro una de ellas. El “Abtao” con su máquina apagada presentaba su costado con tres cañones de 190 y se movía a espía para hacer fuego y ocultarse enseguida tras de los buques mercantes situados en el fondeadero, y finalmente la «Magallanes»    hacía igual maniobra mediante su máquina, para disparar  su cañón de 115, el de 64 y los de menor calibre con los que estaba artillada  La distancia que al principio me distanciaba de los enemigos era de 3.000 yardas, según las indicaciones del micrómetro y la puntería de éstas, toda bien dirigida, pasaban sobre el «Huáscar»  a corta distancia. A las 3.15 p.m.  me acerqué más al fondeadero, buscando una dirección clara, a fin de dirigir mis fuegos sobre los buques enemigos, ocultos entonces detrás de los mercantes; pero estos habían suspendido ya sus fuegos y a las 4.15 p.m. estando a 2.300 yardas de distancia, volvieron a disparar, sólo las baterías y se trabó nuevamente el combate con ellas, por no poder dirigir nuestra puntería sobre los buques, sin herir a los mercantes. A las 5.30 p.m. cesaron los fuegos de tierra completamente, a pesar de haber hecho el buque a mi mando los tres últimos disparos

El número de tiros hechos por las baterías de tierra y buques ha sido de 110, al mismo tiempo que éste sólo ha hecho 26 con los cañones de 300 y dos con los de 40, en razón de  que hallándose el mar picada, se experimentaban fuertes balances que dificultaban la puntería y era necesario esperar los sagíos, y las oportunidades convenientes para dirigirlas. De aquellos sólo una bomba ha tocado a este buque, proveniente del cañón de tierra de 300. este proyectil atravesó la chimenea, a cuatro pies de altura sobre la cubierta, rompiendo la cadena que sirve para izarla y la brazola de babor del escotillón de las calderas, tocó después en la cubierta y estalló causando ligeras averías en ellas y arrojando al agua una  percha  colocada allí.  Como consecuencia de la explosión desapareció completamente el Teniente 2ª don Carlos de los Heros, que se encontraba en ese lugar y fue herido por las astillas el marinero, alumno de la escuela de Condestables, Alcides Gutiérrez.

Al dar a Ud. cuenta de la pérdida de aquel inteligente oficial,  siéndome vivamente impresionado, recordando los méritos ‘personales que lo adornaban y la celosa puntualidad que en toda ocasión de servicio ha manifestado para  cumplir con su deber, así como el valor y serenidad que ha desplegado en las acciones de armas, que ha tenido este buque en la presente campaña.

Adjunta encontrará Ud. una relación de los jefes, oficiales y tripulantes que se han encontrado presentes a bordo en el momento de este combate y me es satisfactorio asegurar a .d.  que todos se han distinguido en el cumplimiento de sus deberes.

A las 10 p.m. estando aún dentro de la ensenada se avistó un vapor por el lado sur. Suponiendo que fuese el «Blanco Encalada”, salí a reconocerlo., pero debido a la oscuridad de la noche se perdió de vista y probablemente entró al puerto, a juzgar por un cohete de luces que vimos salir de ese lugar. Permanecí, sin embargo, cruzando en la boca de la ensenada hasta la 1.30 a.m. del 29, en que me dirigí al norte.

A las 9.45 a-m. del mismo día, entré en el fondeadero de la guanera de Mejillones de Bolivia, , tomé una lancha a vapor, y con ella a remolque continué mi viaje,  próximo siempre a la costa. A las 2.45 a.m. entré en Cobija, en donde se encontraba anclada la carbonera de guerra francesas “Decrés” y a las 5 y 55  estuve en   Tocopilla

En este último puerto tome cuatro lanchas que estaban a flote y se pasó la vista de guerra a los tres buques mercantes que estaban en su fondeadero. Por ellos me he informado que en la mañana de este día, se habían internado con dirección a Calama, más de doscientos hombres de la fuerza enemiga, conduciendo algunos artículos de guerra, carretas y herramientas, y he podido ver desde el buque que existe en la población una partida de 300 o 400 mulas.

Continué mi viaje y llegué al puerto de Iquique ayer a las 5.15 p.m.; allí se encontraba fondeada la fragata de guerra norteamericana “Pensacola”. Después de comunicar por telégrafo para tomar órdenes del Excelentísimo Señor General, Director de la Guerra y de recibir a bordo por disposición del Señor General en Jefe del Ejército del Sur a los señores pasajeros, que constan en la relación adjunta, zarpé con dirección a este puerto, en el que he fondeado hoy a las 5 p.m.

Todo lo cual tengo el honor de participar a Ud. para que por su conducto llegue a conocimiento del Señor Excelentísimo General Conductor de la Guerra.- Dios guarde a Ud. U.S.S.C.G. Miguel Grau.

Grau no menciona en su parte el asunto de los torpedos.  El 23 a las 8 de la noche arribó a Iquique donde llegaron a bordo, el Ingeniero Felipe Arancibia y el técnico inglés Stephen Chester expertos en la construcción de torpedos tipo Lay, de los que habían 3 en Iquique. Al  «Huáscar»  fueron izadas tres lanchas torpedos, aun cuando Grau no era partidario de los torpedos Lay, sino de los  Whitehead. Cuando llegaron  a Punta Jara cerca de Antofagasta, Grau hizo pasar al vapor  inglés “Ilo” que salía de la rada y allí encontraron  al Alférez de Fragata Ricardo Herrera, que era de la dotación del monitor pero que había sido dejado en anterior incursión en el litoral chileno en misión de espionaje, por lo cual  reincorporado a la tripulación, después de 40 días de haber estado en territorio enemigo. Herrera proporcionó valiosa información a Grau y entre otras cosas hizo conocer que el «Blanco Encalada» con el Ministro de Guerra Santa María a bordo había estado incursionando la costa, desde Arica, hasta Iquique, y en el trayecto había capturado a una lancha torpedera peruana de 4 personas, todas de nacionalidad extranjeras, comandadas por el ingeniero inglés Scott, que había sido sometido a Consejo de Guerra y se aseguraba que sería fusilado; que el «Cochrane» sería modernizado en Valparaíso, que el transporte Amazonas había sido dotado con cañones Armstrong de grueso calibre; que los chilenos sabían del viaje de la «Unión» al estrecho de Magallanes y habían enviado  a la “O’Higgins” para atraparla.

El 12 de setiembre quedo nuevamente el «Cochrane» en condición de poder zarpar del dique de Valparaíso. , con sus calderas reparadas,  las máquinas lubricadas  y las piezas gastadas reemplazadas. Se le había provisto de ametralladoras pesadas recién llegadas en el  “Gleneg” y de grandes faros eléctricos para detectar a los torpedos en la noche. La salida del dique fue presenciada por el propio Presidente Pinto y por una muchedumbre que lo aplaudía, a la cual arengó haciendo conocer que el nuevo  comandante del «Cochrane» era el capitán de navío Juan José La Torre, cuya única misión, sería la de dar caza al  «Huáscar». El acorazado chileno podía ahora desarrollar una velocidad de  doce millas y media por hora, es decir más que la velocidad del  «Huáscar». Pinto dispuso entonces, que de inmediato el «Cochrane» escoltado con la «Covadonga», se dirigiera a Mejillones, para montar allí guardia mientras se efectuaba la reparación del «Blanco Encalada». El día 13 de setiembre, entraron al dique de Valparaíso «Chacabuco», el «Loa», la “O’Higgins “y la «Magallanes», es decir que en breve toda la flota chilena iba a estar en óptimas condiciones para destruir al  «Huáscar».

Cuando Grau  ingresó a la rada de Antofagasta, encontró que estaban en ese lugar la «Magallanes», la “Abtao” y el transporte artillado “Limari” . Se decidió entonces torpedear a la «Magallanes». El tremendo aparato fue lanzado al agua pero tras de un corto trecho giró y se dirigió al  «Huáscar», ante situación tan angustiosa se lanzó al agua el alférez Diez Canseco que logró desactivar  al torpedo, que luego fue izado a bordo. Después Grau envió los dos torpedos al «Oroya» en previsión de que el monitor entrara en combate.

Al llegar a Arica Grau envió la siguiente carta de pésame al padre del teniente de los Heros

 

 9.- Carta de pésame por de los Heros

Señor Doctor Don Juan de los Heros

Señor de toda mi consideración.

Sumamente conmovido tengo el honor de dirigir a Ud. la presente, para manifestarle el profundo sentimiento que he experimentado con motivo de la sensible pérdida de su hijo Carlos, acaecida el 28 de agosto último  al frente de Antofagasta, combatiendo con los enemigos de la Patria.

Si al recordar este suceso  y cumplir tan penoso deber, sólo tuviese en mira dar testimonio de haber visto  sucumbir a un valiente, pronto estaría satisfecho mi propósito, pero me mueve además y me aflige sobremanera, recordar, sin esperanzas de volverlo a ver, a uno de los oficiales más distinguidos que he tenido bajo mis órdenes: su ejemplar modestia, su pundonoroso comportamiento, su caballeresco porte y cuantas dotes personales pueden adornar a un oficial estaban reunidas en él  y se notaban con su sin igual naturalidad. Prueba de estas recomendaciones es el inconsolable pesar con que todos en el buque, todos, desde el que suscribe hasta el último de los marineros le recuerdan con cariño y se disputan las manifestaciones más sinceras de su sentimiento.

Honor y gloria son los legados que hemos recogido los que le vimos en su último momento y como un sagrado deber que, si bien no puede enjugar el justo duelo de sus padres, puede llevarles un consuelo que mitigue sus dolores, transmítole este precioso legado que formará el orgullo de la familia y uno de los timbres de nuestra historia.

Dígnese Ud. aceptar y transmitir al seno de su respetable familia, a la par que estos sentimientos, los de particular aprecio con que me es honroso suscribirme de ustedes muy atento amigo y S.S. Miguel Grau.

Como si fuera un trágico anticipo de lo que pasaría después en Angamos, la bala chilena pulverizó el cuerpo de los Heros, del que sólo quedó su gorra.

A partir del 15 de setiembre, Chile daba un impulso acelerado a la guerra, habiendo decretado el Presidente Aníbal Pinto, lo siguiente.

El 21 de setiembre al medio día, zarparán hacia Antofagasta cinco mil hombres, expedición que estará integrada  por los regimientos  “Esmeralda” y “Santiago”, el batallón “Lautaro” y las fuerzas de artillería, granaderos y navales. Serán trasladados en los transportes “Amazonas”, «Loa», “Limari”,Matías Causiño “Huanay”, “Paquete de Maule”, “Santa Lucía” y “Toltén”; escoltados por el blindado «Cochrane» y la corbeta  O’Higgins .”.

Chile decidió acelerar la caza del monitor peruano, para de inmediato iniciar la invasión del territorio peruano por Tarapacá.